Redacción (Madrid)
Enclavado en el corazón de la provincia de Valladolid, Peñafiel se alza como uno de los bastiones históricos más reconocibles de Castilla y León. Su imponente castillo, dispuesto sobre una estrecha loma que domina todo el valle del Duero, recibe al visitante con la elegancia pétrea de los siglos. La silueta de esta fortaleza, convertida hoy en Museo Provincial del Vino, es un símbolo inseparable del territorio y uno de los iconos turísticos de la comunidad.


La economía local ha experimentado una notable transformación en las últimas décadas, impulsada principalmente por el auge del enoturismo. Situado en plena Denominación de Origen Ribera del Duero, Peñafiel ha visto cómo bodegas de renombre internacional se sumaban a pequeños productores familiares para formar un tejido enológico que atrae a miles de visitantes cada año. Los recorridos por las bodegas subterráneas, excavadas en la roca durante siglos, se han convertido en una experiencia imprescindible para quienes buscan comprender la relación del pueblo con el vino.


El patrimonio religioso también añade profundidad a la identidad peñafielense. Iglesias como la de San Pablo, con su característico estilo gótico-mudéjar, o el Convento de San Francisco, que alberga parte del Museo Comarcal, dan cuenta del esplendor artístico que impregnó la villa en tiempos pasados. Cada uno de estos edificios contribuye a dibujar una narrativa histórica que fusiona espiritualidad, poder señorial y tradición popular.


Hoy, Peñafiel se presenta como un destino que ha sabido equilibrar modernidad y raíces. Con una oferta gastronómica vinculada al lechazo asado y al vino de la Ribera, un patrimonio monumental de primer orden y una agenda cultural en constante crecimiento, el municipio se consolida como una referencia turística dentro de Castilla y León. Sus calles, su historia y su paisaje siguen invitando al viajero a detenerse y mirar, como si cada rincón contara un capítulo más de una larga crónica castellana.


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