¿Azores o Madeira? te resolvemos la incógnita sobre qué islas escoger para tus vacaciones

Redacción (Madrid)

Portugal guarda algunos de sus mayores tesoros más allá del continente. En pleno Atlántico, dos archipiélagos se disputan el corazón de los viajeros: las Azores y Madeira. Ambas islas prometen naturaleza exuberante, una fuerte identidad local y el encanto hospitalario portugués. Pero si estás tratando de decidir entre una u otra para tus vacaciones, conviene explorar qué ofrece cada una… y cuál se lleva finalmente la corona.

Las Azores, formadas por nueve islas de origen volcánico, son un paraíso para los amantes de la naturaleza en estado puro. Aquí, el turismo tiene un carácter sostenible y tranquilo, con rutas de senderismo que atraviesan lagunas escondidas, montañas escarpadas y bosques neblinosos. São Miguel, la isla más grande, es un espectáculo de contrastes: el cráter de Sete Cidades, la caldera de Furnas con sus géiseres naturales, y las plantaciones de té de Gorreana ofrecen experiencias únicas. El avistamiento de ballenas y delfines, además, convierte al archipiélago en un destino especial para los que buscan contacto directo con la vida marina.

Madeira, por su parte, brilla con un atractivo más refinado. Su clima templado durante todo el año, su cuidada infraestructura turística y una oferta que combina lujo y tradición la hacen ideal para quien busca relajación sin renunciar a la aventura. Las levadas, canales de riego convertidos en senderos, son uno de sus mayores atractivos para el senderismo suave. Funchal, la capital, ofrece animación urbana, buenos restaurantes y vinos históricos que siguen conquistando paladares desde hace siglos. Madeira también destaca por su accesibilidad, con conexiones aéreas más frecuentes y una oferta hotelera más amplia, perfecta para quienes valoran el confort.

Entonces, ¿cuál escoger? Si bien Madeira enamora con su equilibrio entre naturaleza, cultura y comodidad, las Azores ofrecen una experiencia más auténtica, salvaje y transformadora. En un mundo donde cada vez cuesta más encontrar destinos que aún conserven su alma intacta, las Azores brillan como un secreto bien guardado. Son la opción ideal para quienes desean perderse (y encontrarse) entre volcanes, lagunas misteriosas y el silencio de una naturaleza intacta. Por eso, si buscas un viaje que te conecte con lo esencial, las Azores son el destino ganador.

Cuando el tiempo se detiene en un rincón del mundo llamado Isla de Corvo

V.P. / Redacción

La Isla de Corvo, considerada por la Unesco Reserva Mundial de la Biosfera, forma junto con la Isla de Flores el grupo occidental del archipiélago de las Azores. De origen volcánico, Corvo es la más pequeña de las nueve islas, con un área de apenas 17,1 km².
Fue descubierta por el navegador portugués Diogo de Teive en la misma época que la Isla de Flores, es decir, allá por el 1452, e Insula Corvi fue su primera designación.
El único poblado de la isla, Vila Nova do Corvo, está implantado en una falda lávica (una fajã, en portugués) que constituye la principal superficie plana de la isla. Es una villa pintoresca y poco común, que se caracteriza por las fachadas de piedra negra, con decoraciones en blanco en las ventanas y en las puertas, y por las calles estrechas, localmente designadas canadas, empedradas con cantos rodados y losas pulidas por el uso. El uso de cerraduras de madera en las puertas de las habitaciones, fabricadas por los artesanos de Corvo, es una de las tradiciones que se mantienen y que simboliza la vivencia de una isla pacífica en la que todos se conocen.
Merece la pena visitar la Igresia de Nuestra Señora de los Milagros (patrona de la Isla de Corvo) que alberga una imagen de origen flamenco, la Virgen y el Niño, y un crucifijo de marfil indoportugués, así como el Centro de Interpretación de Corvo.

El poblado se sitúa en la zona más llana de la Isla, V.P.


En el Alto dos Moinhos, junto a Ponta Negra, pequeños molinos de viento adornan el litoral. Al contrario de los que hay en las demás islas del archipiélago, estos son de influencia mediterránea, más parecidos a los que encontramos en Portugal continental. Tienen un tronco cónico, con un mecanismo que hace rodar la cúpula de madera, de forma que la vela siga la dirección del viento.
Desde Vila Nova do Corvo hasta Caldeirão, el ex-libris de la isla son seis kilómetros todos cuesta arriba. En el recorrido se ven los muros bajos que dividen las propiedades, las largas hileras de hortensias y las manchas negras de los «pajares», casas rústicas hechas de basalto donde se guardaban las herramientas y el forraje.