Cuba alternativa: el renacer del turismo sostenible y comunitario

Redacción (Madrid)

Más allá de las ciudades coloniales y las playas de postal, Cuba guarda rincones donde el turismo adopta otra forma: más pausada, más cercana a la tierra, más consciente del entorno y de las personas. Es la Cuba alternativa, la que se encuentra en valles, montañas y pequeñas comunidades que abren sus puertas a los viajeros desde una lógica diferente: la del intercambio auténtico y el respeto por lo local.

Entre mogotes, cafetales y caminos de tierra

El Valle de Viñales, con sus formaciones rocosas únicas y paisajes rurales, es uno de los escenarios más representativos de este tipo de experiencia. Allí, proyectos de turismo sostenible invitan a los visitantes a conocer el proceso agrícola tradicional, caminar entre cultivos de tabaco y frutas tropicales, y convivir con entornos donde el tiempo parece ir más despacio.

En lugar de hoteles, predominan las casas rurales adaptadas para el hospedaje, muchas de ellas integradas en redes locales que ofrecen actividades como senderismo ecológico, talleres de cocina campesina o rutas en bicicleta por caminos interiores.

La otra orilla: Baracoa y el turismo comunitario

En el extremo oriental de la isla, la ciudad de Baracoa ofrece una conexión profunda con la naturaleza tropical. Su geografía, marcada por ríos, montañas y selva, permite rutas a pie o en cayuca por paisajes poco intervenidos. A través de iniciativas comunitarias, los viajeros pueden acceder a experiencias que incluyen visitas a cacaotales, preparación de alimentos típicos y observación de flora endémica.

Este tipo de turismo no solo se centra en la belleza natural, sino en la preservación de tradiciones regionales: desde la elaboración artesanal de dulces hasta la interpretación de danzas locales o el uso de plantas medicinales.

Rutas verdes en el corazón de la isla

Al sur, en zonas como la Sierra Maestra, los caminos de montaña se abren a quienes buscan explorar la biodiversidad cubana desde un enfoque respetuoso. Existen recorridos organizados por comunidades rurales que combinan naturaleza, cultura y aprendizaje, a través de paseos por cafetales, baños en ríos cristalinos y avistamiento de aves.

La infraestructura suele ser sencilla pero funcional, y se basa en una economía local que reinvierte directamente en la comunidad. Este modelo prioriza la participación activa de los habitantes, el uso responsable de los recursos y una oferta de bajo impacto ambiental.

Viajar diferente: una oportunidad para conectar

Este nuevo rostro del turismo en Cuba representa una forma de viajar que valora la autenticidad y el equilibrio. Más allá de las guías turísticas tradicionales, ofrece la posibilidad de conocer una isla que vive, cultiva, crea y acoge desde sus raíces.

Cada experiencia se convierte en un puente entre el visitante y el entorno, fomentando la comprensión cultural, el cuidado ambiental y la conexión humana.

De mojitos, música y memoria, un viaje por los locales más históricos de Cuba

Redacción (Madrid)

Viajar a Cuba no es solo cruzar el mar Caribe; es aterrizar en una cápsula del tiempo donde los días tienen sabor a ron, suenan a bolero y huelen a historia. En esta isla, cada calle guarda secretos, cada edificio narra un capítulo, y cada local antiguo es más que un sitio para comer o beber: es un testigo silencioso del alma cubana. Así que si alguna vez has soñado con caminar por donde lo hicieron Hemingway, Compay Segundo o Celia Cruz, este viaje es para ti.

Sí, es turístico. Sí, siempre está lleno. Pero también es historia líquida servida en vaso corto con hierbabuena. Aquí dicen que nació el mojito (aunque hay debate nacional al respecto), y que el mismísimo Hemingway dejó escrito: “Mi mojito en La Bodeguita, mi daiquirí en El Floridita”. Las paredes están cubiertas de firmas y mensajes de medio mundo, y entre el bullicio y la música en vivo, uno casi puede imaginarse cómo era La Habana de los años 50, cuando la revolución aún era un susurro.

Este lugar es el altar del daiquirí. Fundado en 1817, fue uno de los bares favoritos de escritores, diplomáticos y buscavidas. Su aire elegante, con camareros vestidos de blanco y barra de mármol, evoca una Cuba que aún vivía entre la sofisticación europea y el caos tropical. Hemingway tiene aquí una estatua de bronce en su rincón favorito, como recordatorio de que la literatura y el ron pueden ser grandes compañeros de barra.

Cerrado por décadas y reabierto con mimo, el Sloppy Joe’s es un puente directo a los años dorados del turismo americano. Su barra de madera, larguísima y brillante, ha visto pasar actores de Hollywood, mafiosos, periodistas, y ahora, a nostálgicos que buscan revivir el glamur de la época previa al bloqueo. Es un sitio para sentarse, pedir un cóctel con nombre clásico y dejarse empapar por la elegancia polvorienta de otra era.

Cambiar de ciudad también cambia la música. En Santiago, la Casa de la Trova es mucho más que un local: es un santuario del son. Aquí no vas a escuchar música, vas a sentirla en el pecho. Con sillas viejas, ron barato y artistas que parecen salidos de una novela de Alejo Carpentier, este lugar vibra con la autenticidad de la trova tradicional. Muchos de los grandes empezaron aquí, tocando para públicos que escuchaban con los ojos cerrados.

No es un “local” en el sentido estricto, pero el bar del Hotel Nacional es una leyenda por sí mismo. Desde su terraza se ve el Malecón y se respira el aire cargado de historia y salitre. Aquí se hospedaron Sinatra, Ava Gardner, Marlon Brando… y, según dicen, también algunos personajes menos glamorosos del crimen organizado. Tomarse un cóctel aquí es como sentarse en la sala de espera del siglo XX.

Cada uno de estos locales es una puerta abierta al pasado, pero también al presente de un país que resiste, reinventa y celebra. Porque en Cuba, la historia no está guardada en vitrinas ni se pronuncia en voz baja: se canta, se baila y se sirve con hielo. Así que si tienes la suerte de visitar alguno, hazlo sin prisa. Escucha la música, habla con la gente, deja que el tiempo pase más lento. Porque en estos sitios, el reloj nunca fue el protagonista.

Destinos a los que huir del calor este verano, porque sudar no es un deporte olímpico

Redacción (Madrid)

Llega el verano y con él esa deliciosa sensación de estar viviendo dentro de un horno precalentado a 40 grados. Las calles arden, las sábanas se pegan, el aire acondicionado se convierte en un miembro más de la familia, y salir a la calle es como enfrentarse al último nivel de un videojuego sin vidas extra. Así que, si tú también has llegado al límite de tu relación tóxica con el calor, te presento algunos destinos donde huir, esconderte y fingir que el verano es un invento del hemisferio contrario.

En Galicia puedes encontrarte con todas las estaciones del año en el mismo día, y eso es una bendición. Mientras media España se derrite como helado barato, tú puedes pasear por Santiago de Compostela con chaquetita ligera y brisa fresca. Además, la lluvia ocasional te recuerda que el cielo aún tiene emociones. ¿Y el marisco? Te consuela de cualquier trauma térmico.

Si tu plan ideal de verano no incluye quemarte la planta del pie en la arena ni pelear por una sombrilla, vete al monte. En los Pirineos el agua de los ríos está tan fría que tus preocupaciones (y tu circulación) se detienen en seco. Senderismo, paisajes de postal y pueblos donde todavía no han oído hablar de las olas de calor. Magia.

Verde, fresco y lleno de sidra. En Asturias el calor es un rumor lejano. Puedes comer fabada sin miedo a combustionar, y si tienes suerte, hasta te llueve un poco. Ideal para usar por fin ese jersey de entretiempo que compraste en abril y pensabas que jamás estrenarías.

Sí, Teruel existe, y en sus zonas más elevadas incluso se atreve a desafiar al calendario. Valdelinares o Gúdar, por ejemplo, ofrecen una paz térmica solo comparable con la de una nevera bien surtida. Casi puedes ver tus pensamientos convertirse en vaho.

Si España entera parece una sartén, cruza fronteras. Letonia, Lituania, Polonia… tienen costas donde puedes mojar los pies sin riesgo de abrasión y sin gritar al contacto con el agua. Además, la playa allí es tan tranquila que podrías leer un libro sin escuchar un solo niño gritando por la playa. Ciencia ficción veraniega.

Este verano, escapa. Haz las maletas, apaga el ventilador y dirígete a esos lugares donde el sol no es un enemigo declarado. Porque sí, todos amamos el verano… hasta que recordamos lo que implica. Así que déjate de sufrir por postureo en la playa y busca un sitio donde no parezca que estás viviendo dentro de un microondas.

Lugares de fe en el corazón de Europa

Redacción (Madrid)

Europa, con su vasta historia espiritual, es el escenario de algunos de los destinos religiosos más conmovedores y significativos del mundo. Desde catedrales imponentes hasta humildes ermitas en lo alto de las montañas, el continente ofrece a peregrinos, creyentes y curiosos la oportunidad de explorar la fe a través del arte, la arquitectura y las tradiciones ancestrales.

En el noroeste de España, la ciudad de Santiago de Compostela recibe cada año a miles de peregrinos que recorren el Camino de Santiago. La tradición sostiene que allí descansan los restos del apóstol Santiago, y su majestuosa catedral, declarada Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en símbolo de superación personal y búsqueda espiritual. Más allá de la fe, el camino es también una experiencia cultural única que atraviesa paisajes rurales, pueblos medievales y una calidez humana difícil de igualar.

En Italia, Roma se erige como el corazón del catolicismo. La Ciudad del Vaticano, sede de la Santa Sede, alberga la Basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina, dos joyas de la cristiandad que combinan fe y arte de forma sublime. Cada rincón de la ciudad eterna respira historia sagrada: desde las catacumbas de los primeros cristianos hasta las iglesias barrocas que salpican sus calles. Asistir a una misa papal o recorrer el Vaticano durante la Semana Santa son experiencias que marcan a cualquier visitante.

Estos destinos, aunque diversos en cultura, idioma y tradición, comparten un mismo hilo conductor: el deseo humano de trascendencia. Ya sea por fe, curiosidad o necesidad de reconexión interior, recorrer estos lugares ofrece mucho más que un viaje geográfico: es una travesía hacia lo sagrado, lo simbólico y lo eterno.

En Polonia, el Santuario de la Divina Misericordia, en Cracovia, atrae a fieles de todo el mundo. Allí se venera a Santa Faustina Kowalska, una monja que afirmó haber recibido revelaciones de Jesucristo. La devoción a la Divina Misericordia se ha expandido globalmente, y el santuario se ha transformado en un lugar de oración intensa y reflexión sobre la compasión y la redención.

Más al norte, en Francia, Lourdes se ha convertido en un lugar de peregrinación de renombre mundial desde que, en 1858, la joven Bernadette Soubirous afirmó haber presenciado apariciones de la Virgen María. Hoy en día, millones de personas acuden a este pequeño pueblo en busca de consuelo espiritual y curación, sumergiéndose en un ambiente de recogimiento y devoción que trasciende fronteras.


Viajar con propósito: experiencias de voluntariado que transforman tu forma de ver el mundo

Redacción (Madrid)

En una época en la que el turismo masivo ha desdibujado los límites entre la aventura y la comodidad, cada vez más personas buscan una forma de viajar que no solo las conecte con nuevos paisajes, sino también con realidades distintas a la suya. Así nace el concepto de viajar con propósito, una tendencia en auge que encuentra en el voluntariado una vía transformadora tanto para quienes ayudan como para quienes reciben la ayuda.

Más allá del selfie: el viaje con sentido

Mientras algunos viajeros aún se centran en acumular sellos en el pasaporte o capturar la mejor foto para redes sociales, otros optan por detenerse, escuchar y colaborar. Proyectos de enseñanza de idiomas en comunidades rurales, conservación ambiental en selvas amenazadas o apoyo en centros de salud en zonas remotas son solo algunos de los caminos posibles para aquellos que quieren dejar huella, no solo huellas.

Lo que define a este tipo de viaje no es el destino, sino la intención. El propósito es aprender desde la empatía, compartir habilidades, cuestionar privilegios y construir puentes culturales. Y, aunque suene idealista, las cifras respaldan el fenómeno: organizaciones como Workaway, WWOOF o Peace Corps han visto un crecimiento sostenido en solicitudes de voluntarios internacionales en la última década.

Desafíos éticos y responsabilidad

No todo es idílico en el mundo del voluntariado internacional. Existen dilemas éticos sobre el impacto real de ciertos programas, especialmente aquellos que comercializan la ayuda como un producto turístico. El llamado “volunturismo” ha sido duramente criticado por perpetuar relaciones de poder desiguales y por priorizar la experiencia del viajero sobre las necesidades de las comunidades locales.

Por eso, los expertos recomiendan informarse a fondo antes de embarcarse en este tipo de experiencias: elegir organizaciones con trayectoria, asegurarse de que los proyectos respondan a necesidades reales y evitar aquellos que prometen soluciones rápidas o superficiales.

Una mirada hacia adentro

Viajar con propósito no significa salvar el mundo. Significa, en todo caso, observarlo con ojos nuevos y comprender que cada cultura, cada idioma y cada gesto tiene valor. En ese encuentro entre el dar y el recibir, el viajero se convierte en aprendiz, y el viaje, en una herramienta de transformación.

Museo Pablo Gargallo: un viaje escultural en el corazón de Zaragoza

Redacción (Madrid)

Ubicado en el majestuoso Palacio de Argillo, en la emblemática Plaza San Felipe de Zaragoza, el Museo Pablo Gargallo es mucho más que un espacio dedicado al arte: es una experiencia sensorial e intelectual que conecta al visitante con la obra de uno de los escultores más innovadores del siglo XX. Este museo, inaugurado en 1985, rinde homenaje a Pablo Gargallo, artista aragonés nacido en 1881, cuya obra revolucionó la escultura moderna a través de una fusión única de vacío, movimiento y metal.

Antes de entrar en contacto con la obra de Gargallo, el visitante queda maravillado por el propio continente: el Palacio de Argillo, joya del barroco aragonés del siglo XVII, con su fachada de ladrillo ornamentado y patios interiores de elegante sobriedad. Esta ubicación no solo enriquece la visita con su valor arquitectónico, sino que también establece un diálogo entre la historia y la vanguardia artística.

El museo alberga una amplia colección que incluye esculturas en bronce, hierro forjado, yeso y cartón piedra, además de dibujos y bocetos del artista. La obra de Gargallo se caracteriza por su audaz uso del vacío como elemento escultórico y su capacidad para capturar el dinamismo del cuerpo humano y el espíritu del tiempo moderno. Destacan piezas emblemáticas como El Profeta, con su imponente presencia y expresividad, y los retratos de personajes contemporáneos, en los que la línea y el espacio se conjugan con maestría.

El recorrido expositivo permite comprender la evolución estilística del artista, desde sus primeras influencias modernistas hasta su madurez creativa, donde se entrelazan el cubismo, el clasicismo y una profunda sensibilidad personal.

El Museo Pablo Gargallo no es solo un lugar de contemplación, sino también un centro vivo de cultura. Ofrece visitas guiadas, talleres didácticos, conferencias y exposiciones temporales que amplían la mirada sobre el arte moderno y contemporáneo. Además, su ubicación en pleno casco histórico de Zaragoza convierte la visita en una oportunidad para explorar una de las zonas con más encanto de la ciudad.

Visitar el Museo Pablo Gargallo es adentrarse en el universo de un artista que supo dialogar con el metal como si de poesía se tratara. Es también una invitación a reflexionar sobre la forma, el vacío y la belleza, en un entorno donde la historia y la modernidad se abrazan. Un destino imprescindible para quienes deseen descubrir el alma artística de Zaragoza.

Un viaje por los pueblos del Ebro: descubriendo la vida a orillas del gran río de España

Redacción (Madrid)

Recorrer los pueblos que crecen junto al río Ebro es sumergirse en una travesía única que combina historia, naturaleza y cultura. El Ebro, con sus más de 900 kilómetros, es el río más caudaloso de la península ibérica y vertebra a su paso algunas de las comarcas más auténticas y diversas de España. Desde su nacimiento en los manantiales de Fontibre (Cantabria) hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo, el Ebro ha sido durante siglos una fuente de vida, un eje comercial y un símbolo identitario para numerosos pueblos y regiones.

El viaje comienza en el norte, en el pequeño pueblo de Fontibre, donde nace el río. Aquí, el Ebro surge cristalino entre los montes cántabros, rodeado de un entorno de verdes praderas y senderos tranquilos. Muy cerca está Reinosa, con su arquitectura sobria y su aire de montaña. Ya en La Rioja, el Ebro riega los campos de viñedos que hacen famosa a esta comunidad. Haro, considerada la capital del vino riojano, es una parada imprescindible. Bodegas centenarias, casonas blasonadas y la hospitalidad local definen esta ciudad de tradición vitivinícola. Otros pueblos como San Vicente de la Sonsierra o Briones ofrecen miradores espectaculares sobre el río, junto a un legado medieval bien conservado.

Al adentrarse en Aragón, el Ebro atraviesa tierras de campos amplios y fértiles, salpicadas de huertas y viejas acequias. En Zaragoza, el río cobra protagonismo absoluto. La capital aragonesa se alza imponente con la Basílica del Pilar, cuyo reflejo sobre el agua se ha convertido en una imagen icónica. Zaragoza mezcla lo histórico con lo moderno: desde restos romanos hasta arquitectura contemporánea como el Pabellón Puente, testigo de la Exposición Internacional de 2008.

Pero más allá de la gran ciudad, el Ebro también baña pueblos llenos de encanto. Gallur, Alagón y La Puebla de Hijar son ejemplos de localidades donde el río sigue marcando el ritmo de la vida rural. En Sástago o Escatrón, antiguos molinos, conventos y palacios dan cuenta de la importancia económica que el Ebro tuvo en la historia de estas comunidades. Las huertas, los embarcaderos tradicionales y las leyendas locales enriquecen la experiencia del viajero.

Cuando el Ebro entra en Cataluña, su curso se ensancha y se vuelve más sereno. Aquí aparecen pueblos como Miravet, donde un castillo templario domina el río desde lo alto de un cerro, o Benifallet, con sus cuevas subterráneas y tradiciones pesqueras. Tortosa, ciudad milenaria, fue cruce de culturas: íbera, romana, musulmana y cristiana, y lo muestra en sus iglesias, palacios y restos de murallas.

El trayecto culmina en uno de los paisajes más sorprendentes de España: el Delta del Ebro. Este espacio natural, declarado Parque Natural y Reserva de la Biosfera, es un ecosistema único de arrozales, lagunas y playas vírgenes. Pueblos como Deltebre, Sant Jaume d’Enveja o L’Ampolla conservan una tradición pesquera viva y ofrecen al visitante un contacto íntimo con la biodiversidad. Aquí se pueden ver flamencos, navegar en barca tradicional o degustar mariscos frescos y arroz con denominación de origen.

Viajar por los pueblos del Ebro es mucho más que seguir el curso de un río. Es vivir la diversidad cultural y geográfica de España a través de sus márgenes. Es descubrir cómo el agua ha modelado formas de vida, paisajes y costumbres. Es una ruta turística para amantes del patrimonio, de la naturaleza y de las tradiciones vivas. El Ebro no solo conecta territorios: también une el pasado con el presente, y ofrece al viajero una experiencia rica, pausada y profundamente auténtica.

Dulce herencia: la apicultura artesanal como legado vivo en el campo cubano

Redacción (Madrid)

En las primeras horas del día, cuando el rocío aún descansa sobre las hojas del monte, Félix González se calza sus botas de yarey y toma rumbo hacia las colmenas que guarda como si fueran parte de su familia. En un claro de la provincia de Sancti Spíritus, este apicultor de 68 años cuida de sus abejas con la misma paciencia con que su abuelo le enseñó, décadas atrás, los secretos de este oficio ancestral.

La apicultura artesanal en Cuba no es solo una fuente de miel: es una tradición profundamente enraizada en la identidad campesina, una práctica que se transmite de generación en generación, sostenida por la observación de la naturaleza y la sabiduría popular.

Más allá del negocio, un arte heredado

A diferencia de la apicultura industrial, donde la producción masiva es el objetivo, los apicultores artesanales del interior de la isla valoran la relación armónica con el medio ambiente. Usan cajas de madera hechas a mano, cuidan a las abejas sin el uso de químicos, y recolectan la miel solo en los momentos adecuados, respetando los ciclos de floración locales.

“Las abejas te enseñan a tener paciencia y a mirar el campo de otra manera”, dice González mientras destapa con cuidado uno de sus panales. “No es solo por la miel. Es por lo que ellas significan para la vida”.

Diversidad de sabores y saberes

La miel artesanal cubana varía en color, textura y sabor según la región. En Pinar del Río, por ejemplo, predomina una miel clara y floral, influida por la majagua y el guayabo silvestre. En cambio, en el oriente, donde abundan plantas como la campanilla azul o el azahar, la miel tiende a ser más densa y aromática.

Estas diferencias no son casuales. Muchos apicultores, sin haber estudiado botánica formalmente, conocen el calendario floral de su zona como si lo llevaran tatuado en la piel. Así deciden cuándo trasladar sus colmenas, cómo evitar el estrés de las abejas, o cuándo es mejor dejar de cosechar para preservar la salud de la colonia.

Sostenibilidad desde el campo

En un contexto donde la seguridad alimentaria y el cambio climático son retos constantes, la apicultura artesanal ofrece una vía sostenible y resiliente. Las abejas no solo producen miel; también polinizan cultivos esenciales y contribuyen al equilibrio ecológico.

Algunos proyectos comunitarios y cooperativas rurales han comenzado a valorar esta práctica como parte de un enfoque ecológico integral. Iniciativas locales, como talleres de formación en técnicas tradicionales o el intercambio de colmenas entre vecinos, fortalecen este saber popular sin necesidad de grandes tecnologías.

Educación y futuro

Aunque la modernidad avanza, muchos jóvenes del campo cubano están redescubriendo la apicultura como una opción de vida conectada con sus raíces. Y es que, en un mundo donde el ruido digital a menudo ahoga lo esencial, las colmenas siguen siendo una escuela silenciosa de constancia, respeto y observación.

Sabores del sur, un viaje gastronómico por los destinos imperdibles de sudamérica

Redacción (Madrid)

Sudamérica es un continente vibrante no solo por su diversidad cultural y paisajística, sino también por su rica y variada gastronomía. Desde los Andes hasta la selva amazónica, pasando por costas y pampas, la comida aquí es una experiencia sensorial que mezcla ingredientes ancestrales con técnicas modernas. Si eres amante del buen comer, este continente es una parada obligatoria. A continuación, presentamos una selección de los mejores destinos culinarios para disfrutar de una experiencia gastronómica inolvidable en Sudamérica.


En la última década, Lima se ha consolidado como el epicentro culinario de Sudamérica. Con restaurantes como Central de Virgilio Martínez (considerado uno de los mejores del mundo), Maido y Astrid y Gastón, la ciudad ofrece una fusión perfecta entre tradición y vanguardia. La cocina peruana, con ingredientes como el ají amarillo, la papa nativa y el pescado fresco del Pacífico, ha sabido conquistar paladares globales. No hay que irse sin probar un ceviche clásico o un lomo saltado bien ejecutado.


La capital argentina, Buenos Aires, es famosa por su cultura del asado y sus cortes de carne de res, pero hay mucho más que explorar. Restaurantes como Don Julio o El Preferido de Palermo elevan la parrilla a una forma de arte. Además, la ciudad ha vivido un auge de cocinas de autor y propuestas gourmet que reinterpretan la cocina criolla y mediterránea. No todo es carne: empanadas, pastas caseras y helados artesanales forman parte esencial del recorrido.


Aunque Río de Janeiro acapara muchas miradas, São Paulo es el verdadero gigante gastronómico brasileño. Su diversidad étnica se refleja en una oferta culinaria que va desde la cocina italiana y japonesa hasta la tradicional feijoada o el virado à paulista. Restaurantes como D.O.M. de Alex Atala, pionero en el uso de ingredientes amazónicos, han puesto a Brasil en el mapa de la alta cocina mundial.


Chile ha comenzado a destacarse en el panorama gastronómico internacional, y Santiago lidera esta transformación. Aquí se puede disfrutar de productos únicos como el loco, el piure o los vinos del Valle de Colchagua. Restaurantes como Boragó, del chef Rodolfo Guzmán, son pioneros en utilizar ingredientes autóctonos con técnicas contemporáneas. La gastronomía chilena es un homenaje al territorio, desde el desierto de Atacama hasta los fiordos del sur.


Cartagena es una joya no solo por su arquitectura colonial y su mar turquesa, sino también por su cocina afrocaribeña. La ciudad ha visto nacer una escena gastronómica vibrante que rescata sabores tradicionales como el arroz con coco, el mote de queso o los mariscos frescos. Lugares como Celele, en el barrio Getsemaní, han revolucionado la forma en que se presenta la cocina del Caribe colombiano, sin perder su esencia popular. Comer en Sudamérica no es solo satisfacer el apetito, sino una forma de conocer su historia, sus pueblos y sus paisajes.


Viajar para aprender oficios en peligro de extinción: el turismo que preserva la memoria

Redacción (Madrid)

En una era dominada por la automatización y la inmediatez, hay quienes deciden detenerse y mirar hacia atrás. No como nostalgia, sino como acto consciente de preservación. Nace así una forma de viajar que trasciende el placer y la foto: el turismo de oficios en extinción. Se trata de sumergirse en comunidades donde aún se practican saberes ancestrales, aprender con las manos, y contribuir a que lo que está por desaparecer, viva un día más.

1. Italia – El arte del calzado a medida en Toscana

En pequeños talleres familiares de Florencia y Lucca, aún se puede aprender de artesanos que fabrican zapatos como hace un siglo: sin plantillas industriales, sin prisas. Algunos aceptan aprendices viajeros por semanas o meses, enseñando desde el corte de la piel hasta el cosido con hilo encerado. Más que un souvenir, uno se lleva a casa la experiencia de haber creado algo con sus propias manos.

2. Japón – El kintsugi: reparar para sanar

En Tokio o en las montañas de Kanazawa, maestros del kintsugi —la técnica de reparar cerámica rota con polvo de oro— ofrecen talleres a visitantes. Esta práctica, más que un oficio, es una filosofía: lo roto no se oculta, se embellece. Aprender kintsugi es también una forma de reflexión, una meditación activa sobre la imperfección y la resiliencia.

3. España – Teñido natural y telares en Galicia

En aldeas del norte de Galicia, algunas mujeres mayores todavía trabajan con telares manuales y tintes hechos de plantas locales. Proyectos cooperativos han comenzado a recibir viajeros que quieren aprender el proceso completo: desde recolectar la materia prima hasta crear una bufanda o un tapiz. Lo que parecía olvidado, cobra nueva vida con cada viajero que decide aprender.

4. Marruecos – Curtido tradicional en Fez

Entre los olores intensos y los colores vibrantes de las curtidurías de Fez, hay artesanos que trabajan el cuero como se hacía en la Edad Media. Algunos talleres han empezado a abrir sus puertas a viajeros interesados en conocer y practicar el proceso: selección de pieles, teñido natural, secado al sol. No es fácil, no es limpio, pero es profundamente humano.

5. México – El arte del barro negro en Oaxaca

En San Bartolo Coyotepec, al sur de Oaxaca, la tradición del barro negro sigue viva gracias a unas pocas familias. Viajeros pueden convivir con ellas, participar en el proceso de modelado y cocción, y comprender cómo este oficio no solo construye vasijas, sino identidad cultural.