
Redacción (Madrid)
Al sur de todo, donde la República Dominicana se agota contra la frontera con Haití, comienza un país distinto. Uno donde el tiempo se mueve lento, el viento huele a sal y cactus, y la naturaleza aún domina el paisaje. Ese lugar se llama Pedernales.
Durante décadas, ha sido un rincón olvidado por la infraestructura, pero recordado por quienes sueñan con un Caribe intacto. Con playas vírgenes como Bahía de las Águilas, desiertos rocosos, montañas con niebla, lagunas con flamencos y bosques secos repletos de iguanas, Pedernales es una anomalía ecológica y cultural.
Un Edén bajo presión
Pero hoy, ese silencio está en disputa. El gobierno dominicano ha puesto sus ojos —y millones de dólares— sobre este territorio con un ambicioso plan: convertirlo en un nuevo polo turístico de clase mundial. Aeropuerto internacional, autopistas, cadenas hoteleras, cruceros.
Lo que para algunos es una oportunidad histórica de desarrollo, para otros es una amenaza a uno de los ecosistemas más frágiles y únicos del Caribe insular.
Donde la frontera no es solo política
Más que un paraíso natural, Pedernales es también frontera: con Haití, con la pobreza, con el olvido. En el mercado binacional de Anse-à-Pitres se mezclan idiomas, productos y miradas. Es un lugar donde las tensiones geopolíticas y los intercambios humanos conviven cada día. Y esa dimensión humana no puede quedar fuera de cualquier plan de futuro.
Un modelo de desarrollo distinto
La gran pregunta es si Pedernales puede convertirse en un modelo de turismo sostenible real, no solo de palabra. Ya existen proyectos piloto de ecoturismo comunitario, guías capacitados, rutas de senderismo, avistamiento de aves, producción agrícola ecológica. Hay semillas.
La diferencia entre desastre o ejemplo dependerá de quiénes toman las decisiones —y de si se escuchan las voces locales.
El Caribe que viene
En un mundo cada vez más sediento de autenticidad y naturaleza, Pedernales podría ser la respuesta. Pero solo si se piensa más allá de los resorts, si se valora la biodiversidad tanto como el capital, y si se entiende que el verdadero lujo no está en el cemento, sino en la posibilidad de estar en un lugar que aún no ha sido destruido.