Redacción (Madrid)

En el corazón verde de la provincia de Villa Clara, a solo unos kilómetros del mar, late uno de los pueblos más antiguos y encantadores de Cuba: San Juan de los Remedios. Fundado en 1514 —casi en paralelo con la mismísima Habana— este pequeño municipio parece resistirse al paso del tiempo, abrazando con dignidad sus calles adoquinadas, sus plazas apacibles y su fervor por una de las tradiciones más intensas de la cultura cubana: las Parrandas.

Un pueblo detenido en el tiempo

Caminar por Remedios es asomarse a una Cuba menos retratada. No hay grandes hoteles ni multitudes de turistas. En su lugar, el viajero encuentra portales sombreados, iglesias centenarias y un aire tranquilo que invita a la contemplación. La Parroquia Mayor de San Juan Bautista, con su altar mayor cubierto en pan de oro, es un testigo silencioso de siglos de fe y resistencia. Frente a ella, la plaza central sirve como punto de encuentro, escenario de guitarras al atardecer y niños que juegan sin prisa.

“Remedios no necesita gritar para llamar la atención”, comenta Lázaro, un joven historiador local. “Su encanto está en lo cotidiano, en lo que no cambia”.

Las Parrandas: una fiesta que nunca termina

Cada 24 de diciembre, el silencio sereno del pueblo estalla en colores, fuego y música. Las Parrandas de Remedios, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación, son una de las festividades populares más espectaculares de Cuba. La celebración enfrenta, cada año, a los barrios tradicionales de El Carmen y San Salvador, que compiten en desfiles, carrozas iluminadas, fuegos artificiales y comparsas coreografiadas.

Pero lo más sorprendente no ocurre solo en diciembre. Durante todo el año, los remedianos trabajan en secreto en talleres caseros, construyendo estructuras colosales, cosiendo trajes y practicando danzas. “Aquí la Navidad no se termina nunca”, dice Mariela, vecina del barrio El Carmen, mientras muestra con orgullo una maqueta de la carroza que presentarán este año.

Cultura viva más allá de la fiesta

Aunque las Parrandas son el corazón visible de Remedios, su riqueza cultural va mucho más allá. En sus calles se conservan tradiciones artesanales, como la elaboración de dulces caseros con coco, maní o boniato; la carpintería criolla; y el trabajo en vitral y herrería decorativa. Algunas casas coloniales han sido transformadas en cafés literarios, pequeñas galerías y hostales familiares, donde los visitantes pueden dormir entre muebles antiguos, escuchar historias del pueblo y saborear un café fuerte, como manda la costumbre.

Además, el Museo de las Parrandas ofrece una mirada íntima al alma festiva del pueblo, con vestuarios históricos, fotografías y videos que narran cómo Remedios ha encendido la noche durante generaciones.

Un destino para descubrir con calma

A diferencia de otros destinos turísticos más comerciales, Remedios apuesta por el turismo lento, humano y auténtico. Aquí, las experiencias no se compran en paquetes, se viven: compartir una comida campesina con una familia local, aprender a enrollar un tabaco en una finca cercana, o simplemente ver pasar la vida desde una mecedora en el portal.

A pocos kilómetros se encuentra Caibarién, un antiguo puerto pesquero con aroma a salitre y, más allá, las Cayos de Villa Clara, donde playas vírgenes esperan a quienes buscan una conexión entre cultura y naturaleza.

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