Descubriendo las maravillas de Las Hurdes, un tesoro escondido en Extremadura

Redacción (Madrid)

En el corazón de Extremadura, en el oeste de España, se encuentra una región única y cautivadora: Las Hurdes. Este rincón es un verdadero tesoro escondido, un destino que promete sorprender a los viajeros con su belleza natural, su rica historia y su autenticidad cultural.

Las Hurdes, conocidas por su paisaje montañoso y sus impresionantes cascadas, son un paraíso para los amantes de la naturaleza y los entusiastas del senderismo. Los senderos serpentean a través de bosques frondosos y valles profundos, ofreciendo vistas panorámicas de una belleza incomparable. Los excursionistas pueden explorar lugares emblemáticos como el Chorro de la Meancera, una cascada impresionante que se precipita desde lo alto de un acantilado, o la Garganta de los Infiernos, un espectacular desfiladero flanqueado por paredes rocosas escarpadas.

Pero Las Hurdes no solo son naturaleza. La región también está impregnada de una rica historia y una cultura fascinante. Sus pueblos tradicionales, con sus casas de piedra y calles empedradas, son testimonio de un pasado rico y diverso. En cada rincón se pueden encontrar vestigios de la vida rural de antaño, desde antiguos molinos de agua hasta hórreos centenarios.

Además de su impresionante entorno natural y su patrimonio histórico, Las Hurdes también son conocidas por su deliciosa gastronomía. Los platos tradicionales, como la caldereta hurdana o el cabrito al horno, son una verdadera delicia para los sentidos. Los productos locales, como la miel de las Hurdes o el aceite de oliva virgen extra, son apreciados por su calidad y sabor únicos.

En resumen, Las Hurdes son un destino que lo tiene todo: naturaleza impresionante, historia fascinante y gastronomía deliciosa. Es un lugar donde los viajeros pueden desconectar del bullicio de la vida cotidiana y sumergirse en la belleza y la tranquilidad de la naturaleza. Sin duda, Las Hurdes son un tesoro escondido que merece ser descubierto y explorado.

Explorando la Alpujarra, entre montañas y tradiciones ancestrales

Redacción (Madrid)

En el sur de España, donde las montañas de la Sierra Nevada se encuentran con la rica cultura andaluza, se despliega la joya oculta conocida como La Alpujarra. Este rincón pintoresco y sereno ofrece una experiencia única que combina paisajes majestuosos con la autenticidad de sus pueblos blancos y tradiciones centenarias.

Imagina colinas ondulantes cubiertas de viñedos y olivares, mientras los picos nevados de Sierra Nevada se yerguen majestuosamente en el horizonte. Este es el cuadro que pinta La Alpujarra, una región que abraza la provincia de Granada y Almería. Pasear por sus serpenteantes carreteras revela la arquitectura única de sus pueblos blancos, donde las casas encaladas se aferran a las laderas de las montañas.

La Alpujarra es un paraíso para los amantes de la naturaleza y los excursionistas. Senderos antiguos, construidos por los moriscos que poblaron esta región en el pasado, serpentean entre terrazas agrícolas y bosques de castaños y robles. La Ruta Medieval de los Tres Pueblos, que conecta Capileira, Bubión y Pampaneira, es un ejemplo perfecto de la riqueza natural y cultural de la región.

Cada pueblo en La Alpujarra tiene su propio carácter y encanto. Pampaneira, con sus talleres de artesanía y callejones empedrados, es como un museo viviente de las tradiciones locales. Bubión, con sus callejones estrechos y flores que cuelgan de los balcones, parece sacado de un cuento de hadas. Y Capileira, el pueblo más alto, ofrece vistas impresionantes de las montañas circundantes.

La Alpujarra también es conocida por su deliciosa gastronomía. En sus restaurantes, se pueden saborear platos tradicionales como la «Olla de San Antón» o la «Migas alpujarreñas». Los productos locales, como el jamón serrano y el queso de cabra, son una delicia para los paladares más exigentes.

Pero La Alpujarra es más que un destino turístico; es un testimonio viviente de las antiguas tradiciones. Festivales como la Noche de las Migas en Torvizcón o la Fiesta de Moros y Cristianos en Cáñar son momentos donde la comunidad se une para celebrar su historia y patrimonio.

La Alpujarra, con su mezcla única de naturaleza, historia y cultura, es un tesoro escondido que merece ser descubierto. En este rincón de España, el tiempo parece detenerse, permitiendo a los viajeros sumergirse en la autenticidad de sus pueblos y la majestuosidad de sus paisajes. Un viaje a La Alpujarra no solo es un escape, sino un encuentro con la esencia misma de España, donde la historia se entrelaza con la naturaleza, creando una experiencia inolvidable.

Un viaja a la antigua Hispania, sus calzadas romanas

Redacción (Madrid)

España, un país con una rica historia que se remonta a siglos atrás, alberga un legado impresionante de la época romana en forma de calzadas antiguas. Estas vías de comunicación, construidas por los romanos, son testigos silenciosos de un pasado glorioso y han dejado una marca indeleble en el paisaje español. Recorrer estas calzadas es como realizar un viaje en el tiempo, donde se puede explorar la ingeniería, la cultura y la historia de la antigua Hispania.

Una de las calzadas romanas más emblemáticas de España es la Vía Augusta, que conectaba el norte de la península con la costa mediterránea y la región sur. Esta vía desempeñó un papel crucial en el comercio y la comunicación durante el período romano y aún hoy en día, se pueden ver tramos bien conservados en lugares como Tarragona y Cádiz.

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Otra calzada notable es la Vía de la Plata, que se extiende desde el sur de España, en Sevilla, hasta el norte, en Astorga. Esta calzada era una arteria vital para el transporte de minerales preciosos, como la plata, y su recorrido pasa por ciudades con un patrimonio histórico impresionante, como Mérida y Salamanca.

Mérida, en particular, es un tesoro de la época romana y cuenta con un espectacular conjunto de monumentos, incluyendo un teatro romano, un anfiteatro y un impresionante puente sobre el río Guadiana, todos conectados por la Vía de la Plata.

En el norte de España, la Vía Claudia Augusta era una importante ruta que atravesaba los Pirineos y conectaba Hispania con las provincias alpinas del Imperio Romano. Aunque gran parte de esta calzada se encuentra fuera de las fronteras de España actual, su importancia histórica y su influencia en la región son innegables.

Explorar estas calzadas es como caminar sobre los pasos de los antiguos romanos, imaginando las legiones marchando, los comerciantes transportando sus mercancías y los viajeros recorriendo la vasta Hispania. Cada piedra, cada tramo y cada ruina cuentan una historia de ingeniería impresionante y de la influencia duradera del Imperio Romano en España.

En resumen, las calzadas romanas de España son tesoros históricos que ofrecen una ventana fascinante al pasado. Estas antiguas vías de comunicación no solo son monumentos de ingeniería, sino también testigos de la rica herencia cultural y el legado de la civilización romana en la Península Ibérica. Un viaje para explorar estas calzadas es un viaje al corazón de la antigua Hispania y una experiencia enriquecedora para los amantes de la historia y la arqueología.

RIONANSA Y LA ESENCIA DE UN PUEBLO

Por David Agüera

Estar en Cantabria para mí significa realizar un viaje maravilloso a través del tiempo.
Regreso a mi más tierna infancia gracias a todos los recuerdos, una sensación de nostalgia y encuentros fortuitos que con la noble gente que puebla estas tierras, me demuestra que los años no han pasado.

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Obeso es uno de los espacios único de Rionansa

«Volví a ver la vieja iglesia, la bolera y la escuela. Aquellas tardes con niebla y la casa de la abuela…»suenan en mi mente. Es la letra de una de las canciones de los Tanea, unos de mis grupos favoritos. Con mis pies sobre el el verde pasto, contemplo una zona maravillosa como el Nansa, y mientras tarareo la canción me dispongo a emprender de tu mano, estimado lector, un viaje único por uno de los valles más bonitos del norte de España.
Rionansa es un municipio cántabro situado dentro de la comarca Saja – Nansa y que se encuentra a unos 73 km de Santander. En sus 17 poblaciones, que recorreremos palo en mano como manda la tradición, viven alrededor de 1200 habitantes que compaginan la dura labor del campo con trabajos en núcleos cercanos como Unquera, San Vicente de la Barquera, Cabezón de la Sal o Torrelavega.
Compruebo que aquí el tiempo parece haberse parado, conservando lo mejor de la tradición, sin renunciar, a las comodidades que nos aporta el tiempo en el que vivimos. Los mayores siempre decían que ningún verde era tan bonito como el que encontramos en los paisajes de Cabuérniga y el Nansa, y qué razón tenían. Quizás me esté dejando llevar por los sentimientos, y no puedo ser el más objetivo, pero estoy seguro de tener toda la razón. Antes de iniciar este camino por la montaña de Cantabria nos acercamos hasta la Ermita de Nuestra Señora del Carmen, pequeña y característica de la Época Moderna, este coqueto monumento se ha convertido en lugar de culto. Desde el barrio de Arenas, que es donde se encuentra ubicada, y a esa altura, divisamos parte de nuestro trayecto. Al frente la Iglesia de San Pedro ( con dos magníficos retablos barrocos ) y Riclones respectivamente. Hay que detenerse para deleitarse con lo que ven nuestros ojos. Ladeamos la cabeza mientras saboreamos un queso de oveja comprado en la zona para divisar la carretera que nos llevará a Celis, La Cotera, Puentenansa, Cosío… No hay tiempo que perder, masticamos el último trozo del «quesuco» y nos encaminamos a descubrir los encantos de Rionansa.
Dejamos a nuestras espaldas el embalse de Palomera y el transcurrir del río Nansa por donde se accede a la Cueva de Chufín con numerosos grabados realizados tanto mediante incisión como abrasión. Arenas es un pequeño núcleo ubicado a ambos lados de la carretera y donde los prados con cerramiento de piedra componen un paisaje único. Llevamos caminando un rato y la carretera se subdivide en dos caminos. Este punto es conocido por el Canal de Bujones y nos permite adentrarnos en Rionansa dirección a la Herrería a la derecha o Célis a la izquierda. La Herrería es un núcleo pequeño, apenas 12 casas de piedra y balcones que muestran aún hoy en día las mazorcas de maíz. Las chimeneas ahúman en los tejados a nuestro paso y el agua del Nansa suena de fondo mientras bajamos una pequeña pendiente que nos acerca a un maravilloso puente del S. XVII. El poder y la majestuosidad de la naturaleza se apoderan del paisaje mientras descubrimos La Molina con su molino de agua y una fábrica de luz que fue construida en 1911. Estamos llegando a Celucos y aquí, no podemos desperdiciar la ocasión de degustar lo más tradicional de la zona : el cocido montañés. La gastronomía de Cantabria es una de las más importantes de toda España por sus productos únicos. De hecho, algo único y especial es la combinación de alubia de calidad y berza. Sentados alrededor de una mesa de madera recibimos alegres un puchero con un buen cocido y como manda la tradición el » compango» ( así se llama al chorizo, a la costilla, al tocino…que acompaña al cocido en Cantabria) llega en una fuente y nos servirá como uno de los mejores segundos platos que nos ofrece la tierra.
Mientras mordemos un trozo de pan casero relleno del chorizo del cocido, nos sugieren bajar la comida con un paseo hasta Riclones y los Picayos. El camino se transforma en delicia cuando pasamos por la Iglesia de San Pedro y descubrimos al llegar a los pueblos las zonas cultivables más importantes del Valle. Retomamos nuestro viaje y toca volver sobre nuestros pasos hasta La Herrería, pero en esta ocasión descubrimos un camino «píndio» de piedra y tierra que nos deja junto a las antiguas escuelas de Celis. Aquí, en la plaza que tenemos al lado, se celebra la romería de San Pedro.
Más tarde, cuando el café y el recuerdo terminen este relato nos centraremos en los encantos de Celis y de Cosío.
Tomamos las curvas de la carretera como guía hacia la capital de Rionansa. A pocos kilómetros nos espera Puentenansa y en el trayecto el saludo es continuo. Junto a vecinos de La Cotera y Las Bárcenas que dominan la zona a la perfección, encontramos turistas que pasean la orilla mientras fotografían el relieve montañoso que dejamos a nuestro paso. Pasadas las cinco de la tarde, llegamos a Puentenansa y descubrimos el centro administrativo del valle ( gasolinera, bancos, farmacia, comercios…) La montaña de Cantabria también ofrece los servicios necesarios y aquí los encontramos en la capital. También aquí descubrimos el nuevo Ayuntamiento de Rionansa y la sede de la Mancomunidad de Municipios » Nansa», Saboreamos un café de puchero mientras nos cuentan que las casas de la ladera pertenecen a Cabrojo y las del otro lado del Nansa a Rioseco. La señora, que ahora nos ofrece un plato de leche frita. se recrea explicando que un poco más arriba del valle, dirección a Cosío, encontraremos Pedredo hacia la Collada de Ozalba, en una ubicación privilegiada y Obeso, con sus vistas únicas, que posee la Torre de Rubín de Celis, tambien conocida como Torre de Obeso, un torreón de carácter defensivo, de planta cuadrada y cuatro alturas.
Camino a Cosío recuerdo las fiestas que disfruté de pequeño. San Pedro, El Carmen, la Virgen de la Salud, Santiago y Santa Ana, esta última en Rozadío el pueblo donde llama especialmente la atención la presencia de una infraestructura hidráulica, la de Saltos del Nansa. Además aquí existe un coto de pesca de trucha y salmón. Las romerías y las verbenas se convertían en los acontecimientos del verano y nos pasábamos dos meses de pueblo en pueblo celebrando todas sus fiestas. Sin embargo, si alguna hubiera que destacar es San Miguel, el 29 de septiembre , celebrada en el «prao» junto al que caminamos. Y es que Rionansa se viste cada año de fiesta para festejar la feria más importante. Vacas, toros, ganaderos… y buen ambiente. Hoy en día es un acontecimiento tan seguido que durante esa jornada el acceso al valle es bastante complicado.
Como antaño, lo que e capaz de mostrar el Mirador del Escajizu o la fuerza sobre la zona que ejerce el » Picu Bon» me han dejado maravillado. Sentado sobre un muro de piedra ubicado en la falda de Peña Sagra, el punto más alto de Rionansa, diviso San Sebastián de Garabandal, el trasiego de fieles que suben la pequeña colina que da acceso a la zona donde se produjeron unas apariciones marianas entre los años 1961 y 1965 genera un murmullo permanente. El pueblo ha cambiado desde entonces. Se convirtió en lugar de culto no reconocido por la iglesia pero con fieles que llegan desde diversas partes del mundo. Llegados a este punto, he de hablar de Celis y Cosío..

Mi parada en Celis ha tenido mucha carga sentimental. Esas calles por las que yo tanto corrí se caracterizan por su interesante arquitectura popular, muy bien conservada, que recoge un amplio muestrario de las tipologías arquitectónicas tradicionales de Cantabria.Destaca por su interés la casa de » La Campa», aunque yo la recuerde más por un dóberman que siempre etuvo en la puerta, observando mis movimientos pero sin llegar a ladrar. Ahora además de los vecinos que caminan con el ganado por los accesos a los «praos», encontramos familias completas discurriendo por rutas de senderismo perfectamente preparadas. En 1983 Celis recibió el premio nacional al embellecimiento como uno de los pueblos más bonitos de España y hoy además ofece una de las propuestas gastronómicas y de hospedaje más importantes de esta zona de Cantabria.
Como me contó un buen día el alcalde de Rionansa » Celis además es un pueblo y concejo inigualable en su legado de restos ancestrales. Una treintena de cuevas albergan restos arqueológicos de la Prehistoria». Cosío sin embargo es un » Núcleo de marcado carácter medieval y una historia por descubrir. De allí descienden personajes ilustres como Jose María de Cosío». El pueblo ofrece » cinco molinos, una ferrería con producciones de quintales que duplican a las más próximas, dos torres medievales, y la concesión del Rey al señor de Cosío el poder de ajusticiamiento propio lo que dio lugar a que la plaza central se denomine La Picota en la que se ajusticiaban a los reos». Me maravillo contemplando la Casa de la Panda, la Casa de la Llosa y La Casona. Como bien argumentaba el primer edil, » ofrecemos al viajero la verdadera esencia de la gente rural del norte, con paisajes inolvidables por la especulación urbanística y el turismo desmesurado. ofreciendo la posibilidad de conocer una forma de vivir ancestral y auténtica.
Como parte final del recorrido, visitamos el motor turístico de toda Cantabria en la actualidad, el Soplao. Convertido hoy en una cavidad única a nivel mundial por la calidad y cantidad de las formaciones geológicas, la cueva fue descubierta accidentalmente durante las labores de perforación minera aprovechada posteriormente para la extracción de minerales y esta propuesta además como » Lugar de interés geológico español de relevancia internacional». Un lugar único en el mundo que debe recordarnos también que aquí muchos mineros perdieron su vida, bien lo saben las familias de todo el valle.