
Redacción (Madrid)
Los mapas de viaje han sido, desde tiempos antiguos, compañeros inseparables del viajero. Mucho antes de la era digital, representar el mundo en un plano significaba intentar comprenderlo, explorarlo y, sobre todo, soñarlo. La evolución de los mapas no solo refleja avances técnicos y científicos, sino también cambios en la forma en que la humanidad se relaciona con el espacio, la cultura y la aventura.

En la Antigüedad, civilizaciones como la babilónica o la egipcia ya dibujaban mapas rudimentarios en tablillas de arcilla o papiros. Estos primeros documentos eran más simbólicos que precisos: servían para ubicar templos, rutas comerciales o ríos importantes. Con los griegos y romanos, los mapas comenzaron a ganar en racionalidad y geometría, aunque aún estaban limitados por el alcance geográfico del momento.
Durante la Edad Media, los mapamundis mezclaban geografía con mitología, mostrando monstruos marinos y tierras legendarias. No eran herramientas de navegación exacta, sino representaciones cosmológicas que orientaban tanto el cuerpo como el espíritu del viajero. El mapa de Hereford, por ejemplo, ubicaba Jerusalén en el centro del mundo.

El Renacimiento trajo consigo una revolución cartográfica. Gracias a los descubrimientos geográficos y al perfeccionamiento de las técnicas de impresión, los mapas empezaron a convertirse en instrumentos precisos y masivos. La aparición de atlas, como los de Gerardus Mercator, facilitó los viajes por mar y por tierra, y aumentó la confianza del viajero moderno.
Ya en el siglo XIX, con la expansión del ferrocarril y el turismo burgués, los mapas comenzaron a incluir rutas turísticas, balnearios, estaciones y monumentos. Nacieron las primeras guías ilustradas y los mapas plegables que se vendían en estaciones y hoteles. Viajar dejó de ser exclusivo de exploradores o comerciantes, y los mapas se volvieron más accesibles y prácticos.
Con el siglo XX llegaron los mapas de carretera, las guías Michelin y los planos urbanos que ofrecían al turista una visión clara de qué ver, cómo llegar y qué evitar. Este fue el inicio del turismo masivo, y los mapas se adaptaron al ritmo del automóvil, el avión y los nuevos intereses culturales.

Hoy, con la tecnología GPS, los mapas han evolucionado hacia lo digital y lo interactivo. Aplicaciones como Google Maps o plataformas turísticas permiten no solo ubicarse en tiempo real, sino también conocer reseñas, horarios, rutas personalizadas o atracciones cercanas. Paradójicamente, cuanto más exactos se vuelven los mapas, más efímero se vuelve el acto de perderse, algo que antaño formaba parte del encanto de viajar.
En definitiva, la historia de los mapas de viaje es también la historia del deseo humano por explorar el mundo. Desde dibujos celestes hasta satélites inteligentes, cada etapa de su evolución ha abierto una nueva manera de mirar, de recorrer y de entender el viaje. Porque todo gran viaje comienza con un punto en un mapa, sea de papel, piedra o pantalla.
