Redacción (Madrid)

Artemisa, Cuba. — Enclavada en la Sierra del Rosario, a apenas 80 kilómetros al oeste de La Habana, se encuentra Soroa, un pequeño paraje natural que ha conquistado el corazón de visitantes nacionales y extranjeros gracias a sus paisajes exuberantes, sus aguas cristalinas y su singular jardín de orquídeas.

Conocida como “el arcoíris de Cuba”, Soroa debe su apodo a un fenómeno óptico frecuente en la zona: los rayos del sol atraviesan la neblina de la cascada local y dibujan un arcoíris casi permanente. El salto de agua, con 22 metros de altura, es uno de los atractivos principales. Sus visitantes suelen descender por senderos boscosos hasta la poza donde el río Manantiales se desploma entre rocas centenarias.

Pero Soroa no es solo un espectáculo visual. La biodiversidad de la región ha convertido a este sitio en un laboratorio natural para investigadores. El Orquideario de Soroa, fundado en 1943 por el canario Tomás Felipe Camacho, es hoy el mayor jardín de su tipo en Cuba y uno de los más completos del Caribe. Con más de 20.000 ejemplares de unas 700 especies, muchas de ellas endémicas, el espacio combina belleza y ciencia.

La zona también forma parte de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rosario, reconocida por la UNESCO desde 1985, lo que garantiza la protección de sus bosques tropicales, su fauna autóctona y sus comunidades rurales. Senderistas, fotógrafos y amantes del ecoturismo encuentran aquí rutas que mezclan historia, naturaleza y cultura campesina.

El turismo ha tenido un peso creciente en la vida local. Casas particulares, pequeños restaurantes familiares y un hotel gestionado por la empresa estatal Cubanacán reciben a quienes buscan desconectarse del bullicio urbano. Sin embargo, habitantes y expertos advierten sobre el reto de mantener un equilibrio entre el desarrollo turístico y la conservación del ecosistema.

En tiempos donde el turismo sostenible se ha vuelto una prioridad global, Soroa ofrece un ejemplo de cómo un rincón de Cuba puede conjugar la riqueza natural con la conciencia ambiental. Un sitio donde la cascada, las orquídeas y el arcoíris no son solo atractivos turísticos, sino símbolos de identidad y orgullo local.

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