
Redacción (Madrid)
La República Dominicana es conocida por sus playas de arena blanca, su música vibrante y su calor humano. Sin embargo, entre los paisajes tropicales del este del país se alza un rincón que parece detenido en el tiempo: Altos de Chavón, una villa de inspiración mediterránea construida con piedra coralina y ladrillo, que se yergue majestuosa sobre un cañón con vistas al imponente Río Chavón.
Un pueblo nacido del arte y la imaginación
La historia de Altos de Chavón es tan fascinante como su arquitectura. Concebida en la década de 1970 por el diseñador Roberto Copa y el arquitecto dominicano José Antonio Caro, esta aldea no es una reconstrucción histórica, sino una creación deliberada para ser un epicentro cultural. Desde sus inicios, fue pensada como un refugio para artistas, artesanos y soñadores, un espacio donde la tradición y la creatividad se dan la mano.
Calles de piedra, talleres y plazas vivas
Caminar por sus empedradas callejuelas es entrar en un lienzo vivo. Tiendas de artesanía exhiben cerámicas pintadas a mano, tejidos, joyería en ámbar y larimar —la piedra semipreciosa azul que solo se encuentra en República Dominicana—. Los talleres, abiertos al público, permiten ver a los artesanos en pleno proceso creativo, mientras el aroma a pan recién horneado se mezcla con el de las flores tropicales que decoran balcones y plazas.
En el corazón del pueblo, la iglesia de San Estanislao, construida con piedra y madera envejecida, ofrece un marco idílico para bodas y eventos. Su pequeño atrio de flores contrasta con la amplitud del anfiteatro, una estructura al aire libre con capacidad para 5,000 personas, inaugurada en 1982 con un concierto de Frank Sinatra y Carlos Santana, y que desde entonces ha recibido a artistas de talla mundial.
Centro de formación y arte vivo
Más allá de su belleza, Altos de Chavón es un semillero cultural. La reconocida Escuela de Diseño, afiliada a Parsons School of Design de Nueva York, ha formado a generaciones de creativos que hoy destacan en moda, ilustración, cine y fotografía. Exposiciones temporales, talleres y presentaciones hacen que cada visita ofrezca algo nuevo.
Un mirador al pasado y al presente
Desde sus terrazas, el Río Chavón se extiende como una cinta verde esmeralda que serpentea hasta perderse en la distancia. No es casualidad que este paisaje haya servido como escenario para películas como Apocalypse Now y Rambo II. Sin embargo, más allá de su valor fotogénico, el lugar transmite una sensación de conexión con la historia y con la naturaleza.
Altos de Chavón no es solo un destino turístico; es un manifiesto cultural. Una obra maestra de piedra, arte y visión que demuestra que, incluso en medio del Caribe más exuberante, hay espacio para la calma, la contemplación y la inspiración.








