Los imprescindibles para viajar a República Dominicana

Redacción (Madrid)

República Dominicana es uno de los destinos más populares del Caribe, conocida por sus playas paradisíacas, su clima cálido durante todo el año y su variada oferta turística que va desde resorts todo incluido hasta aventuras en la montaña. Para disfrutar plenamente de la experiencia, empacar de forma inteligente es esencial. A continuación, te ofrecemos una guía práctica sobre qué llevar en la maleta si vas a visitar el país.

1. Ropa ligera y adecuada para el clima tropical

El clima en República Dominicana es mayormente cálido y húmedo, con temperaturas que oscilan entre los 25°C y 32°C durante todo el año. Por ello, se recomienda empacar ropa liviana, transpirable y cómoda.

Incluye en tu equipaje:

  • Camisetas y blusas de algodón o lino
  • Pantalones cortos, bermudas o faldas
  • Vestidos frescos
  • Ropa de baño (preferiblemente más de uno)
  • Ropa interior ligera
  • Gafas de sol y sombrero o gorra para el sol

Si planeas salir por la noche o visitar restaurantes formales, lleva al menos un conjunto más elegante (vestido informal o pantalón largo con camisa).

2. Calzado adecuado para diferentes actividades

Dependiendo de tu itinerario, necesitarás diferentes tipos de calzado. Las chancletas o sandalias son indispensables para la playa, pero también es recomendable llevar calzado cerrado para excursiones o caminatas.

Recomendado:

  • Sandalias cómodas
  • Zapatillas deportivas o calzado para caminar
  • Calzado cerrado casual para salidas nocturnas o cenas

3. Artículos de protección solar y cuidado personal

El sol en República Dominicana es fuerte, especialmente en zonas costeras. Es fundamental protegerse para evitar quemaduras o golpes de calor.

No olvides empacar:

  • Protector solar de amplio espectro (FPS 30 o superior)
  • Bálsamo labial con protección solar
  • Repelente de insectos (especialmente útil en zonas rurales o al atardecer)
  • Sombrero de ala ancha o gorra
  • After sun o gel de aloe vera por si te quemas

En cuanto a artículos de higiene personal, aunque muchos se pueden conseguir localmente, siempre es útil llevar los productos específicos que usas a diario.

4. Documentación y tecnología

Viajar con los documentos necesarios y la tecnología adecuada puede evitarte inconvenientes.

Empaca:

  • Pasaporte válido
  • Copias impresas o digitales de tus reservas y seguros de viaje
  • Adaptador de enchufe (el estándar es tipo A/B, 120V)
  • Teléfono móvil desbloqueado (para usar con SIM local si lo deseas)
  • Cargadores, batería portátil y auriculares

5. Otros elementos útiles

Algunos accesorios pueden hacer tu viaje mucho más cómodo.

Útiles adicionales:

  • Botella reutilizable para agua
  • Mochila pequeña para excursiones diarias
  • Toalla de secado rápido
  • Impermeable ligero o paraguas (especialmente si viajas entre mayo y noviembre, temporada de lluvias)
  • Kit de primeros auxilios básico (analgésicos, curitas, antihistamínicos)

La Sierra de Mariola, un espacio natural encantador e inexplorado del levante español

Redacción (Madrid)

En el interior de la provincia de Alicante, donde la vegetación mediterránea se entrelaza con antiguos caminos de piedra y el aire huele a hierbas silvestres, se alza la Sierra de Mariola, uno de los espacios naturales más encantadores y menos explorados del levante español. Declarada Parque Natural en 2002, esta sierra no solo es un pulmón verde de biodiversidad, sino también un refugio cultural cargado de historia, leyendas y silencio.

La Sierra de Mariola es uno de esos destinos que no se visitan por casualidad: se elige ir. Y una vez que se entra en su ritmo pausado, en sus senderos flanqueados por carrascas, fuentes y masías olvidadas, es fácil entender por qué ha inspirado a poetas, botánicos y viajeros durante siglos.

Uno de los mayores tesoros de Mariola es su riqueza botánica. Conocida desde tiempos antiguos por la abundancia de plantas medicinales y aromáticas, esta sierra da nombre incluso a la famosa infusión digestiva valenciana: el “herbero de Mariola”. Pasear por sus laderas es un deleite para los sentidos: romero, tomillo, espliego, manzanilla, ajedrea… El olor cambia con el viento y la estación.

Sus múltiples senderos, bien señalizados, conectan antiguos molinos, neveros (pozos de nieve) y fuentes naturales. Rutas como la subida al Montcabrer, su pico más alto (1.390 m), ofrecen panorámicas espectaculares de los valles del interior alicantino y valenciano.

En torno a la sierra se encuentran pueblos con un fuerte carácter y tradición. Bocairent, con su casco histórico medieval esculpido en piedra, es quizás el más famoso. Sus cuevas moriscas, su plaza de toros tallada en roca y sus calles estrechas parecen detenidas en el tiempo.

Otros pueblos como Agres, Alfafara o Muro de Alcoy son menos conocidos pero igualmente encantadores, ideales para perderse entre calles tranquilas, probar la gastronomía local y escuchar a los mayores contar historias de nieves eternas y contrabandistas de montaña.

Más allá de su belleza natural, Mariola guarda un patrimonio escondido. Entre sus montañas se encuentran antiguos neveros o «cavas», como la impresionante Cava Arquejada, construida entre los siglos XVI y XVIII para almacenar nieve y venderla durante el verano en ciudades costeras como Valencia o Alicante.

También abundan las ermitas solitarias, como la de la Virgen de Agres, lugar de peregrinación desde el siglo XV, y vestigios de antiguos caminos de trashumancia y torres de vigilancia de la época islámica.

Visitar la Sierra de Mariola es un acto de desaceleración. Aquí no hay grandes hoteles ni masificaciones. La mayoría de alojamientos son casas rurales, hospederías y pequeños hoteles familiares que invitan al descanso, a la lectura o a contemplar las estrellas en noches claras.

Es un destino ideal para el turismo de bienestar, la fotografía de naturaleza, el senderismo, las rutas en bici o simplemente para reconectar con uno mismo.

La Sierra de Mariola no necesita artificios para enamorar. Su encanto radica en la autenticidad, en la armonía entre paisaje y tradición, en la sensación de caminar por caminos antiguos sabiendo que otros lo hicieron siglos atrás. Es un lugar donde el tiempo no se detiene, pero sí se suaviza.

Quien descubre Mariola no solo encuentra un destino, sino también una forma de viajar más consciente, más íntima y más respetuosa.

Holguín, el secreto mejor guardado del caribe en forma de playa

Redacción (Madrid)

En el corazón del oriente cubano, la provincia de Holguín es un tesoro natural que combina historia, cultura y, sobre todo, algunas de las playas más hermosas del Caribe. A diferencia de los destinos más masificados de la isla, como Varadero o Cayo Coco, Holguín ofrece un litoral virgen, tranquilo y de una belleza casi intacta. Aquí, cada playa es una invitación al descanso, la contemplación y la aventura.

Quien pisa la arena blanca de Guardalavaca o se sumerge en las aguas cristalinas de Playa Esmeralda descubre un destino que va más allá del sol y el mar. Es una experiencia de conexión con lo esencial.

Guardalavaca es, sin duda, la playa más conocida de Holguín. Su nombre, pintoresco y lleno de leyendas, da paso a una costa de arena fina, bordeada por cocoteros y bañada por un mar turquesa. Es ideal tanto para familias como para parejas o viajeros solos. Aquí se combinan resorts todo incluido con zonas de acceso libre, y la oferta de actividades acuáticas es abundante: esnórquel, kayak, windsurf y buceo entre arrecifes.

Lo que la hace especial no es solo su belleza, sino la hospitalidad de la gente local y la cercanía con pueblos tradicionales donde aún se respira el alma cubana.

Más exclusiva y escondida, Playa Esmeralda es una joya reservada para los amantes del confort y la tranquilidad. Rodeada por un entorno natural protegido y hoteles cinco estrellas integrados al paisaje, esta playa ofrece privacidad y un mar de tonalidades únicas. Es un lugar ideal para desconectar, disfrutar de tratamientos de spa frente al océano o degustar gastronomía gourmet con el sonido de las olas como fondo.

Sus aguas tranquilas y cristalinas son perfectas para el buceo y el esnórquel, con una rica vida marina a pocos metros de la costa.

Playa Pesquero, con su amplia extensión de arena clara y suave oleaje, es la favorita de muchos viajeros europeos. Alberga uno de los resorts más grandes del país, pero su extensión permite espacios de tranquilidad. Es una playa ideal para familias, con excelente infraestructura y variadas opciones de entretenimiento.

Además, está muy cerca del Parque Nacional Bahía de Naranjo, donde se puede nadar con delfines o hacer excursiones ecológicas en barco.

Si buscas algo más auténtico y menos turístico, Playa Don Lino y Los Caletones son perfectas para ti. Son playas pequeñas, rústicas y acogedoras, donde puedes convivir con pescadores locales y sentir el ritmo pausado de la vida en el campo cubano. Ideales para mochileros y ecoturistas.

Las playas de Holguín no compiten por brillar; simplemente son. Hermosas, tranquilas, diversas y auténticas. Ya sea que busques lujo, aventura, descanso o cultura, este rincón oriental de Cuba lo tiene todo.

Descubrir Holguín es descubrir el alma del Caribe en su estado más puro.

La Ruta del Cares, un viaje al corazón de los Picos de Europa

Redacción (Madrid)

Enclavada en uno de los rincones más espectaculares del norte de España, La Ruta del Cares es mucho más que un simple sendero de montaña. Es una experiencia inmersiva en la majestuosa belleza de los Picos de Europa, una travesía que seduce tanto a senderistas experimentados como a caminantes ocasionales por su combinación única de historia, naturaleza salvaje y paisajes sobrecogedores.

Un camino entre abismos

La ruta conecta las localidades de Caín (León) y Poncebos (Asturias), a lo largo de unos 12 kilómetros que serpentean entre desfiladeros vertiginosos, túneles excavados a mano y puentes colgantes sobre el río Cares. A menudo apodado “la Garganta Divina”, este sendero se abre paso por un estrecho cañón que parece haber sido esculpido por los dioses.

La historia de este camino es tan impresionante como su geografía. Originalmente trazado a principios del siglo XX para dar mantenimiento al canal hidráulico de la central eléctrica de Camarmeña, fue ampliado y acondicionado entre 1945 y 1950. La obra, realizada en condiciones extremas, dejó como legado una ruta de senderismo que hoy figura entre las más populares de España.

Naturaleza en estado puro

Recorrer la Ruta del Cares es adentrarse en un ecosistema vibrante. Los cortados de roca caliza albergan una fauna diversa que incluye rebecos, buitres leonados e incluso el esquivo quebrantahuesos, recientemente reintroducido en la zona. La flora, que varía con la altitud, pinta de verdes, ocres y violetas el paisaje a lo largo del año.

En cada curva del sendero, el caminante encuentra vistas panorámicas que desafían la imaginación: paredes verticales de más de 1000 metros, el cauce esmeralda del río varios cientos de metros más abajo y la silueta de las cumbres recortándose contra el cielo. Es un espectáculo natural que impone respeto y a la vez invita a la contemplación.

Consejos para el viajero

Aunque el recorrido no presenta grandes dificultades técnicas, no debe subestimarse. El terreno es irregular, estrecho en algunos tramos y carece de barandillas, por lo que se recomienda precaución, calzado adecuado y evitar los días de mucha afluencia. También es importante llevar agua, algo de comida y consultar la previsión meteorológica antes de iniciar la marcha.

Para quienes no deseen hacer el trayecto completo de ida y vuelta (24 km), una opción habitual es organizar transporte al punto de partida o llegada, o pernoctar en una de las localidades del recorrido para disfrutar con calma del entorno.

Más allá del sendero

La Ruta del Cares es también una puerta de entrada al Parque Nacional de los Picos de Europa, una de las joyas naturales de la península ibérica. A poca distancia, se pueden visitar lugares tan emblemáticos como el Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), el monasterio de Santo Toribio de Liébana o los lagos de Covadonga.

La gastronomía local es otro de los grandes atractivos. Platos como el cabrito guisado, la fabada o los quesos artesanales —en especial el de Cabrales— permiten recuperar fuerzas con sabor y tradición tras la caminata.

Dormir bajo las estrellas, qué es el vivac y cómo practicarlo legalmente en España

Redacción (Madrid)

En un mundo cada vez más acelerado y urbano, la necesidad de conectar con la naturaleza se ha convertido en un anhelo común. El vivac, una forma minimalista de pernoctar al aire libre sin tienda de campaña, ofrece una experiencia íntima y directa con el entorno. No se trata solo de dormir bajo las estrellas: es una manera de reconectar con lo esencial, alejados del bullicio, con lo mínimo y lo justo.

Pero antes de lanzarse a la montaña con el saco de dormir, es importante conocer qué implica exactamente el vivac y cuáles son los requisitos legales para realizarlo en España sin dañar el medio ni incurrir en sanciones.

El vivac consiste en dormir al raso, habitualmente con un saco de dormir, esterilla y, en algunos casos, una funda de vivac o toldo ligero. A diferencia de la acampada, no se instala una tienda ni se ocupa un espacio físico de forma estable o prolongada. Se considera una práctica discreta, de bajo impacto, pensada para montañistas, senderistas o aventureros que desean pasar la noche en plena naturaleza sin dejar huella.

La respuesta depende de la comunidad autónoma y del tipo de espacio natural. A diferencia de la acampada libre, que está prohibida en la mayoría del país, el vivac se encuentra en un vacío legal parcial. No está expresamente regulado en muchas zonas, pero suele tolerarse si se cumplen ciertos principios básicos:

  1. Discreción total: El vivac debe hacerse al anochecer y desmontarse al amanecer.
  2. No dejar rastro: Todo lo que se lleve debe volver contigo. Nada de basura, fuego o alteración del entorno.
  3. Sin estructuras: No se permite montar tiendas, carpas ni instalaciones fijas.
  4. Fuera de zonas protegidas sin autorización: En parques nacionales o naturales, es necesario consultar previamente o pedir permiso expreso. Por ejemplo:
    • En el Parque Nacional de los Picos de Europa y en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el vivac está permitido a partir de cierta altitud y lejos de caminos principales, pero con normas estrictas.
    • En la Sierra de Guadarrama, el vivac se permite por encima de los 2.100 metros, fuera de áreas de uso restringido.
  5. No encender fuego: Está prohibido hacer fuego en la mayoría de entornos naturales por riesgo de incendio.

El vivac ofrece una experiencia auténtica, donde el viajero no solo contempla el paisaje, sino que forma parte de él por una noche. Dormir bajo la bóveda celeste, escuchar el viento o el crujir de los árboles, y despertarse con la primera luz sin barreras entre tú y la montaña, tiene un valor difícil de igualar.

España, con su rica geografía montañosa y diversidad de paisajes, es un país ideal para el vivac. Pero practicarlo exige conocimiento, planificación y respeto. No basta con querer dormir bajo las estrellas: hay que hacerlo de forma responsable, legal y con el menor impacto posible.

Música en cada esquina: explorando el alma sonora de Cuba

Redacción (Madrid)

En Cuba, la música no es solo una manifestación artística: es una forma de respirar. Basta con pasear por La Habana Vieja para que los oídos descubran lo que los ojos aún no han registrado. Desde un balcón colonial resuena el son cubano con su inseparable tres, en una esquina un dúo improvisa boleros con voz y guitarra, mientras que en el Malecón, los tambores afrocubanos se funden con el murmullo del mar. La isla vibra a ritmo propio, y esa vibración es su alma sonora.

La historia musical de Cuba es, en esencia, la historia de su pueblo. Forjada en el crisol de culturas africanas, españolas y caribeñas, la música ha sido lenguaje de resistencia, celebración y memoria colectiva. No se trata sólo de géneros mundialmente reconocidos como el son, la rumba o el mambo. En la actualidad, esa riqueza se ha multiplicado: se escucha jazz afrocubano en los clubes de Vedado, timba en las fiestas populares y reguetón en los altavoces de los barrios humildes. Cada ritmo tiene su espacio, su público, y sobre todo, su historia.

Caminar por Santiago de Cuba, cuna de muchos de estos géneros, es encontrarse con la raíz africana más profunda. Aquí la rumba no es espectáculo, sino ceremonia. En los solares —espacios comunitarios abiertos— los tambores batá aún se tocan como ofrenda, en vínculo directo con la santería, religión sincrética que también canta y baila. En esta ciudad, las agrupaciones tradicionales como Los Muñequitos de Matanzas o el Septeto Santiaguero son tan veneradas como cualquier estrella del pop internacional.

Y sin embargo, no es sólo el pasado el que resuena. Cuba ha sabido renovar su identidad sonora. Jóvenes músicos como Cimafunk, con su explosiva mezcla de funk, soul y sabor cubano, están reescribiendo las reglas desde dentro. Mientras tanto, en pequeños estudios caseros de barrios como Marianao o Centro Habana, productores independientes graban a artistas emergentes que fusionan trap con trova, electrónica con guaguancó.

La música en Cuba no necesita escenarios para existir. En cada esquina —literalmente— hay una canción esperando a nacer. Un niño improvisa versos repentistas en una cola, un anciano canta décimas sentado en un portal, una familia entera baila en la azotea al ritmo de una vieja grabación. El país entero parece vibrar con una frecuencia melódica constante, como si su tierra misma estuviera hecha de claves, cuerdas y voces.

En un mundo donde la música tiende cada vez más a la uniformidad, Cuba sigue siendo un bastión de autenticidad. Su alma sonora es su mayor patrimonio, uno que no está en los museos ni en las vitrinas, sino en la piel de su gente, en el ritmo de su caminar, en la cadencia de su hablar. Porque en Cuba, como reza un viejo dicho popular, “si no hay música, no hay vida”.

Caminos tranquilos, cómo evitar la masificación en las rutas de montaña en rspaña

Redacción (Madrid)

España es un país de paisajes diversos y espectaculares, donde las rutas de montaña ofrecen una forma única de conectar con la naturaleza. Desde los majestuosos Pirineos hasta la abrupta belleza de la Sierra de Grazalema, cada sendero es una invitación a la aventura. Sin embargo, la creciente popularidad del senderismo y el auge del ecoturismo han provocado que muchas de estas rutas enfrenten un nuevo desafío: la masificación.

La masificación turística no solo perjudica la experiencia del visitante, sino que también amenaza la sostenibilidad ambiental, altera el hábitat de la fauna local y pone en riesgo la conservación del patrimonio natural. Por ello, es necesario repensar nuestra forma de explorar la montaña y buscar alternativas que permitan disfrutar del entorno sin comprometer su equilibrio.

Una de las maneras más efectivas de evitar la masificación es salirse del circuito turístico tradicional. En lugar de optar por rutas famosas como la del Caminito del Rey o la Ruta del Cares en temporada alta, los senderistas pueden explorar alternativas menos transitadas como la Sierra de Gata en Extremadura, la Sierra del Segura en Albacete o la Ruta de los Molinos en Castilla-La Mancha. Estos lugares conservan toda la belleza natural sin la presión del turismo masivo.

Muchas rutas de montaña sufren saturación en primavera y verano, cuando el clima es más favorable. Sin embargo, el otoño y el invierno también ofrecen paisajes impresionantes: bosques de colores rojizos, nieves ligeras y senderos silenciosos. Además, fuera de temporada se contribuye al equilibrio económico de las zonas rurales, distribuyendo la afluencia de visitantes a lo largo del año.

Evitar la masificación también implica adoptar una actitud consciente durante el viaje. Esto incluye respetar la señalización de los senderos, no dejar residuos, evitar ruidos innecesarios y apoyar negocios locales. Elegir guías certificados, hospedajes rurales y productos autóctonos ayuda a que el turismo beneficie directamente a las comunidades que cuidan de esos espacios.

Organizar excursiones con antelación permite evitar aglomeraciones en puntos clave, sobre todo en parques naturales que requieren control de acceso. Además, realizar caminatas en grupos pequeños reduce el impacto ambiental, facilita la movilidad y permite una experiencia más íntima con el entorno.

La montaña no debe convertirse en un escenario de masas, sino en un refugio para la introspección, el contacto con la naturaleza y el respeto por lo esencial. Promover rutas alternativas, distribuir los flujos turísticos y fomentar una cultura de respeto son pasos clave para conservar la belleza de los senderos españoles.

República Dominicana se reinventa en verde, auge del turismo ecológico en el Caribe

Redacción (Madrid)

Por mucho tiempo, República Dominicana fue sinónimo de playas de arena blanca, grandes resorts y vacaciones todo incluido. Pero lejos de las zonas hoteleras de Punta Cana y Bávaro, se está gestando otra narrativa turística: una apuesta por el turismo ecológico, responsable y sostenible, que conecta al viajero con la riqueza natural y cultural del país más allá del cliché caribeño.

Desde los picos de la Cordillera Central hasta las costas vírgenes del suroeste, el ecoturismo dominicano ha dejado de ser una alternativa marginal para convertirse en una de las principales tendencias del sector. Hoy, cada vez más viajeros buscan experiencias auténticas, alojamiento en armonía con el entorno y un contacto real con las comunidades locales.

Naturaleza como protagonista

República Dominicana alberga más de 128 áreas protegidas, entre parques nacionales, reservas científicas y monumentos naturales. Entre los más destacados están el Parque Nacional Los Haitises, un ecosistema de manglares y mogotes en la bahía de Samaná, ideal para el avistamiento de aves y manatíes; y el Parque Nacional Jaragua, en el suroeste, que incluye playas vírgenes, lagunas saladas y uno de los santuarios de flamencos más importantes del Caribe.

En el centro del país, la región de Jarabacoa y Constanza se ha consolidado como el corazón del ecoturismo de montaña. Allí, los visitantes pueden realizar actividades como senderismo, rafting, ciclismo de montaña o incluso ascender al Pico Duarte, el más alto de las Antillas. Estos destinos no solo ofrecen paisajes de postal, sino una auténtica inmersión en la vida rural dominicana.

Turismo con impacto social

Uno de los pilares del turismo ecológico es su compromiso con las comunidades locales. Proyectos de turismo comunitario en zonas como Barahona, Bahoruco o Monte Plata permiten a los visitantes alojarse en casas rurales, participar en talleres de artesanía, y aprender sobre la agricultura tradicional y la medicina natural.

Este modelo no solo distribuye de manera más equitativa los ingresos del turismo, sino que fomenta el orgullo cultural y la conservación del entorno, al convertir a los propios habitantes en guardianes de su territorio.

Sostenibilidad en crecimiento

Si bien queda mucho camino por recorrer en términos de regulación ambiental y responsabilidad empresarial, el crecimiento del turismo ecológico ha impulsado iniciativas interesantes: eco-lodges, fincas agroecológicas, operadores turísticos verdes y proyectos educativos que buscan equilibrar desarrollo económico y conservación.

Además, el país ha comenzado a implementar políticas públicas orientadas al turismo sostenible, apoyado por organizaciones internacionales que reconocen el potencial ecológico y cultural de la isla.

La República Dominicana se está redescubriendo a sí misma. En tiempos en que el planeta exige mayor conciencia ambiental, el país caribeño responde con una oferta turística que no solo seduce por su belleza, sino que enseña, transforma y deja huella. Porque viajar también puede ser una forma de cuidar.

La Habana, historia viva, encanto infinito y confort moderno

David Agüera (La Habana)

La Habana es mucho más que una ciudad; es una experiencia sensorial completa. Con su arquitectura colonial, autos clásicos, ritmos envolventes y un legado cultural que se respira en cada esquina, la capital de Cuba ha sabido conquistar a viajeros de todo el mundo. Pero para disfrutar verdaderamente de todo lo que ofrece, hay algo fundamental: elegir bien dónde alojarse.

Pasear por el Malecón mientras el sol cae sobre el mar Caribe, explorar las calles empedradas de La Habana Vieja (Patrimonio de la Humanidad), visitar el Museo de la Revolución, o simplemente sentarse en una plaza y dejarse envolver por la música cubana… La ciudad invita a descubrirla sin prisa.

Cada rincón cuenta una historia: desde los murales que honran a grandes como Martí y Ché, hasta las fortalezas que protegieron la ciudad de corsarios y piratas. La Habana es historia viva, pero también modernidad emergente, gastronomía sorprendente y arte en constante evolución.

Cuando visitas un destino tan vibrante como La Habana, el alojamiento no es solo un lugar para dormir: es parte esencial de tu experiencia. Por eso, alojarse en un hotel cinco estrellas garantiza no solo comodidad, sino también acceso a servicios de calidad, atención personalizada y una ubicación privilegiada para explorar.

Terraza y piscina del Hotel Gran Muthu Habana

Si buscas la combinación perfecta entre elegancia, confort y vistas inigualables, el Hotel Gran Muthu Habana es tu mejor elección. Ubicado en el corazón del Miramar moderno, este hotel cinco estrellas ofrece una experiencia única: habitaciones con vista al mar, una espectacular piscina infinita, restaurantes con cocina internacional y cubana, spa, gimnasio y todas las comodidades que un viajero actual exige.

Diseñado para viajeros exigentes, el Gran Muthu Habana te permite relajarte en un entorno exclusivo después de un día lleno de exploración. Su arquitectura contemporánea y decoración caribeña se mezclan con un servicio atento que refleja lo mejor de la hospitalidad cubana.

Además, su cercanía a embajadas, centros comerciales, galerías de arte y zonas culturales, lo convierten en el punto de partida ideal para conocer la ciudad sin sacrificar el confort.

Visitar La Habana es entrar en una dimensión donde el tiempo se detiene y la emoción fluye. Y si quieres vivirlo todo con intensidad, tu experiencia debe comenzar y terminar en un lugar que esté a la altura. Elige un hotel cinco estrellas. Elige el Gran Muthu Habana.

Tu viaje a La Habana merece lo mejor.

Marrakech, el latido eterno de Marruecos

Redacción (Madrid)
Marrakech es una ciudad que seduce desde el primer instante con sus colores intensos, sus aromas especiados y su bulliciosa vida callejera. Fundada en el siglo XI, esta joya del sur de Marruecos ha sabido conservar su esencia histórica mientras se adapta a los nuevos tiempos, convirtiéndose en uno de los destinos más vibrantes y fascinantes del norte de África. Recorrer sus calles es como adentrarse en un universo paralelo, donde el pasado y el presente conviven en un mismo latido.

La Medina, el corazón amurallado de Marrakech, es un laberinto de callejuelas estrechas donde cada esquina revela un nuevo secreto: una fuente centenaria, un riad oculto tras una sencilla puerta de madera, un mercado de especias donde el tiempo parece detenido. La plaza Jemaa el-Fna es el epicentro de esta vida inagotable, una explanada que cobra vida al atardecer con cuentacuentos, músicos, acróbatas y puestos de comida que embriagan los sentidos.

Más allá del bullicio, los jardines de Marrakech ofrecen un remanso de paz. El Jardín Majorelle, creado por el artista francés Jacques Majorelle y posteriormente rescatado por Yves Saint Laurent, es un refugio de azul intenso y vegetación exuberante. También los jardines de la Menara, con sus olivos centenarios y su estanque reflejando las montañas del Atlas en días claros, proporcionan una visión serena de la ciudad que contrasta con el frenesí de la Medina.

La arquitectura de Marrakech es un testimonio del arte andalusí y árabe en su máxima expresión. La Koutoubia, con su imponente minarete de 77 metros de altura, domina el horizonte y sirve de faro para los visitantes. Las tumbas saadíes, redescubiertas en el siglo XX, revelan la sofisticación artística de un pasado glorioso, mientras que el Palacio de la Bahía, con sus patios adornados de mosaicos y madera tallada, invita a imaginar la vida en tiempos de sultanes y visires.

No se puede hablar de Marrakech sin mencionar su gastronomía, un festín para el paladar. Desde los tajines humeantes de cordero y ciruelas hasta el cuscús de verduras cocinado lentamente, la cocina marroquí es un reflejo de su historia y su mezcla de culturas. En los zocos o en los riads convertidos en restaurantes, la experiencia culinaria se convierte en otro viaje dentro del viaje, donde el té de menta y los dulces de miel ponen el broche final a cada comida.

Visitar Marrakech es, en definitiva, sumergirse en una ciudad que no se entrega de inmediato, que se revela poco a poco a quienes están dispuestos a perderse en su ritmo, a dejarse llevar por sus aromas y sus voces. Es una ciudad que permanece en la memoria, impregnada de luz, de misterio y de una hospitalidad que trasciende idiomas y fronteras.