El mago y humorista Jandro presentará la Gala Inaugural del Festival de Cine de l’Alfàs

Redacción (Madrid)

Este sábado 5 de julio, a las 22:00 horas en el auditorio de la Casa de Cultura de l’Alfàs del Pi, se celebrará la Gala Inaugural del trigésimo séptimo Festival de Cine de l’Alfàs del Pi. El mago y humorista valenciano, además de guionista, actor y director, repite como maestro de ceremonias, para seguir desplegando sus dotes que le han llevado a convertirse en una celebridad en EEUU, tras imponerse en un prestigioso talent show.

El valenciano Jandro es Campeón de España de Magia Cómica. 6 Premios “Fool Us” en Las Vegas. En Televisión estuvo 15 años en El Hormiguero como coordinador de guiones, como mago y creando pequeños cortos con niños que tienen millones de visitas en todo el mundo.

Presentador de “Mapi” en RTVE. director, guionista y productor ejecutivo del cortometraje,“CAVA” (2024) que lleva más de 110 selecciones y 20 premios por todo el mundo. Este año presentará su candidatura a los Premios Goya. Acaba de escribir y dirigir su segundo cortometraje, “EL REVISOR” (2025) protagonizado por Mamen García y Pablo Puyol.

Una historia basada en hechos reales que va a dar mucho que hablar.En la Gala Inaugural el Festival de Cine de l’Alfàs del Pi reconocerá, con el Faro de Plata a la actriz Elena Irureta, conocida y reconocida por el público entre otros papeles por sus intervenciones en El Comisario, Patria y Pecata Minuta junto al actor, humorista y músico Julián López, y el clásico de televisión Cine de Barrio en su 30 aniversario. Hasta el 13 de julio, y durante una semana, se proyectarán en el municipio más de treinta películas y cerca de medio centenar de cortometrajes.

Un jurado profesional, compuesto por Iria Parada, David Martos y David Valero, será el encargado de valorar las obras en competición, que abordan temáticas tan diversas como la identidad, la violencia, la memoria, el humor o la ciencia ficción, y que están firmadas tanto por cineastas consagrados como emergentes.

Con casi cuatro décadas de historia, el Festival de Cine de l’Alfàs del Pi se reafirma como un referente en el circuito nacional de festivales de cine gracias a su apoyo al talento emergente, su reconocimiento a los grandes nombres del cine español y el fomento de la cultura audiovisual con una mirada abierta, inclusiva y participativa.Este año han aumentado a 9.500 euros los premios El Festival de l’Alfàs del Pi es uno de los certámenes de cortometrajes con mayor dotación económica del país, con un total de 9.500 euros en premios.

El primer premio está dotado con 4.000 euros y el Faro de Plata, el segundo con 2.000 euros y el tercero con 1.000 euros. Además, se entregarán los premios al Mejor Corto Valenciano, al Mejor Corto de Animación, y al Mejor Corto con Perspectiva de Género, este último en colaboración con la asociación Huellas de Mujer.

Donde La Habana se contempla y se siente, las mejores vistas al Paseo del Prado

Por David Agüera

Hay ciudades que se entienden desde abajo, caminándolas. Y otras, como La Habana, que exigen también ser vistas desde arriba, con esa mezcla de distancia y cercanía que transforma lo cotidiano en cuadro, lo urbano en poesía. Frente al Paseo del Prado, arteria elegante y palpitante que separa Centro Habana del alma colonial, tres hoteles guardan no solo historia y lujo, sino también una de las experiencias más bellas que ofrece la capital cubana: mirar La Habana desde sus alturas mientras el Prado se despliega como una serpiente noble, orgullosa y llena de memoria.

Desde las alturas del Royalton Habana, la ciudad se siente nueva, incluso futurista. Con su arquitectura contemporánea y líneas limpias, este hotel es un faro de modernidad frente al Malecón. Pero más allá de sus comodidades, su joya es la vista. Desde su rooftop o sus habitaciones superiores, el Paseo del Prado se abre como un poema urbano: el mármol de su paseo central, los árboles que lo flanquean como columnas verdes, y más allá, los tejados antiguos que todavía resisten al tiempo.

Aquí, el viajero toma un café o un mojito mientras observa el vaivén habanero: los niños que juegan, los novios que pasean tomados de la mano, el fluir de una ciudad que no necesita vestirse de gala para ser hermosa. Desde el Royalton, el Prado no es solo una calle: es una pasarela donde desfilan la historia, la música, el sudor del pueblo y el perfume eterno de la nostalgia cubana.

Si el Royalton es modernidad, el Mystique Regis Habana by Royalton es herencia. Restaurado con mimo en un edificio de principios del siglo XX, este hotel boutique evoca aquella Habana aristocrática que convivía con el arte popular y la bohemia. Las vistas desde sus balcones y su terraza son más cercanas, más íntimas: uno casi puede tocar los faroles del Paseo del Prado, escuchar a los vendedores de maní con sus cantos agudos, oler el tabaco recién encendido en una esquina.

Aquí, cada atardecer sobre el Prado parece detenido en el tiempo. Las sombras de los árboles se alargan como las notas de un danzón que se desliza desde algún balcón abierto. Es el lugar perfecto para leer a Lezama Lima o simplemente cerrar los ojos y dejar que el alma se mezcle con el aire tibio de La Habana.

Y si hay un mirador donde La Habana revela su rostro más auténtico, es la terraza del Hotel Inglaterra. El más antiguo de Cuba, inaugurado en 1875, este hotel es una leyenda en sí mismo. En su terraza del último piso, donde alguna vez cantó Benny Moré y donde todavía suena el son, la vista es simplemente insuperable: el Prado de un lado, el Parque Central al otro, el Gran Teatro Alicia Alonso, y más allá, el Capitolio.

Desde aquí, La Habana es una melodía de arquitectura y carácter. El viajero se sienta con un daiquirí y escucha música en vivo mientras el sol se derrama sobre las fachadas coloniales. Es fácil imaginar a Martí caminando por el Prado, a Carpentier escribiendo sobre el barroco real maravilloso, a Bola de Nieve arrancando notas a un piano invisible.

Aquí, mirar es también recordar, sentir, imaginar. Porque el Hotel Inglaterra no solo ofrece una vista: ofrece una escena de teatro viva, donde cada balcón es un personaje, cada sombra una historia.

El Paseo del Prado, con sus leones de bronce y su rumor de siglos, es uno de los grandes símbolos de La Habana. Pero para entenderlo en toda su dimensión, hay que elevarse, mirar con ojos abiertos y corazón dispuesto desde lo alto de estos hoteles que, más que alojamientos, son miradores del alma cubana.

En el Royalton, el presente y el porvenir; en el Mystique, la Habana escondida y elegante; y en el Inglaterra, la Habana de siempre, con su música, su historia y su fuerza vital. Tres perspectivas distintas de un mismo poema urbano que se llama Prado, pero que podría llamarse también resistencia, belleza, identidad.

Porque quien ha visto caer el sol sobre el Paseo del Prado desde cualquiera de estas terrazas, ya ha visto a La Habana desnuda y completa, como un bolero, como una vieja fotografía que nunca pierde su luz.

Pedernales: El último confín del Caribe que se debate entre el paraíso y el progreso

Redacción (Madrid)

Al sur de todo, donde la República Dominicana se agota contra la frontera con Haití, comienza un país distinto. Uno donde el tiempo se mueve lento, el viento huele a sal y cactus, y la naturaleza aún domina el paisaje. Ese lugar se llama Pedernales.

Durante décadas, ha sido un rincón olvidado por la infraestructura, pero recordado por quienes sueñan con un Caribe intacto. Con playas vírgenes como Bahía de las Águilas, desiertos rocosos, montañas con niebla, lagunas con flamencos y bosques secos repletos de iguanas, Pedernales es una anomalía ecológica y cultural.

Un Edén bajo presión

Pero hoy, ese silencio está en disputa. El gobierno dominicano ha puesto sus ojos —y millones de dólares— sobre este territorio con un ambicioso plan: convertirlo en un nuevo polo turístico de clase mundial. Aeropuerto internacional, autopistas, cadenas hoteleras, cruceros.

Lo que para algunos es una oportunidad histórica de desarrollo, para otros es una amenaza a uno de los ecosistemas más frágiles y únicos del Caribe insular.

Donde la frontera no es solo política

Más que un paraíso natural, Pedernales es también frontera: con Haití, con la pobreza, con el olvido. En el mercado binacional de Anse-à-Pitres se mezclan idiomas, productos y miradas. Es un lugar donde las tensiones geopolíticas y los intercambios humanos conviven cada día. Y esa dimensión humana no puede quedar fuera de cualquier plan de futuro.

Un modelo de desarrollo distinto

La gran pregunta es si Pedernales puede convertirse en un modelo de turismo sostenible real, no solo de palabra. Ya existen proyectos piloto de ecoturismo comunitario, guías capacitados, rutas de senderismo, avistamiento de aves, producción agrícola ecológica. Hay semillas.

La diferencia entre desastre o ejemplo dependerá de quiénes toman las decisiones —y de si se escuchan las voces locales.

El Caribe que viene

En un mundo cada vez más sediento de autenticidad y naturaleza, Pedernales podría ser la respuesta. Pero solo si se piensa más allá de los resorts, si se valora la biodiversidad tanto como el capital, y si se entiende que el verdadero lujo no está en el cemento, sino en la posibilidad de estar en un lugar que aún no ha sido destruido.

Bahía de las Águilas: El paraíso escondido que resiste al turismo masivo en República Dominicana

Redacción (Madrid)

Pedernales, República Dominicana. A más de 300 kilómetros de Santo Domingo, donde el asfalto da paso al polvo del desierto y el Caribe adquiere tonalidades que parecen sacadas de una postal irreal, se encuentra Bahía de las Águilas, una joya natural que permanece casi intacta. Este rincón de la provincia de Pedernales, enclavado dentro del Parque Nacional Jaragua, es considerado por muchos como la playa más hermosa —y menos intervenida— de todo el país.

A diferencia de los resorts de Punta Cana o las playas urbanizadas de Puerto Plata, llegar a Bahía de las Águilas es toda una travesía. Los últimos kilómetros pueden recorrerse solo en vehículos todo terreno o en botes que parten desde la pequeña comunidad pesquera de La Cueva. Esa dificultad de acceso ha sido, paradójicamente, su mayor bendición: ha mantenido alejadas las grandes cadenas hoteleras y ha protegido este ecosistema de una explotación turística descontrolada.

Una belleza que impone silencio

El primer vistazo a la bahía impone respeto. Kilómetros de arena blanca sin un solo hotel, un restaurante o un vendedor ambulante. El mar, de un azul turquesa puro, parece no haber sido tocado por el tiempo ni por la industria. No hay música, no hay basura. Solo el rumor del viento, el crujido de las conchas bajo los pies y, si se tiene suerte, el avistamiento de una tortuga marina.

Según el Ministerio de Medio Ambiente, Bahía de las Águilas es uno de los puntos de mayor biodiversidad del Caribe insular. Alberga especies endémicas como la iguana rinoceronte, el solenodonte y decenas de aves migratorias. “Es un laboratorio vivo de conservación”, explica Lourdes Cordero, bióloga y voluntaria en un proyecto local de educación ambiental. “Cada vez que alguien viene aquí y no deja huella, está ayudando a preservar algo que no existe en otro lugar del mundo”.

La comunidad y el dilema del desarrollo

Las comunidades cercanas, como La Cueva y Pedernales, viven un dilema silencioso: desean oportunidades económicas, pero también temen que un desarrollo desmedido destruya su mayor tesoro. “Queremos trabajo, claro que sí, pero no a costa de convertir esto en otra Punta Cana”, dice Darío Féliz, un pescador que ahora también hace de guía turístico en la zona.

Algunos proyectos de ecoturismo comienzan a florecer con cautela: hospedajes ecológicos, recorridos en kayak y talleres de educación ambiental. La clave, dicen los defensores del lugar, está en el turismo responsable. “No se trata de que no venga nadie”, aclara Lourdes, “sino de que los que vengan, entiendan que están entrando a un santuario, no a un parque temático”.

¿Un futuro con equilibrio?

El Gobierno dominicano ha anunciado planes para desarrollar la región suroeste con infraestructura turística, lo que ha encendido alarmas entre ambientalistas y científicos. Aún no está claro si Bahía de las Águilas permanecerá como una reserva natural de acceso limitado o si será incorporada a un modelo más comercial.

Mientras tanto, este paraíso sigue siendo un refugio para quienes buscan algo más que arena y sol: buscan autenticidad, conexión con la naturaleza y un silencio que ya es difícil encontrar en el Caribe contemporáneo.

Tesoros del mar, los puertos más fascinantes de Europa

Redacción (Madrid)
En el corazón del viejo continente, donde la historia se entrelaza con la modernidad, se encuentran algunos de los puertos más emblemáticos del mundo. Más allá de su funcionalidad comercial o turística, estos enclaves marítimos representan verdaderas joyas arquitectónicas y culturales que han sido testigos del devenir de civilizaciones enteras. Desde los fiordos noruegos hasta las costas del Mediterráneo, los puertos europeos combinan belleza escénica, infraestructura de vanguardia y un legado imborrable.


Uno de los más icónicos es el Puerto de Róterdam, en los Países Bajos. Considerado el más grande de Europa, este puerto no solo impresiona por su tamaño, sino por su capacidad tecnológica y eficiencia operativa. Sirve como un punto clave de conexión entre Europa y el resto del mundo, manejando millones de contenedores al año. Pero además de su importancia económica, Róterdam ha sabido integrar zonas culturales y espacios verdes que lo convierten en un destino atractivo también para el visitante.


En el sur del continente, el Puerto de Barcelona brilla como una mezcla de modernidad y tradición. Además de ser uno de los principales puertos de cruceros del Mediterráneo, destaca por su integración urbana, permitiendo que el viajero desembarque prácticamente en el corazón de la ciudad. Su paseo marítimo, repleto de restaurantes, museos y zonas de ocio, es ejemplo de cómo una infraestructura portuaria puede convertirse en motor de vida cultural y turística.


No se puede hablar de puertos europeos sin mencionar el Puerto de Hamburgo, en Alemania. Conocido como la «Puerta al Mundo» del país germano, es también un símbolo de resiliencia histórica. Tras haber sido devastado durante la Segunda Guerra Mundial, hoy es un centro logístico de primer nivel. Su atractivo se ve potenciado por el moderno barrio de HafenCity y el impresionante edificio de la Filarmónica del Elba, íconos de una ciudad que mira al futuro sin olvidar su pasado.


Cada puerto europeo cuenta su propia historia, pero todos comparten una característica: ser reflejo del alma marítima del continente. Son espacios donde la economía, la cultura y el turismo convergen en perfecta armonía. Ya sea por su eficiencia industrial, su valor arquitectónico o su capacidad para sorprender al viajero, los grandes puertos de Europa siguen siendo testigos vivos de la grandeza que brota a orillas del mar.


Hotel Inglaterra: el susurro elegante del tiempo en el corazón de La Habana

Redacción (Madrid)

En la esquina más viva del Paseo del Prado, donde la historia cubana se entrelaza con los acordes del son y el bullicio de los almendrones que rugen como bestias viejas, se alza el Hotel Inglaterra, no como un edificio cualquiera, sino como una especie de testigo de mármol y filigrana de hierro forjado que ha visto pasar revoluciones, poetas y turistas con la misma paciencia con la que un abuelo escucha a sus nietos.

Fundado en 1875, el Inglaterra es el hotel más antiguo de Cuba, y eso no es un dato menor. Su fachada neoclásica mira de frente al Parque Central, donde las estatuas de José Martí parecen conversar eternamente con la ciudad que nunca duerme. Y si uno se asoma a uno de sus balcones, puede imaginar fácilmente a Rubén Darío escribiendo crónicas para La Nación, o a algún general de la independencia tomándose un café fuerte antes de hablar de patria con voz baja y ojos encendidos.

Hospedarse en el Inglaterra no es sólo ocupar una habitación. Es participar de una novela cubana sin escribir, ser parte de un escenario en el que la historia se mete por las rendijas del aire acondicionado y se mezcla con el aroma del tabaco, del café amargo, y de esa brisa salada que llega desde el Malecón.

Las habitaciones, cuidadas con esmero, conservan ese aire nostálgico tan propio de la arquitectura colonial. Pisos de mosaico hidráulico, techos altos, espejos que podrían contar secretos si hablaran. Pero es en el Lobby Bar donde comienza la verdadera magia. Allí, un trago de ron añejo servido con sonrisa y ritmo puede ser el pasaporte a una Habana más profunda, más auténtica. A menudo, un cuarteto de son se acomoda en una esquina y arranca con «Chan Chan», y entonces todo se vuelve Cuba en su forma más pura: música, calor, sensualidad.

Y luego está la terraza. Ah, la terraza. Un mirador perfecto desde donde ver el Gran Teatro de La Habana, escuchar el rumor del Prado y observar a la ciudad en su lento pero incesante renacer. Al atardecer, el cielo habanero se tiñe de rosas y naranjas, y por un instante parece que el tiempo se detiene para rendir homenaje a esta joya del Caribe.

Pero lo más hermoso del Hotel Inglaterra no es sólo lo que se ve. Es lo que se siente. Es el murmullo del pasado mezclado con las risas del presente. Es el recuerdo de una Cuba que fue, el palpitar de la que es y el sueño de la que será.

En una ciudad donde lo real y lo maravilloso se funden sin pedir permiso, el Hotel Inglaterra se presenta como un lugar donde dormir, sí, pero también donde soñar. Y eso, en La Habana, vale más que mil estrellas.

La Terraza del Círculo: Madrid desde el cielo

Redacción (Madrid)

No todas las ciudades permiten verse desde lo alto como si fueran un suspiro contenido. Madrid, intensa, luminosa, caótica y bella, encuentra un instante de pausa, una suerte de milagro suspendido, en la Terraza del Círculo de Bellas Artes, ese balcón privilegiado desde el cual el alma se despega de la rutina y se eleva. Más que un mirador, esta terraza es una experiencia poética, un rincón entre las nubes donde el arte y la ciudad se besan en silencio.

Ubicada en la calle de Alcalá, a pocos pasos de la emblemática Gran Vía, la terraza corona uno de los edificios culturales más vibrantes de Madrid: el Círculo de Bellas Artes, fundado en 1880 como refugio de artistas, intelectuales y espíritus inquietos. Subir al cielo, aquí, no es metáfora: un ascensor antiguo, casi teatral, conduce al visitante hasta lo más alto del edificio. Allí, el bullicio se disuelve, y comienza el hechizo.

La primera imagen que detiene la respiración es la de la diosa Minerva, protectora de las artes, que observa la ciudad desde su pedestal de bronce como si velara sus sueños. Más allá de su silueta imponente, Madrid se abre en 360 grados, generosa y abierta: desde las torres de Colón hasta las cúpulas del Palacio de Cibeles, desde el perfil lejano de las Cuatro Torres hasta la sierra azulada de Guadarrama, si el cielo está claro.

La terraza del Círculo de Bellas Artes no es solo para mirar: es para quedarse. Sentarse en una de sus mesas con un café al amanecer, un cóctel al atardecer o una copa bajo las estrellas es celebrar la vida desde un lugar privilegiado. El bar-restaurante ofrece platos cuidados y tragos que acompañan el espectáculo visual con sabores a la altura de las vistas.

En verano, es uno de los espacios más buscados de Madrid para noches de terraza, música y encuentros; en invierno, incluso con el aire frío, mantiene su encanto como refugio bohemio para quienes desean mirar sin ser mirados. Cada estación le da un matiz distinto: el oro tibio del otoño, el azul limpio del verano, el rosa pálido de las tardes invernales, la efervescencia luminosa de la primavera.

La experiencia de esta terraza va más allá del turismo. Forma parte del espíritu del Círculo: un lugar donde la cultura y la ciudad se entrelazan. Visitar la terraza puede formar parte de un día dedicado al arte: antes, una exposición de fotografía contemporánea o de vanguardia pictórica en sus salas; después, una copa entre las alturas, como colofón de una jornada estética. Aquí, mirar Madrid es también mirar(se) con otros ojos: más abiertos, más conscientes, más sensibles.

Pocos rincones pueden ser al mismo tiempo refugio de enamorados, secreto de madrileños nostálgicos, descubrimiento de viajeros curiosos, escenario de fotógrafos y confesionario de escritores. La terraza del Círculo es todo eso y más. No hace ruido, no presume: simplemente está ahí, como un secreto a voces que todos recomiendan pero que cada uno vive a su manera.

Es un espacio democrático en lo más noble del término: cualquier persona puede asomarse al alma de la ciudad, dejar atrás el tráfico y el tiempo, y sentir que, por un instante, Madrid le pertenece. O que él o ella le pertenece a Madrid.

Visitar la Terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid no es hacer check en un mirador más. Es detenerse. Es mirar el mundo con pausa. Es escribir con la mirada un poema sobre tejados, antenas y cúpulas. Es comprender que las ciudades también pueden ser miradas con ternura, desde la altura, desde la belleza.

Este 2025, en un mundo que sigue redescubriendo la lentitud, el asombro y el sentido, esta terraza sigue allí, esperando que alguien suba con el corazón abierto y el alma despierta. Porque mirar Madrid desde aquí no es solo ver la ciudad: es entender por qué Madrid enamora.

Pedernales y Bahía de las Águilas, el último paraíso virgen del Caribe

Redacción (Madrid)
En el extremo suroeste de la República Dominicana, donde el asfalto se mezcla con el polvo rojo y el mar parece aún no haber sido descubierto por el turismo de masas, se encuentra Pedernales. Esta provincia fronteriza, a menudo ignorada en las rutas tradicionales, alberga uno de los tesoros naturales más impresionantes del Caribe: Bahía de las Águilas. Con sus 8 kilómetros de arena blanca inmaculada y aguas cristalinas en tonos turquesa, esta playa es considerada una de las más vírgenes del hemisferio occidental.


Consciente del valor ecológico y turístico de la región, el gobierno dominicano ha anunciado una ambiciosa estrategia para convertir Pedernales en el nuevo polo turístico del sur, apostando por un modelo de desarrollo sostenible. El «Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales» contempla la construcción controlada de infraestructura hotelera, un aeropuerto internacional, y accesos viales, con énfasis en el respeto al entorno natural y la participación de las comunidades locales.


Sin embargo, el proyecto no está exento de controversias. Ambientalistas y sectores académicos han expresado preocupación sobre el riesgo de que el desarrollo turístico, por bien intencionado que sea, degrade el frágil ecosistema de la zona. Piden garantías legales claras, monitoreo independiente y un modelo basado en el ecoturismo, que priorice la educación ambiental y la economía comunitaria por encima del turismo masivo.


Hoy, Bahía de las Águilas representa un dilema esperanzador: cómo abrir al mundo uno de los rincones más hermosos del Caribe sin repetir los errores del pasado. ¿Será posible preservar su carácter prístino mientras se transforma en un motor económico para una de las provincias más empobrecidas del país? El futuro de Pedernales, y quizás el modelo turístico dominicano del siglo XXI, depende de esa respuesta.




Entre el malecón y la modernidad: La arquitectura escultural del Royalton Habana Paseo del Prado

Redacción (Cuba)

Desde su inauguración, el Royalton Habana ha dividido opiniones con la vehemencia de todo lo que rompe esquemas. Algunos lo ven como una provocación, un cuerpo extraño encajado en el tejido urbano de Prado, donde los portales centenarios y los balcones herrumbrosos cuentan la historia de una Habana que se resiste a desaparecer. Otros —y cada vez son más— lo reconocen como un acto de osadía arquitectónica, una invitación a mirar hacia el futuro sin renegar del pasado.

El diseño estuvo a cargo de la renombrada firma francesa Richez_Associés, en colaboración con el estudio cubano UCX. Juntos han creado algo más que un hotel: una pieza de arquitectura contemporánea en pleno corazón de una ciudad marcada por el eclecticismo y el abandono.

El Royalton Habana no trata de mimetizarse. No quiere pasar desapercibido. Con su fachada de vidrio y acero, se proyecta como una caja de luz suspendida entre cielo y mar. A primera vista, podría parecer un gesto arrogante, pero una mirada más detenida revela otra cosa: una sensibilidad geométrica que dialoga con el entorno sin copiarlo, que respeta sin adular.

Una de sus apuestas más audaces es el juego de volúmenes que genera la ilusión de que el edificio flota sobre el Paseo del Prado. Las columnas retranqueadas, la disposición oblicua de los pisos superiores, y las terrazas abiertas al mar crean una coreografía de planos y transparencias que, al atardecer, parecen disolverse en la bruma atlántica.

Interior del hotel, Lugares y Más

En el interior, la historia continúa. El vestíbulo, sin excesos ornamentales, deja que la vista corra hasta donde el Malecón se funde con el horizonte. El mármol y la madera se combinan con arte local cuidadosamente curado, en un gesto de respeto al contexto cultural que lo acoge. Cada espacio parece construido no solo para ser transitado, sino contemplado.

Pero más allá de su estética, el Royalton Habana encarna una idea rara en la arquitectura hotelera: la de pertenecer. No por imitación, sino por contraste. Como una pausa moderna en una sinfonía antigua, el edificio no intenta ser habanero en el sentido tradicional. Lo es por su coraje, por su voluntad de existir en un lugar donde el tiempo tiene otras reglas.

La azotea, coronada con una piscina infinita, ofrece una de las mejores vistas de la ciudad. Desde allí, se puede leer La Habana como si fuese una partitura de siglos: el Capitolio, el Castillo del Morro, las cúpulas, los solares, los barcos entrando al puerto. Y justo debajo, el Royalton, como una nota sostenida que resuena en el presente.

El Royalton Habana Paseo del Prado no es perfecto, ni lo pretende. Pero ahí está: sereno, contemporáneo, provocador. Como si La Habana, al fin, hubiese encontrado una forma de hablar en voz alta en el lenguaje del siglo XXI.

Agüera Comunicación se extiende hasta México con la apertura de una nueva delegación

Redacción (Madrid)

El grupo Agüera Comunicación continúa su crecimiento en América Latina con la apertura de una nueva delegación en la ciudad de León, ubicada en el Estado de Guanajuato (México). Esta decisión estratégica reafirma el compromiso de la compañía con el mercado de habla hispana y fortalece su presencia internacional en un territorio clave por su dinamismo en el turismo, la industria y las comunicaciones.

La llegada de Agüera Comunicación a México marca también el inicio de la comercialización y expansión de su reconocida cabecera Lugares y Más en el país, estableciendo como base de operaciones la ciudad de León. Durante esta semana, David F. Agüera, director general del grupo, y Tamara Cotero, jefa de operaciones, mantuvieron un encuentro con Rebeca Martínez, quien será la delegada responsable en México. Martínez, con una destacada trayectoria en el ámbito turístico, será pieza fundamental en la implantación del proyecto, que contará con el respaldo de diversos partners estratégicos para acelerar su desarrollo tanto en Guanajuato como en el resto del país.

Esta nueva etapa empresarial se enmarca dentro de un proyecto editorial más amplio que extiende su influencia por todo el continente. En septiembre, David Agüera dará inicio a una ambiciosa propuesta de comunicación y turismo con proyección en cinco países: Cuba, República Dominicana, México, Puerto Rico y España. El nuevo proyecto, que nace con presencia digital y física, contará con colaboradores en todos estos destinos y tendrá como eje central el turismo caribeño, con un fuerte enfoque en el sol y playa.

«El proyecto me llena en lo profesional y en lo personal», ha declarado Agüera. «Tenía ganas de seguir creciendo y el reto no puede ser más bonito». Con una amplia experiencia en prensa, radio y televisión, el director también lidera la revista Lugares y Más, que supera los 3,3 millones de usuarios únicos y se consolida como referente en el sector de los viajes.

Con estos pasos, Agüera Comunicación reafirma su liderazgo en el mundo del turismo y los medios, abriendo nuevas puertas en América Latina y el Caribe con una visión integradora, global y de futuro.