
Redacción (Madrid)
Cuando se habla de Las Vegas, la imaginación evoca casinos resplandecientes, hoteles monumentales y espectáculos de lujo. La llamada “ciudad del pecado” se presenta al mundo como un escaparate de brillo y excesos, un oasis de entretenimiento en pleno desierto de Nevada. Sin embargo, bajo ese resplandor existe otro mundo, invisible para el turismo convencional: una ciudad subterránea formada por los túneles pluviales que recorren el subsuelo de Las Vegas.

Estos túneles fueron construidos con un propósito práctico: desviar las aguas de las tormentas, que en el desierto pueden ser breves pero devastadoras. A lo largo de más de 300 kilómetros de canales y galerías, el subsuelo se ha transformado en un espacio inesperado, donde se ha desarrollado una comunidad oculta. Allí, cientos de personas han encontrado refugio, improvisando hogares en medio de la oscuridad. Colchones, estanterías, lámparas y hasta pequeños altares dan forma a un escenario que parece una ciudad fantasma escondida bajo el bullicio.
Para el viajero curioso, esta realidad subterránea contrasta de manera brutal con el mundo de arriba. Mientras en la superficie reinan el lujo, las apuestas y el consumo desenfrenado, bajo tierra se vive una existencia marcada por la precariedad, la creatividad y la resistencia. Explorar esta ciudad subterránea no es, por tanto, un entretenimiento turístico en el sentido clásico, sino un ejercicio de descubrimiento social y humano. Se trata de asomarse a la cara oculta de un destino que siempre ha estado ligado al exceso y a la fantasía, y descubrir que la supervivencia también forma parte de su identidad.

Este mundo oculto ha inspirado documentales, crónicas periodísticas y hasta rutas alternativas que buscan mostrar un Las Vegas más auténtico, menos idealizado. Aunque no se trata de una atracción turística oficial —pues sigue siendo un lugar habitado y vulnerable—, la existencia de estos túneles despierta la curiosidad de quienes desean ir más allá de los clichés. En ellos se revela la paradoja de una ciudad que brilla con intensidad en la superficie, pero que guarda sombras profundas bajo sus cimientos.
La ciudad subterránea de Las Vegas, en definitiva, es un recordatorio de que todo destino turístico encierra múltiples realidades. Para algunos, simboliza el fracaso de un sistema que deja a tantos al margen; para otros, representa la capacidad del ser humano de adaptarse y sobrevivir incluso en los espacios más insólitos. Y para el viajero que busca comprender la esencia de un lugar, constituye una invitación a mirar más allá de las luces de neón y reconocer que, incluso bajo tierra, Las Vegas sigue siendo un escenario de historias tan intensas como las que se juegan en la mesa de un casino.
