Redacción (Madrid)

Ubicada en la encrucijada entre Europa y Asia, Georgia es uno de esos destinos que sorprenden sin necesidad de grandes artificios. Con una historia milenaria, una cultura vibrante y paisajes que oscilan entre las cumbres nevadas del Cáucaso y las suaves colinas vinícolas de Kajetia, este pequeño país del Cáucaso se ha convertido en uno de los secretos mejor guardados del turismo global. Y quien lo descubre, rara vez lo olvida.

Tiflis, la capital, es el primer impacto: una ciudad marcada por sus contrastes. Callejones medievales conviven con arquitectura art nouveau, iglesias ortodoxas, sinagogas y mezquitas, y baños sulfurosos bajo cúpulas orientales. Pero más allá del trazado urbano, lo que enamora es su gente: los georgianos son hospitalarios por convicción cultural, y es común que un desconocido te invite a su casa a compartir vino y khachapuri (el tradicional pan con queso).

A nivel paisajístico, Georgia lo tiene todo: las montañas de Svaneti con sus torres defensivas; los monasterios excavados en roca como Vardzia o David Gareja; los valles verdes donde se produce vino con métodos que datan de hace 8.000 años, considerados los más antiguos del mundo. La región de Kajetia, en particular, es el paraíso del enoturismo, donde las bodegas familiares ofrecen degustaciones que son auténticas celebraciones.

También están sus playas en el mar Negro, como Batumi, con su arquitectura moderna y vida nocturna, que contrasta con los pueblos rurales donde el tiempo parece haberse detenido. Georgia ofrece una experiencia completa: espiritual en sus iglesias milenarias, épica en sus senderos montañosos, y sensorial en su comida especiada y su vino ámbar.

Viajar a Georgia no es solo recorrer un país, sino abrir una puerta a una historia profunda, a una cultura única marcada por el cruce de imperios, y a una forma de vivir donde la generosidad no es excepción, sino norma. Un destino ideal para el viajero curioso, amante de la naturaleza, la historia y los placeres sencillos pero memorables. Georgia no grita para atraer turismo: sus encantos susurran, y quien los escucha, queda marcado para siempre.

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