Redacción (Madrid)

La Habana, capital de Cuba, es una ciudad donde la historia se entrelaza con el arte en cada esquina. Sus calles, plazas y avenidas no solo son testigos del paso del tiempo, sino también un museo al aire libre. Entre su arquitectura colonial, sus parques y su emblemático malecón, las esculturas habaneras se alzan como guardianas silenciosas del pasado y expresiones vivas de la identidad cubana.

Caminar por La Habana es encontrarse constantemente con el arte. En La Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad, abundan esculturas que representan personajes históricos, símbolos culturales y figuras populares. Una de las más reconocidas es la escultura de El Caballero de París, obra del artista José Villa Soberón. Ubicada cerca del Convento de San Francisco de Asís, esta figura de bronce rinde homenaje a un personaje real que deambulaba por las calles en los años 50, famoso por su elegancia y carisma. Hoy, miles de visitantes se detienen a tocar su barba o su mano, siguiendo la creencia popular de que trae buena suerte.

Otra de las obras emblemáticas es la escultura de José Martí en la Plaza de la Revolución, imponente y solemne. Situada frente al monumento del mismo nombre, esta pieza monumental es uno de los puntos más visitados por turistas y locales. Su presencia domina la plaza y recuerda la importancia del pensamiento y la cultura en la historia nacional.

En el Malecón habanero, donde el arte se mezcla con el sonido del mar, varias esculturas modernas captan la atención. Entre ellas destaca la “Primavera” del escultor Rafael San Juan, una figura femenina de acero que simboliza la vitalidad, la fuerza y la sensualidad de la mujer cubana. Esta obra, de estilo contemporáneo, contrasta con la arquitectura clásica del entorno, generando un diálogo visual entre lo antiguo y lo moderno.

También en zonas como el Parque Central y el Capitolio, las esculturas aportan un aire de elegancia y memoria. Leones de bronce, héroes nacionales y figuras alegóricas decoran los espacios, invitando al visitante a detenerse y observar los detalles artísticos. Estos conjuntos escultóricos reflejan la influencia europea en el arte cubano del siglo XIX, al tiempo que se integran al paisaje tropical con una naturalidad sorprendente.

Sin embargo, más allá de las esculturas monumentales, La Habana también se distingue por su arte público más íntimo y cotidiano. En barrios como Vedado o Centro Habana, pueden encontrarse pequeñas obras de artistas locales, murales y figuras abstractas que enriquecen la vida urbana. Este arte callejero y escultórico contemporáneo ofrece una mirada fresca y diversa a la ciudad, demostrando que la creatividad cubana no se limita a los museos.

Desde el punto de vista turístico, recorrer las esculturas de La Habana es una forma diferente de descubrir la ciudad. Cada pieza cuenta una historia: algunas narran hechos históricos, otras representan mitos urbanos, y muchas simplemente expresan belleza. Para los visitantes, seguir una ruta escultórica puede convertirse en un itinerario cultural alternativo, ideal para quienes buscan algo más que playas o arquitectura.

En conclusión, las esculturas de La Habana son parte esencial de su alma. Son huellas tangibles de su historia, expresiones de su sensibilidad artística y puntos de encuentro entre el pasado y el presente. Caminar entre ellas es comprender que la ciudad no solo se recorre: también se contempla. En cada plaza, en cada esquina, en cada figura de bronce o acero, La Habana revela una parte de sí misma, invitando al viajero a mirar con atención y a descubrir el arte que respira en sus calles.

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