La Terraza del Círculo: Madrid desde el cielo

Redacción (Madrid)

No todas las ciudades permiten verse desde lo alto como si fueran un suspiro contenido. Madrid, intensa, luminosa, caótica y bella, encuentra un instante de pausa, una suerte de milagro suspendido, en la Terraza del Círculo de Bellas Artes, ese balcón privilegiado desde el cual el alma se despega de la rutina y se eleva. Más que un mirador, esta terraza es una experiencia poética, un rincón entre las nubes donde el arte y la ciudad se besan en silencio.

Ubicada en la calle de Alcalá, a pocos pasos de la emblemática Gran Vía, la terraza corona uno de los edificios culturales más vibrantes de Madrid: el Círculo de Bellas Artes, fundado en 1880 como refugio de artistas, intelectuales y espíritus inquietos. Subir al cielo, aquí, no es metáfora: un ascensor antiguo, casi teatral, conduce al visitante hasta lo más alto del edificio. Allí, el bullicio se disuelve, y comienza el hechizo.

La primera imagen que detiene la respiración es la de la diosa Minerva, protectora de las artes, que observa la ciudad desde su pedestal de bronce como si velara sus sueños. Más allá de su silueta imponente, Madrid se abre en 360 grados, generosa y abierta: desde las torres de Colón hasta las cúpulas del Palacio de Cibeles, desde el perfil lejano de las Cuatro Torres hasta la sierra azulada de Guadarrama, si el cielo está claro.

La terraza del Círculo de Bellas Artes no es solo para mirar: es para quedarse. Sentarse en una de sus mesas con un café al amanecer, un cóctel al atardecer o una copa bajo las estrellas es celebrar la vida desde un lugar privilegiado. El bar-restaurante ofrece platos cuidados y tragos que acompañan el espectáculo visual con sabores a la altura de las vistas.

En verano, es uno de los espacios más buscados de Madrid para noches de terraza, música y encuentros; en invierno, incluso con el aire frío, mantiene su encanto como refugio bohemio para quienes desean mirar sin ser mirados. Cada estación le da un matiz distinto: el oro tibio del otoño, el azul limpio del verano, el rosa pálido de las tardes invernales, la efervescencia luminosa de la primavera.

La experiencia de esta terraza va más allá del turismo. Forma parte del espíritu del Círculo: un lugar donde la cultura y la ciudad se entrelazan. Visitar la terraza puede formar parte de un día dedicado al arte: antes, una exposición de fotografía contemporánea o de vanguardia pictórica en sus salas; después, una copa entre las alturas, como colofón de una jornada estética. Aquí, mirar Madrid es también mirar(se) con otros ojos: más abiertos, más conscientes, más sensibles.

Pocos rincones pueden ser al mismo tiempo refugio de enamorados, secreto de madrileños nostálgicos, descubrimiento de viajeros curiosos, escenario de fotógrafos y confesionario de escritores. La terraza del Círculo es todo eso y más. No hace ruido, no presume: simplemente está ahí, como un secreto a voces que todos recomiendan pero que cada uno vive a su manera.

Es un espacio democrático en lo más noble del término: cualquier persona puede asomarse al alma de la ciudad, dejar atrás el tráfico y el tiempo, y sentir que, por un instante, Madrid le pertenece. O que él o ella le pertenece a Madrid.

Visitar la Terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid no es hacer check en un mirador más. Es detenerse. Es mirar el mundo con pausa. Es escribir con la mirada un poema sobre tejados, antenas y cúpulas. Es comprender que las ciudades también pueden ser miradas con ternura, desde la altura, desde la belleza.

Este 2025, en un mundo que sigue redescubriendo la lentitud, el asombro y el sentido, esta terraza sigue allí, esperando que alguien suba con el corazón abierto y el alma despierta. Porque mirar Madrid desde aquí no es solo ver la ciudad: es entender por qué Madrid enamora.

Pedernales y Bahía de las Águilas, el último paraíso virgen del Caribe

Redacción (Madrid)
En el extremo suroeste de la República Dominicana, donde el asfalto se mezcla con el polvo rojo y el mar parece aún no haber sido descubierto por el turismo de masas, se encuentra Pedernales. Esta provincia fronteriza, a menudo ignorada en las rutas tradicionales, alberga uno de los tesoros naturales más impresionantes del Caribe: Bahía de las Águilas. Con sus 8 kilómetros de arena blanca inmaculada y aguas cristalinas en tonos turquesa, esta playa es considerada una de las más vírgenes del hemisferio occidental.


Consciente del valor ecológico y turístico de la región, el gobierno dominicano ha anunciado una ambiciosa estrategia para convertir Pedernales en el nuevo polo turístico del sur, apostando por un modelo de desarrollo sostenible. El «Proyecto de Desarrollo Turístico de Pedernales» contempla la construcción controlada de infraestructura hotelera, un aeropuerto internacional, y accesos viales, con énfasis en el respeto al entorno natural y la participación de las comunidades locales.


Sin embargo, el proyecto no está exento de controversias. Ambientalistas y sectores académicos han expresado preocupación sobre el riesgo de que el desarrollo turístico, por bien intencionado que sea, degrade el frágil ecosistema de la zona. Piden garantías legales claras, monitoreo independiente y un modelo basado en el ecoturismo, que priorice la educación ambiental y la economía comunitaria por encima del turismo masivo.


Hoy, Bahía de las Águilas representa un dilema esperanzador: cómo abrir al mundo uno de los rincones más hermosos del Caribe sin repetir los errores del pasado. ¿Será posible preservar su carácter prístino mientras se transforma en un motor económico para una de las provincias más empobrecidas del país? El futuro de Pedernales, y quizás el modelo turístico dominicano del siglo XXI, depende de esa respuesta.




Entre el malecón y la modernidad: La arquitectura escultural del Royalton Habana Paseo del Prado

Redacción (Cuba)

Desde su inauguración, el Royalton Habana ha dividido opiniones con la vehemencia de todo lo que rompe esquemas. Algunos lo ven como una provocación, un cuerpo extraño encajado en el tejido urbano de Prado, donde los portales centenarios y los balcones herrumbrosos cuentan la historia de una Habana que se resiste a desaparecer. Otros —y cada vez son más— lo reconocen como un acto de osadía arquitectónica, una invitación a mirar hacia el futuro sin renegar del pasado.

El diseño estuvo a cargo de la renombrada firma francesa Richez_Associés, en colaboración con el estudio cubano UCX. Juntos han creado algo más que un hotel: una pieza de arquitectura contemporánea en pleno corazón de una ciudad marcada por el eclecticismo y el abandono.

El Royalton Habana no trata de mimetizarse. No quiere pasar desapercibido. Con su fachada de vidrio y acero, se proyecta como una caja de luz suspendida entre cielo y mar. A primera vista, podría parecer un gesto arrogante, pero una mirada más detenida revela otra cosa: una sensibilidad geométrica que dialoga con el entorno sin copiarlo, que respeta sin adular.

Una de sus apuestas más audaces es el juego de volúmenes que genera la ilusión de que el edificio flota sobre el Paseo del Prado. Las columnas retranqueadas, la disposición oblicua de los pisos superiores, y las terrazas abiertas al mar crean una coreografía de planos y transparencias que, al atardecer, parecen disolverse en la bruma atlántica.

Interior del hotel, Lugares y Más

En el interior, la historia continúa. El vestíbulo, sin excesos ornamentales, deja que la vista corra hasta donde el Malecón se funde con el horizonte. El mármol y la madera se combinan con arte local cuidadosamente curado, en un gesto de respeto al contexto cultural que lo acoge. Cada espacio parece construido no solo para ser transitado, sino contemplado.

Pero más allá de su estética, el Royalton Habana encarna una idea rara en la arquitectura hotelera: la de pertenecer. No por imitación, sino por contraste. Como una pausa moderna en una sinfonía antigua, el edificio no intenta ser habanero en el sentido tradicional. Lo es por su coraje, por su voluntad de existir en un lugar donde el tiempo tiene otras reglas.

La azotea, coronada con una piscina infinita, ofrece una de las mejores vistas de la ciudad. Desde allí, se puede leer La Habana como si fuese una partitura de siglos: el Capitolio, el Castillo del Morro, las cúpulas, los solares, los barcos entrando al puerto. Y justo debajo, el Royalton, como una nota sostenida que resuena en el presente.

El Royalton Habana Paseo del Prado no es perfecto, ni lo pretende. Pero ahí está: sereno, contemporáneo, provocador. Como si La Habana, al fin, hubiese encontrado una forma de hablar en voz alta en el lenguaje del siglo XXI.

Agüera Comunicación se extiende hasta México con la apertura de una nueva delegación

Redacción (Madrid)

El grupo Agüera Comunicación continúa su crecimiento en América Latina con la apertura de una nueva delegación en la ciudad de León, ubicada en el Estado de Guanajuato (México). Esta decisión estratégica reafirma el compromiso de la compañía con el mercado de habla hispana y fortalece su presencia internacional en un territorio clave por su dinamismo en el turismo, la industria y las comunicaciones.

La llegada de Agüera Comunicación a México marca también el inicio de la comercialización y expansión de su reconocida cabecera Lugares y Más en el país, estableciendo como base de operaciones la ciudad de León. Durante esta semana, David F. Agüera, director general del grupo, y Tamara Cotero, jefa de operaciones, mantuvieron un encuentro con Rebeca Martínez, quien será la delegada responsable en México. Martínez, con una destacada trayectoria en el ámbito turístico, será pieza fundamental en la implantación del proyecto, que contará con el respaldo de diversos partners estratégicos para acelerar su desarrollo tanto en Guanajuato como en el resto del país.

Esta nueva etapa empresarial se enmarca dentro de un proyecto editorial más amplio que extiende su influencia por todo el continente. En septiembre, David Agüera dará inicio a una ambiciosa propuesta de comunicación y turismo con proyección en cinco países: Cuba, República Dominicana, México, Puerto Rico y España. El nuevo proyecto, que nace con presencia digital y física, contará con colaboradores en todos estos destinos y tendrá como eje central el turismo caribeño, con un fuerte enfoque en el sol y playa.

«El proyecto me llena en lo profesional y en lo personal», ha declarado Agüera. «Tenía ganas de seguir creciendo y el reto no puede ser más bonito». Con una amplia experiencia en prensa, radio y televisión, el director también lidera la revista Lugares y Más, que supera los 3,3 millones de usuarios únicos y se consolida como referente en el sector de los viajes.

Con estos pasos, Agüera Comunicación reafirma su liderazgo en el mundo del turismo y los medios, abriendo nuevas puertas en América Latina y el Caribe con una visión integradora, global y de futuro.

Las mejores vistas de la capital de Cuba desde el Royalton Habana Paseo del Prado

Por Tamara Cotero

En el corazón palpitante de La Habana, donde el Malecón se funde con la brisa del Caribe y la ciudad vibra al ritmo del son, se alza imponente el Royalton Habana Paseo del Prado. Este hotel cinco estrellas no solo ofrece lujo y comodidad, sino también uno de los tesoros más codiciados por todo viajero que llega a la capital cubana: vistas de postal que cortan el aliento.

Ubicado estratégicamente en la intersección del Paseo del Prado y el Malecón, el Royalton Habana es un mirador natural al alma de La Habana. Desde sus elegantes terrazas, el visitante puede contemplar una panorámica única que abarca el Castillo del Morro, la entrada de la bahía, el mar infinito, y más allá, los tejados de La Habana Vieja, salpicados de cúpulas, palmeras y campanarios coloniales.

Es el lugar perfecto para dejarse hipnotizar por la danza del sol sobre el agua al atardecer, mientras los clásicos autos americanos desfilan por el Malecón como si el tiempo no hubiera pasado. Todo esto acompañado, por supuesto, de un mojito bien frío o un café cubano recién colado.

Pero si hay un rincón del hotel que roba suspiros y selfies por igual, ese es su piscina infinity en la azotea. Flotar allí es como nadar sobre el mismísimo horizonte. El mar se confunde con el cielo y La Habana se rinde a tus pies en un espectáculo visual que cambia con cada hora del día.

Desde la piscina, se puede ver cómo los barcos entran y salen del puerto, cómo los músicos callejeros comienzan a llenar de vida el Paseo del Prado al caer la tarde, y cómo el sol se despide lentamente detrás del Capitolio, pintando la ciudad de naranja, rosa y oro.

Las habitaciones del Royalton no son simples cuartos de hotel: son cápsulas de paz con ventanales de piso a techo que enmarcan la ciudad como si cada una fuera una obra de arte. Algunas miran directamente al mar, otras a las calles llenas de historia del Prado; todas, sin excepción, ofrecen una ventana íntima a una ciudad llena de magia y contradicciones.

Despertar con la luz dorada del amanecer cubano entrando suavemente por las cortinas, ver cómo La Habana se despereza y comienza su jornada… es una experiencia que no se olvida fácilmente.

Todo en el Royalton Habana Paseo del Prado combina el diseño moderno con detalles que honran la cultura cubana: desde las fotografías de artistas locales en los pasillos, hasta la coctelería de autor inspirada en clásicos cubanos. La atención es cálida, como lo es el carácter del cubano, y la atmósfera invita tanto al descanso como a la celebración.

El Royalton Habana Paseo del Prado no es solo un hotel, es un mirador privilegiado a la esencia de Cuba. Si buscas lujo con sabor local y las mejores vistas de La Habana, este es tu punto de partida. Aquí, cada ventana es una promesa de belleza, cada terraza un poema visual, y cada rincón, una invitación a enamorarse —una vez más— de la ciudad más romántica del Caribe.