Redacción (Madrid)
Viajar a Georgia es descubrir un país donde la historia, la hospitalidad y el sabor se entrelazan de manera única. Situada en el corazón del Cáucaso, entre Europa y Asia, esta nación ofrece una riqueza cultural que se refleja intensamente en su cocina. La gastronomía georgiana no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma: es una experiencia sensorial, un arte de compartir y celebrar la vida.
La cocina de Georgia es el resultado de siglos de influencias culturales y comerciales. Su ubicación estratégica en la antigua Ruta de la Seda permitió la llegada de especias, recetas y tradiciones culinarias de Persia, Turquía, Rusia y el Mediterráneo. Sin embargo, los georgianos supieron transformar cada influencia en algo propio, creando una gastronomía vibrante, variada y profundamente local.
En Georgia, la comida es sinónimo de hospitalidad. La mesa georgiana, o supra, es el corazón de la vida social: un festín donde se sirven numerosos platos acompañados de vino, brindis y conversaciones que pueden durar horas. Comer en Georgia es, ante todo, un acto de unión.

Entre los platos más icónicos destaca el khachapuri, una especie de pan relleno de queso fundido que varía según la región. El más famoso, el Adjaruli khachapuri, tiene forma de barca y se sirve con un huevo y mantequilla encima, que el comensal mezcla mientras el pan aún está caliente.
Otro imprescindible es el khinkali, una jugosa empanadilla rellena de carne, especias y caldo, que se come con las manos y se degusta en un solo bocado. Cada región tiene su versión particular, lo que refleja la diversidad del país.
El mtsvadi, carne marinada y asada en brochetas, es la versión georgiana del kebab, mientras que el lobio, un guiso de frijoles con hierbas aromáticas, muestra la sencillez y riqueza de los ingredientes locales.
Para acompañar, nunca falta el vino georgiano, considerado uno de los más antiguos del mundo. Elaborado según técnicas tradicionales en ánforas de barro llamadas qvevri, este vino es un símbolo nacional y una parte esencial de la experiencia gastronómica.

Los postres georgianos también merecen su propio viaje. El más conocido es el churchkhela, una especie de “vela” de nueces o almendras ensartadas en un hilo y cubiertas con una mezcla espesa de jugo de uva y harina. No solo es delicioso, sino también un alimento energético tradicional de los pastores y viajeros.
El gozinaki, preparado con miel y nueces caramelizadas, suele servirse en celebraciones, especialmente durante el Año Nuevo. Cada bocado es un recordatorio de la importancia del compartir y del goce de lo cotidiano.
La gastronomía georgiana no es solo un conjunto de recetas: es una filosofía de vida. Las comidas son ocasiones para celebrar la amistad, honrar a los invitados y brindar por la alegría. El tamada, maestro de ceremonias de la supra, lidera los brindis y da sentido a la reunión, reforzando los lazos humanos a través del vino y la palabra.

Para el viajero, participar en una supra o recorrer los mercados tradicionales de Tiflis y Batumi es una forma de conocer el alma del país. Cada aroma, cada plato y cada sonrisa son una puerta abierta a la esencia georgiana.
La gastronomía de Georgia es un viaje en sí misma: una travesía por sabores ancestrales, paisajes montañosos y corazones generosos. Quien la prueba descubre que no es solo comida, sino una forma de arte, de historia y de amor por la vida. En cada plato se esconde la herencia de un pueblo que ha sabido transformar su geografía y su historia en un banquete de identidad.
Visitar Georgia sin saborear su cocina sería perderse la mitad de su encanto. Porque, al final, el verdadero viaje comienza cuando el aroma del khachapuri recién horneado te invita a sentarte a la mesa y brindar, al modo georgiano, por la amistad y la vida.












