
Redacción (Madrid)
El skateboarding, nacido en las calles de California en la década de 1960, es hoy un deporte global y un estilo de vida que combina creatividad, libertad y cultura urbana. Estados Unidos, cuna de esta disciplina, alberga algunos de los skate parks más icónicos del mundo, destinos que atraen tanto a patinadores como a viajeros interesados en conocer espacios donde la arquitectura urbana se convierte en arte y movimiento.

Uno de los lugares imprescindibles es Venice Beach Skatepark, en Los Ángeles, California. Ubicado frente al mar, este parque se ha convertido en símbolo del skate californiano. Sus bowls, rampas y barandillas reciben a patinadores de todas partes, mientras el océano Pacífico sirve de telón de fondo. La atmósfera es vibrante: música, grafitis, turistas y locales se mezclan en un espacio que representa la esencia libre y artística del skate.
Otro destino destacado es el Burnside Skatepark en Portland, Oregón. Construido por la comunidad de patinadores a principios de los años noventa bajo un puente de la ciudad, este lugar se convirtió en un ícono del skate DIY (“hazlo tú mismo”). Su origen alternativo y su diseño único lo han hecho famoso en películas, videojuegos y revistas especializadas. Hoy, visitar Burnside es experimentar un pedazo de historia viva de la cultura del skateboarding.
Más al sur, en San Diego, se encuentra el Washington Street Skatepark, otro ejemplo de espacio comunitario creado por skaters. Sus transiciones rápidas y su ambiente auténtico lo convierten en un sitio legendario para quienes buscan una experiencia intensa, lejos de los parques más comerciales.

En la costa este, FDR Skatepark en Filadelfia es otra parada obligatoria. Construido bajo una autopista, combina la crudeza del concreto con la creatividad de sus rampas y bowls. El lugar transmite la fuerza de una comunidad que encontró en el skate un medio de expresión y pertenencia. Además, es famoso por su atmósfera rebelde y por ser escenario de competencias y eventos que celebran la cultura urbana.
Por último, vale mencionar The Berrics en Los Ángeles, un skatepark privado fundado por los patinadores Steve Berra y Eric Koston. Aunque no es de acceso público, ha alcanzado fama mundial gracias a los videos de alta calidad que allí se producen, convirtiéndose en una referencia mediática para millones de skaters en todo el planeta.

Estos parques no solo son espacios deportivos: también son destinos turísticos culturales. En ellos, el viajero encuentra un ambiente donde confluyen música, arte urbano y comunidad. Son escenarios que permiten entender cómo el skateboarding dejó de ser una práctica marginal para convertirse en un deporte olímpico, sin perder su espíritu rebelde y creativo.
En conclusión, recorrer los skate parks icónicos de Estados Unidos es adentrarse en la historia y en la esencia de una cultura que transformó el asfalto en lienzo y las rampas en escenario. Cada uno de estos parques cuenta una historia distinta, pero todos comparten la misma energía: la pasión por deslizarse, crear y desafiar los límites de la ciudad.
