Redacción (Madrid)

La Pista es un pequeño pueblo de la provincia de Monte Plata, en República Dominicana, que rara vez aparece en los mapas turísticos. Su nombre proviene de una antigua pista de aterrizaje utilizada por el Consejo Estatal del Azúcar, cuando los aviones servían para fumigar los cañaverales de la zona. Hoy en día, ese recuerdo se mantiene como parte de la identidad local, aunque la vida del pueblo ha cambiado mucho con los años.


La comunidad se formó y creció especialmente después del huracán George en 1998, cuando varias familias desplazadas fueron reubicadas allí. Desde entonces, los habitantes han enfrentado las consecuencias de los fenómenos naturales, que marcaron sus hogares y dejaron huellas en su forma de vivir. El gobierno construyó viviendas para los afectados, pero muchas quedaron a medio terminar, reflejando las dificultades de una reconstrucción lenta y a veces incompleta.


La vida en La Pista se sostiene principalmente gracias a la agricultura y la ganadería. Es común que las familias produzcan leche y quesos, y que los campos verdes alrededor marquen el ritmo cotidiano. La comunidad cuenta con una escuela, una clínica y una parroquia, puntos de encuentro que le dan cohesión y cierta estabilidad, aunque los recursos siguen siendo limitados.


No es un destino turístico ni un lugar con grandes infraestructuras, pero precisamente allí está su valor. La Pista es un ejemplo de resiliencia en medio de la adversidad, un rincón donde las personas trabajan la tierra, crían animales y mantienen vivas sus costumbres pese a la falta de recursos. Para quienes buscan conocer la República Dominicana más allá de las playas y los resorts, un lugar como este ofrece una mirada auténtica a la vida rural y a la capacidad de resistir que caracteriza a tantas comunidades olvidadas.



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