Redacción (Madrid)

Al entrar en una casa de madera pintada de azul añil, con velones encendidos y figuras de santos cubiertas con pañuelos de colores, se siente algo más que devoción católica. En esta comunidad rural, como en muchas otras a lo largo del país, la fe se manifiesta como un tapiz complejo, tejido por siglos de historia, resistencia y mestizaje espiritual. Es el sincretismo religioso dominicano, una fusión viva entre lo africano, lo indígena y lo cristiano.

Un legado de resistencia cultural

Desde la colonia, cuando los esclavos africanos llegaron a la isla traídos por los conquistadores españoles, comenzaron a adaptar sus creencias ancestrales para sobrevivir bajo el yugo de la evangelización. Al no poder rendir culto abiertamente a sus deidades, las disfrazaron bajo las imágenes de los santos católicos. Así nació un sistema simbólico donde Ogún, espíritu guerrero de la religión yoruba, se funde con San Miguel Arcángel; y donde Santa Marta la Dominadora, figura venerada en altares rurales, adopta atributos que recuerdan a las grandes madres africanas.

Rituales y misterios

En zonas rurales como San Juan, El Seibo o Dajabón, los llamados “misterios”—espíritus que actúan como intermediarios entre lo divino y lo humano—son centrales. Durante las ceremonias, que combinan cantos, tambores y danzas, los creyentes entran en trance y son “montados” por estos espíritus. Estas prácticas recuerdan claramente a rituales del vudú haitiano o la santería cubana, pero con una identidad criolla marcada.

Los “misterios dominicanos” tienen nombres locales: Anaísa Pie, Belié Belcán, Papá Candelo. Cada uno tiene gustos particulares, colores asociados y bebidas favoritas que los fieles ofrecen como parte del rito. Todo esto convive, en una aparente contradicción, con la misa dominical, el rosario y la devoción a la Virgen de la Altagracia.

La iglesia y el pueblo: una relación compleja

Aunque la Iglesia Católica ha combatido históricamente estas prácticas por considerarlas “supersticiosas” o “heréticas”, en la práctica muchas parroquias rurales conviven con ellas. Es común que un mismo devoto asista a misa por la mañana y participe en un ritual espiritual por la noche.

Una tradición viva

Hoy, en medio de la globalización, el sincretismo religioso en RD continúa adaptándose. Los jóvenes lo encuentran en TikTok o YouTube, mientras los mayores siguen transmitiéndolo oralmente. En los campos, los altares siguen encendidos, las ofrendas se renuevan y los misterios bajan a la tierra para “trabajar por el bien”.

Este fenómeno, a veces estigmatizado, es una pieza esencial del rompecabezas cultural dominicano. Habla de un país profundamente espiritual, forjado en la mezcla, que encuentra en el sincretismo no solo una forma de fe, sino una forma de identidad.

Recommended Posts