
Redacción (Madrid)
Hay países donde la gente celebra una vez al año. Luego está República Dominicana, donde la fiesta es más una forma de ser que un evento con fecha. Basta con pisar la isla para entenderlo: la música sale por las ventanas, el ritmo está en el aire, y cualquier excusa es buena para armar una parranda. Pero más allá del merengue espontáneo y el eterno sonido del güiro, hay fiestas tradicionales que definen el alma de este país caribeño. Y sí, si estás planeando viajar, prepárate para algo más que sol y playa.

Si solo pudieras vivir una fiesta en República Dominicana, que sea el carnaval. Y no hablamos de uno solo: cada región tiene el suyo, con su estilo, su música y su locura particular. En febrero, todo el país se transforma en un desfile de colores, ritmos y personajes míticos como los Diablos Cojuelos, con sus trajes exagerados y látigos sonoros que más de uno teme (y disfruta) por igual.
La versión de La Vega es probablemente la más famosa: una explosión de creatividad, donde la sátira política se mezcla con la tradición afrocaribeña y la herencia colonial. Aquí no hay espectadores: todos bailan, todos se ríen, todos sudan alegría.
En Semana Santa, la isla parece dividirse en dos: los que se van de retiro espiritual y los que se van… a la playa. Aunque para muchos es un momento de recogimiento, especialmente en los pueblos más tradicionales, hay quien aprovecha los días libres para buscar un rincón costero donde celebrar la vida con pescado frito y cerveza bien fría. Lo mejor es que ambas formas son igual de válidas, porque aquí la fe y la fiesta conviven sin pelearse.

Si lo tuyo es lo místico, no puedes perderte las fiestas en honor a San Miguel Arcángel. En pueblos como Villa Mella, las celebraciones mezclan el catolicismo con raíces africanas en rituales donde el tambor resuena como algo más que música: es un puente con los ancestros. Se canta, se baila, se pide protección. No es una fiesta para turistas, es una experiencia humana que uno tiene que mirar con respeto… y dejarse llevar.
Olvídate de agendas fijas. Las fiestas patronales pueden ocurrir en cualquier momento del año, dependiendo del santo patrón del pueblo. Pero tienen una estructura más o menos común: misa, procesión, y luego… música a todo volumen, comida típica, juegos populares, concursos, y orquestas que tocan hasta que el cuerpo diga basta (o no diga nada, porque sigue bailando). En lugares como San Juan, Baní o El Seibo, son el acontecimiento del año, y los visitantes son siempre bienvenidos.
Viajar a República Dominicana no es solo tirarse en una tumbona a escuchar las olas (aunque eso también suena muy bien). Es sumergirse en una cultura donde la alegría no se improvisa: se hereda, se comparte y se celebra con todo el cuerpo. Aquí, la tradición no está guardada en vitrinas, está viva, vibrante y sudando en la pista de baile.
Así que, si estás pensando en visitar la isla, consulta antes el calendario… y los zapatos más cómodos que tengas. Porque si hay algo seguro en Dominicana, es que te vas a encontrar con una fiesta. Aunque no la estés buscando.
