Redacción (Madrid)

Al sur del país, entre las montañas que bordean la Bahía de Ocoa, se encuentra la provincia de San José de Ocoa, cuya capital (también llamada San José de Ocoa) es una de las localidades menos visitadas del país, pero quizás de las más auténticas. A diferencia de los destinos playeros o turísticos convencionales, Ocoa ofrece un clima fresco, vegetación abundante, ríos y paisajes que parecen más propios de la cordillera central que del Caribe. Su orografía accidentada y su aislamiento relativo frente a las grandes autopistas han preservado una cultura rural ligada estrechamente al cultivo, a las fiestas tradicionales y al tejido comunitario.

En lo económico, la agricultura se alza como pilar fundamental. Muchos de sus habitantes se dedican al café, a la fruta, a productos de huerta, cultivos menores que, aunque no son masivos, sostienen buena parte de la población. También se está impulsando el ecoturismo como vía de desarrollo alternativo: rutas de senderismo, miradores naturales, actividades como canopy o tirolesa en zonas como Tatón, y pequeños alojamientos rurales o casas de campo que permiten al visitante integrarse en un ambiente distinto. Estos desarrollos aún no están masificados, lo que ofrece la ventaja de una experiencia más directa, menos mediada por los circuitos turísticos convencionales.

En cuanto al turismo, San José de Ocoa está ante una disyuntiva: cómo conservar lo auténtico sin quedarse al margen del progreso. Por ejemplo, comunidades como El Pinar o Nizao Las Auyamas han comenzado a organizarse para recibir visitantes, pero se enfrentan a problemas logísticos —acceso, señalización, servicios básicos—, y a la necesidad de capacitar locales para ofrecer servicios turísticos de calidad. No obstante, estas iniciativas tienen el beneficio de repartir los ingresos de manera más equitativa, de acercar al visitante al conocimiento de las prácticas agrícolas, las onces dominicanas, los mercados locales, y al contacto directo con la naturaleza.

Culturalmente, San José de Ocoa conserva tradiciones que se ligan al campo, a las fiestas patronales, al folklore, y a la gastronomía local que no aparece en las guías turísticas habituales. Esto incluye costumbres vinculadas al café (su cultivo, cosecha, beneficio), festividades religiosas, música local, además de un fuerte sentido de comunidad. Aunque no hay grandes infraestructuras culturales ni hoteleras de lujo, eso también aporta un valor: el visitante que llega busca autenticidad, contacto humano, tranquilidad, aire limpio. Aquí no hay resorts con todo incluido, sino casas de familia, parcelas cultivadas, vistas a senderos montañosos, atardeceres que colorean cerros.

Finalmente, el desafío para San José de Ocoa será equilibrar conservación con desarrollo. Las autoridades locales y organizaciones civiles tienen la tarea de promover un turismo sostenible, que respete los ecosistemas, apoye la economía local, y no degrade el ambiente natural ni social. Mejoras en carreteras, señalización, suministro de servicios básicos y capacitación pueden impulsar su potencial. Si se logra, Ocoa podría convertirse en un modelo de destino alternativo en República Dominicana: no para quienes buscan playas o fiestas, sino para aquellos que valoran paisaje, cultura viva, autenticidad. En ese camino, su mayor riqueza podría ser precisamente aquello que aún lo hace poco conocido.

Recommended Posts