
Redacción (Madrid)
En una época donde cada rincón del planeta parece ya fotografiado y compartido mil veces, todavía existen lugares que sorprenden por su belleza discreta. Colmar, en la región francesa de Alsacia, es uno de esos destinos: accesible, acogedor y sorprendentemente subestimado por el turismo masivo.
Ubicada a solo unas horas en tren desde París, Estrasburgo o Zúrich, Colmar es una ciudad pequeña que parece detenida en el tiempo. Fachadas de entramado de madera, canales con cisnes, flores en cada balcón y callejones adoquinados crean una atmósfera de cuento. Y sin embargo, no es un decorado: es una ciudad viva, habitada, tranquila, que se deja recorrer sin prisa.
Un descubrimiento que se saborea con los ojos y el paladar
Más allá de su belleza estética, Colmar ofrece una experiencia sensorial completa. La gastronomía local mezcla lo mejor de la tradición francesa y alemana: vinos blancos aromáticos, tartas saladas, quesos regionales y panaderías que huelen a mantequilla y azúcar.
A diferencia de otras ciudades turísticas, aquí no hay filas interminables ni itinerarios apretados. Uno puede pasar la tarde en una terraza frente al canal, perderse en una librería antigua o visitar una bodega sin necesidad de reserva.
Arte y color, sin multitudes
El Museo Unterlinden, uno de los secretos mejor guardados del arte europeo, alberga obras del Renacimiento en un antiguo convento dominico. También hay pequeñas galerías independientes, talleres de artesanos y espacios de diseño repartidos en antiguos edificios medievales que mantienen su estructura original.
Durante el año, Colmar celebra festivales discretos pero encantadores, como su mercado navideño, uno de los más bellos y menos abarrotados de Europa, o el Festival Internacional de Música Clásica.
Accesible, cercano, inolvidable
Colmar no requiere conexiones complicadas ni grandes presupuestos. Se puede llegar fácilmente en tren desde Basilea (Suiza), Estrasburgo o incluso París. Todo está a escala humana: las distancias se recorren a pie, la naturaleza está a pocos minutos, y el ritmo es lento, casi terapéutico.