Redacción (Madrid)

En las primeras horas del día, cuando el rocío aún descansa sobre las hojas del monte, Félix González se calza sus botas de yarey y toma rumbo hacia las colmenas que guarda como si fueran parte de su familia. En un claro de la provincia de Sancti Spíritus, este apicultor de 68 años cuida de sus abejas con la misma paciencia con que su abuelo le enseñó, décadas atrás, los secretos de este oficio ancestral.

La apicultura artesanal en Cuba no es solo una fuente de miel: es una tradición profundamente enraizada en la identidad campesina, una práctica que se transmite de generación en generación, sostenida por la observación de la naturaleza y la sabiduría popular.

Más allá del negocio, un arte heredado

A diferencia de la apicultura industrial, donde la producción masiva es el objetivo, los apicultores artesanales del interior de la isla valoran la relación armónica con el medio ambiente. Usan cajas de madera hechas a mano, cuidan a las abejas sin el uso de químicos, y recolectan la miel solo en los momentos adecuados, respetando los ciclos de floración locales.

“Las abejas te enseñan a tener paciencia y a mirar el campo de otra manera”, dice González mientras destapa con cuidado uno de sus panales. “No es solo por la miel. Es por lo que ellas significan para la vida”.

Diversidad de sabores y saberes

La miel artesanal cubana varía en color, textura y sabor según la región. En Pinar del Río, por ejemplo, predomina una miel clara y floral, influida por la majagua y el guayabo silvestre. En cambio, en el oriente, donde abundan plantas como la campanilla azul o el azahar, la miel tiende a ser más densa y aromática.

Estas diferencias no son casuales. Muchos apicultores, sin haber estudiado botánica formalmente, conocen el calendario floral de su zona como si lo llevaran tatuado en la piel. Así deciden cuándo trasladar sus colmenas, cómo evitar el estrés de las abejas, o cuándo es mejor dejar de cosechar para preservar la salud de la colonia.

Sostenibilidad desde el campo

En un contexto donde la seguridad alimentaria y el cambio climático son retos constantes, la apicultura artesanal ofrece una vía sostenible y resiliente. Las abejas no solo producen miel; también polinizan cultivos esenciales y contribuyen al equilibrio ecológico.

Algunos proyectos comunitarios y cooperativas rurales han comenzado a valorar esta práctica como parte de un enfoque ecológico integral. Iniciativas locales, como talleres de formación en técnicas tradicionales o el intercambio de colmenas entre vecinos, fortalecen este saber popular sin necesidad de grandes tecnologías.

Educación y futuro

Aunque la modernidad avanza, muchos jóvenes del campo cubano están redescubriendo la apicultura como una opción de vida conectada con sus raíces. Y es que, en un mundo donde el ruido digital a menudo ahoga lo esencial, las colmenas siguen siendo una escuela silenciosa de constancia, respeto y observación.

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