Un recorrido por Matera, la ciudad de las piedras en Italia

Un Recorrido por Matera: La Ciudad de las Piedras en Italia

Redacción (Madrid)

En el sur de Italia, en la región de Basilicata, se encuentra una ciudad que parece sacada de un cuento medieval: Matera. Esta histórica localidad es famosa por sus «Sassi», antiguos barrios tallados en la roca, que le otorgan una apariencia única y sorprendente. Los Sassi son viviendas y calles construidas en el interior de cavernas, formadas naturalmente por el desgaste de la piedra caliza durante miles de años. Desde 1993, Matera es considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un reconocimiento que resalta su importancia cultural e histórica.

La historia de Matera se remonta a tiempos prehistóricos. Los primeros vestigios de asentamientos humanos en la región datan de alrededor del año 10,000 a.C. A lo largo de los siglos, los habitantes de Matera adaptaron la roca a sus necesidades, excavando viviendas, iglesias, y cisternas para almacenar agua, una práctica que los pobladores continuaron hasta bien entrado el siglo XX. Este sistema de vida en la roca hizo que Matera fuera conocida como la «ciudad subterránea», un lugar donde la modernidad y la tradición se fusionan en un mismo espacio.

En el siglo XX, Matera sufrió un estancamiento económico y social. La pobreza extrema y las condiciones insalubres en los Sassi llevaron a la migración masiva de los habitantes, lo que provocó que la ciudad cayera en el abandono. Sin embargo, en las últimas décadas, Matera ha experimentado una impresionante transformación. En los años 90, el gobierno italiano emprendió un proceso de rehabilitación y restauración, devolviendo a la ciudad su esplendor. Hoy en día, los Sassi son un atractivo turístico global, y la ciudad alberga una próspera industria cultural.

La belleza de Matera no solo radica en sus piedras, sino también en su vibrante vida cultural. Cada año, la ciudad organiza diversos eventos que celebran la música, el cine y las artes visuales. Un ejemplo destacado es el Matera Film Festival, que atrae a cineastas y artistas de todo el mundo. Además, su impresionante paisaje rocoso ha sido utilizado en varias producciones cinematográficas, incluyendo La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Los turistas pueden explorar el laberinto de callejones y plazas que conectan los Sassi, donde cada rincón guarda una historia que contar.

Hoy, Matera no solo es una joya histórica, sino también un modelo de resiliencia y adaptación. La ciudad ha sabido combinar su rica herencia con un enfoque innovador hacia el futuro, siendo nombrada Capital Europea de la Cultura en 2019. Su capacidad para reinventarse mientras mantiene viva su historia es un testimonio del espíritu de su gente y de la riqueza cultural que la caracteriza. Matera, la ciudad de las piedras, sigue siendo un lugar donde el pasado y el futuro se encuentran en armonía.

En diálogo con los dólmenes megalíticos de Antequera, un contacto con nuestros ancestros

Redacción (Madrid)

El dolmen de Antequera no es solo uno de los grandes monumentos prehistóricos de Europa, sino también una invitación a viajar miles de años atrás, hasta un tiempo en el que el ser humano comenzó a dialogar con la piedra, el paisaje y el misterio. Situado en la provincia de Málaga, en el corazón de Andalucía, este conjunto megalítico —formado por los dólmenes de Menga, Viera y El Romeral— constituye un destino turístico único, donde la arqueología se mezcla con la emoción de lo ancestral.

Al acercarse al dolmen de Menga, el más imponente y conocido, el visitante queda inmediatamente sobrecogido por su escala. Construido hace más de cinco mil años, con enormes bloques de piedra colocados con una precisión que aún hoy desafía la lógica moderna, Menga transmite una sensación de poder silencioso. Su corredor se adentra en la tierra como una garganta pétrea, y al avanzar por él se percibe una atmósfera densa, casi sagrada, que invita al respeto y a la contemplación. No es difícil imaginar a las comunidades neolíticas reuniéndose aquí para rituales, ceremonias o despedidas, bajo la sombra de estas piedras colosales.

Uno de los aspectos más fascinantes del dolmen de Antequera es su relación con el paisaje. A diferencia de otros monumentos megalíticos orientados al sol, Menga mira directamente hacia la Peña de los Enamorados, una montaña de perfil humano que domina el horizonte. Esta alineación refuerza la idea de que el dolmen no fue concebido como una estructura aislada, sino como parte de un diálogo simbólico entre la arquitectura humana y la naturaleza. Para el viajero, esta conexión convierte la visita en una experiencia casi espiritual, donde el entorno cobra tanto protagonismo como el monumento en sí.

El dolmen de Viera, más pequeño y estilizado, ofrece una experiencia distinta pero igualmente evocadora. Su pasillo largo y estrecho dirige la mirada hacia el amanecer del solsticio, recordando la importancia del ciclo solar en las creencias prehistóricas. En contraste, el tholos de El Romeral, con su falsa cúpula construida mediante aproximación de hiladas, introduce una técnica arquitectónica diferente que revela la evolución cultural y constructiva de aquellas comunidades. Juntos, los tres monumentos forman un conjunto excepcional que permite al visitante comprender la diversidad y sofisticación del mundo megalítico.

Más allá de su valor arqueológico, el dolmen de Antequera destaca como destino turístico por su accesibilidad y su cuidada puesta en valor. El centro de interpretación ofrece una lectura clara y respetuosa del lugar, permitiendo que tanto expertos como viajeros curiosos se acerquen a este legado sin perder su aura de misterio. Además, su cercanía al casco histórico de Antequera y a otros hitos naturales y culturales convierte la visita en parte de un recorrido más amplio por una de las zonas más ricas de Andalucía.

Visitar el dolmen de Antequera es enfrentarse al silencio de la piedra y a la permanencia del tiempo. Es una experiencia que trasciende la fotografía y el dato histórico para convertirse en una reflexión sobre los orígenes, la espiritualidad y la relación del ser humano con su entorno. En un mundo acelerado, este lugar ofrece algo extraordinario: la posibilidad de detenerse y sentir que, durante unos instantes, el pasado sigue respirando bajo nuestros pies.

Los mejores destinos donde celebrar nochevieja

Redacción (Madrid)

La Nochevieja es uno de esos momentos universales en los que el mundo parece latir al mismo tiempo, pero cada ciudad lo hace a su propio ritmo. Para muchos viajeros, despedir el año lejos de casa no es solo una escapada, sino una celebración consciente, una forma de empezar de nuevo en un escenario distinto, rodeado de música, luces y energía colectiva. Algunos destinos han convertido la última noche del año en una auténtica experiencia festiva, capaz de marcar el recuerdo de todo un viaje.

En Europa, pocas ciudades viven la Nochevieja con tanta intensidad como Berlín. La capital alemana transforma sus avenidas en un enorme club al aire libre, especialmente en los alrededores de la Puerta de Brandeburgo, donde conciertos, fuegos artificiales y una multitud diversa celebran sin formalidades. Aquí la fiesta no entiende de etiquetas: se pasa de la calle a los clubes míticos con una naturalidad absoluta, y el amanecer suele sorprender a quienes aún bailan entre ritmos electrónicos y brindis improvisados.

París ofrece una versión más elegante pero igualmente vibrante. Los Campos Elíseos se llenan de gente que busca despedir el año entre luces, champán y música. Aunque la ciudad no organiza un espectáculo oficial tan masivo como otros destinos, su encanto reside en la atmósfera: bares abarrotados, fiestas privadas en apartamentos y clubes selectos que alargan la noche hasta bien entrado el día. Celebrar la Nochevieja en París es hacerlo con un toque romántico, incluso cuando la fiesta se impone.

Al otro lado del Atlántico, Nueva York se convierte en un símbolo mundial de la despedida del año. Times Square, con su famosa caída de la bola, representa para muchos la Nochevieja por excelencia. Aunque la experiencia en la calle es intensa y multitudinaria, la verdadera vida nocturna se despliega en los clubes de Manhattan, Brooklyn y Harlem, donde la música, el glamour y la diversidad convierten la noche en una celebración interminable. Aquí, la fiesta se mezcla con la sensación de estar en el centro del mundo.

Para quienes buscan algo más desenfadado y hedonista, ciudades como Río de Janeiro ofrecen una Nochevieja cargada de ritmo y emoción. En la playa de Copacabana, miles de personas vestidas de blanco se reúnen frente al mar para bailar, brindar y recibir el año nuevo entre fuegos artificiales y música en directo. La fiesta continúa después en clubes y calles, en una celebración colectiva donde la alegría es casi contagiosa y el amanecer se vive como una prolongación natural de la noche.

En Asia, Bangkok se ha consolidado como uno de los grandes destinos festivos de Nochevieja. La ciudad combina rascacielos iluminados, fiestas en azoteas con vistas al río Chao Phraya y una vida nocturna que parece no agotarse nunca. Aquí la celebración es intensa, diversa y abierta a todos los estilos: desde clubes electrónicos hasta bares callejeros donde la música y el ambiente fluyen sin pausa.

Elegir un destino para salir de fiesta en Nochevieja es, en el fondo, elegir cómo queremos empezar el nuevo año. Algunas ciudades ofrecen caos y libertad, otras glamour y sofisticación, y otras una celebración colectiva cargada de energía positiva. Lo que todas tienen en común es esa capacidad de reunir a miles de desconocidos bajo una misma cuenta atrás, recordándonos que, aunque el mundo sea inmenso, la fiesta de despedida del año siempre consigue unirnos, al menos durante una noche.

Puerto Plata sin romper el bolsillo: guía periodística para viajar barato al norte dominicano

Redacción (Madrid)

Puerto Plata, en la costa norte de la República Dominicana, ha vivido a la sombra del turismo todo incluido durante décadas. Sin embargo, lejos de los grandes resorts y de los paquetes cerrados, la ciudad y sus alrededores ofrecen una experiencia auténtica, accesible y sorprendentemente económica para el viajero atento al presupuesto. Viajar barato a Puerto Plata no solo es posible: es una forma inteligente de conocer el verdadero pulso del Caribe dominicano.

Llegar gastando menos

El primer ahorro comienza antes de aterrizar. El Aeropuerto Internacional Gregorio Luperón recibe vuelos directos desde varias ciudades de América y Europa, pero quienes buscan precios bajos suelen encontrar mejores tarifas con escalas o volando a Santiago de los Caballeros, a unas dos horas por carretera. Desde allí, los autobuses interurbanos y los taxis compartidos reducen notablemente el costo del traslado.

Para quienes ya están en el país, las guaguas (autobuses locales) y los servicios de transporte interurbano conectan Puerto Plata con Santo Domingo y otras ciudades por precios que rara vez superan lo que cuesta una comida en un restaurante turístico.

Alojamiento: más allá del resort

Aunque los complejos todo incluido dominan la imagen internacional de Puerto Plata, el viajero económico encuentra mejores opciones en hoteles pequeños, pensiones familiares y apartamentos turísticos. En el centro histórico, cerca del malecón o en barrios como Costambar y Playa Dorada (fuera de la zona hotelera de lujo), es posible dormir cómodamente por una fracción del precio de un resort.

Plataformas de alquiler vacacional y hostales locales permiten además negociar estancias largas, una ventaja para mochileros, nómadas digitales o viajeros que prefieren quedarse más tiempo gastando menos.

Comer bien y barato

La gastronomía es uno de los grandes aliados del viaje económico. Los comedores locales, conocidos como pica pollo o fondas, sirven platos abundantes de arroz, habichuelas, pollo guisado o pescado frito a precios muy bajos. Comer donde comen los locales no solo cuida el presupuesto, sino que ofrece una inmersión real en la cultura dominicana.

En los mercados y colmados se puede comprar fruta fresca, jugos naturales y snacks por centavos. El desayuno típico —mangú con huevo y salami— es barato, contundente y fácil de encontrar.

Playas y atractivos gratuitos

Puerto Plata tiene una ventaja clave frente a otros destinos caribeños: muchas de sus mejores playas son públicas y gratuitas. Long Beach, Playa Dorada (fuera de los complejos), Cofresí o Playa Sosúa permiten disfrutar del mar sin pagar entrada.

Entre los atractivos culturales de bajo costo destacan el Centro Histórico Victoriano, el malecón, la Fortaleza San Felipe y el teleférico al Pico Isabel de Torres, cuyo precio sigue siendo accesible y ofrece una de las mejores vistas del Atlántico.

Para los más aventureros, las excursiones a cascadas, ríos y comunidades rurales cercanas pueden hacerse sin tour organizado, usando transporte local y guías comunitarios, reduciendo el gasto y apoyando la economía local.

Moverse como local

El transporte dentro de la ciudad es barato y eficiente si se entiende el sistema. Los motoconchos (mototaxis) y los carros públicos conectan casi todos los puntos urbanos por precios fijos. Aunque no es el medio más cómodo, sí es el más económico y una experiencia cultural en sí misma.

Caminar es otra gran opción: Puerto Plata es relativamente compacta y muchas zonas turísticas están a corta distancia unas de otras.

Cuándo ir para ahorrar más

Viajar en temporada baja —entre mayo y noviembre, excluyendo semanas festivas— reduce significativamente los precios de vuelos y alojamiento. Aunque es época de lluvias ocasionales, el clima sigue siendo cálido y los días soleados son frecuentes.

Un Caribe accesible

Puerto Plata demuestra que el Caribe no tiene por qué ser exclusivo ni caro. Con planificación, flexibilidad y una mirada curiosa, es posible disfrutar de playas, cultura y gastronomía por un presupuesto ajustado. Más que un destino de lujo, Puerto Plata se revela como un lugar donde el viajero económico puede sentirse rico en experiencias.

Armengol Engonga: «Hoy es imposible que haya turismo en Guinea Ecuatorial»

Redacción (Madrid)

El presidente en el exilio del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), Armengol Engonga, ha denunciado públicamente la situación de represión política, violaciones sistemáticas de los derechos humanos y empobrecimiento generalizado que sufre Guinea Ecuatorial tras 46 años de dictadura, y ha hecho un llamamiento urgente a las instituciones españolas e internacionales para que actúen de manera decidida.

Engonga ha señalado que el actual contexto político hace imposible cualquier desarrollo económico real, incluido el turismo o la inversión extranjera.

“Es evidente que hoy es imposible que haya turismo en Guinea Ecuatorial. Ningún inversor serio se atreve a apostar por el país mientras exista una dictadura feroz que detiene arbitrariamente, tortura e incluso mata, con cárceles llenas de disidentes políticos.”

El dirigente del PPGE subraya que el régimen no solo reprime a su población, sino que rechaza deliberadamente la presencia de observadores e inversores internacionales, al considerarlos testigos incómodos de la realidad del país.

“El régimen no quiere inversores porque son testigos que denuncian la verdadera situación de Guinea Ecuatorial, una dictadura que viola sistemáticamente los derechos humanos.”

Exilio forzado y abandono institucional

Armengol Engonga ha denunciado también la situación de los guineanos en el exilio, muchos de ellos formados en España, que no han podido regresar a su país por motivos políticos.

“Nos sentimos absolutamente abandonados por parte de las instituciones, aunque no por la sociedad civil española, donde nos hemos integrado.”

“Muchos vinimos a España por motivos de estudio con la intención de regresar y contribuir al progreso de Guinea Ecuatorial. Eso no ha sido posible debido a la persecución política y la ausencia total de libertades.”

En este contexto, el presidente del PPGE reclama una mayor implicación del Estado español.

“El Gobierno español debe actuar e implicarse mucho más, y la oposición política también. Pedimos voz e implicación del Congreso, del Senado y de todas las instituciones españolas.”

“Esa implicación significa ejercer presión política real sobre el régimen de Obiang para que abandone el poder.”

Empobrecimiento de la población y acaparamiento de la riqueza

Engonga ha denunciado el grave deterioro social y económico que sufre la población guineana, a pesar de los recursos naturales del país.

“Obiang y su familia han acaparado toda la riqueza del país, mientras los guineanos sobreviven con apenas dos dólares al día.”

“El 80% de la población se encuentra en paro y vive por debajo del umbral de la pobreza.”

Rechazo a la sucesión dinástica y llamamiento a la comunidad internacional

El presidente en el exilio del PPGE ha rechazado cualquier intento de perpetuación del régimen mediante una sucesión familiar.

“No estamos dispuestos a que el hijo herede esta situación. Guinea Ecuatorial no es una monarquía hereditaria: tiene que ser una democracia.”

“Pero antes incluso de la democracia, exigimos libertad y el respeto pleno de todos los derechos humanos.”

Finalmente, Engonga ha reiterado su llamamiento a la comunidad internacional, con especial énfasis en España.

“Queremos que nos acompañe la comunidad internacional, encabezada por España. Existe una deuda histórica por nuestro vínculo común y las instituciones españolas deben asumir esa responsabilidad.”

El Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial reafirma su compromiso con una transición democrática pacífica, el retorno en libertad de los exiliados y la construcción de un Estado basado en el Estado de derecho, la justicia y la dignidad humana.

Počitelj, el silencio de piedra que aún habla en Bosnia y Herzegovina

Redacción (Madrid)

Desde la carretera que sigue el curso del río Neretva, el pueblo de Počitelj aparece como una sucesión de casas de piedra que trepan la colina, coronadas por una antigua fortaleza. El paisaje es austero y hermoso a la vez, marcado por siglos de historia que aún se perciben en sus murallas, mezquitas y callejones empedrados. A primera vista, Počitelj parece detenido en el tiempo, pero basta caminar unos minutos para comprender que su quietud esconde una memoria profunda.

Fundado en la Edad Media y desarrollado durante el Imperio Otomano, el pueblo fue durante siglos un punto estratégico y cultural en Bosnia y Herzegovina. Esa herencia se conserva en su arquitectura y en la forma en que el espacio fue pensado para la vida comunitaria. Cada escalón de piedra conduce no solo hacia lo alto del pueblo, sino también hacia un pasado en el que distintas culturas convivieron en un equilibrio frágil pero duradero.


La guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995, alteró para siempre ese equilibrio. Počitelj sufrió destrucciones, desplazamientos y el abandono forzado de gran parte de su población. Muchos edificios fueron dañados y el silencio se volvió parte del paisaje. Aunque la reconstrucción posterior devolvió la forma a casas y monumentos, la vida cotidiana tardó más en regresar y aún hoy el pueblo conserva una sensación de ausencia.


Actualmente, Počitelj vive entre la memoria y el turismo. Visitantes llegan para recorrer la fortaleza, fotografiar la mezquita restaurada y observar el valle del Neretva desde lo alto. Algunos vecinos han encontrado en la artesanía y en los pequeños comercios una forma de subsistir, mientras otros simplemente observan el paso de los viajeros. El pueblo se muestra con dignidad, sin ocultar sus cicatrices.


Al caer la tarde, cuando la luz suaviza las piedras y el río refleja el cielo, Počitelj recupera su silencio característico. No es un lugar que busque llamar la atención, sino uno que invita a escuchar. En su aparente calma, el pueblo resume parte de la historia de Bosnia y Herzegovina: una historia de convivencia, ruptura y resistencia, escrita no en grandes discursos, sino en la persistencia de quienes decidieron permanecer.

24 horas en La Vega: el pulso de una ciudad que no se detiene

Redacción (Madrid)

La Vega, R.D. — La ciudad despierta antes que el sol. A las cinco de la mañana, cuando el cielo todavía duda entre la noche y el día, La Vega ya está en pie. El canto de los gallos se mezcla con el rugido temprano de los motores y el olor del café colado se escapa por las ventanas abiertas. Aquí, el tiempo no se mide solo en horas, sino en rutinas heredadas.

06:00 a. m. | El día comienza en el mercado
En el mercado municipal, los camiones descargan plátanos, yuca y auyama con la precisión de quien repite el gesto desde hace décadas. Los vendedores se saludan por el nombre; algunos clientes también. “Aquí todo el mundo se conoce”, dice Don Ramón, agricultor de Constanza que baja cada semana. La Vega es ciudad, pero conserva alma de campo.

09:00 a. m. | Tránsito, negocios y vida cotidiana
El centro hierve. Motoconchos zigzaguean entre carros, estudiantes caminan en grupos y los comercios levantan sus santamarías. En los bancos, las filas avanzan con paciencia caribeña. La Vega trabaja: oficinas públicas, talleres mecánicos, colmados que funcionan como centros de información no oficial. Todo pasa por el colmado.

12:00 m. | El mediodía aprieta
El calor cae sin contemplaciones. Los restaurantes populares sirven arroz, habichuelas y carne guisada; el almuerzo es sagrado. En las mesas se habla de política, de béisbol y de la vida cara. Nadie mira el reloj: el cuerpo sabe cuándo es hora de parar.

03:00 p. m. | La tarde baja el ritmo
Las calles se aquietan un poco. Algunos negocios cierran temprano, otros resisten. Los estudiantes salen de clase y llenan las aceras. En los barrios, los niños improvisan un juego con cualquier cosa que ruede. La ciudad respira.

06:00 p. m. | Fe y encuentro
Al caer la tarde, la atención se dirige a la iglesia. La Catedral Inmaculada Concepción recibe a fieles que llegan en silencio. La Vega es también devoción, especialmente cuando se habla del Carnaval Vegano, orgullo cultural que marca el calendario y la identidad local.

09:00 p. m. | Noche encendida
La ciudad no se apaga. Los bares suben la música, las frituras chisporrotean en la esquina y las conversaciones se alargan. Jóvenes y adultos comparten espacios distintos, pero el mismo deseo: terminar el día acompañados.

12:00 a. m. | La Vega duerme… a medias
Pasada la medianoche, el ruido baja, pero no desaparece. Algún motor rompe el silencio, un perro ladra a la luna. La Vega descansa con un ojo abierto, lista para volver a empezar.

Un viaje en la frontera entre cielo y tierra, Annapurna

Redacción (Madrid)

El macizo del Annapurna no es solo un destino turístico: es una experiencia vital que transforma la manera de mirar el mundo. Situado en el corazón del Himalaya nepalí, este conjunto de montañas majestuosas representa una de las regiones más fascinantes del planeta para el viajero que busca naturaleza extrema, espiritualidad y una conexión profunda con el paisaje. Viajar al Annapurna es aceptar que el camino importa tanto como el destino, y que cada paso es parte de un relato que se escribe entre el cielo y la tierra.

El Annapurna impresiona desde la distancia. Sus picos, que superan los ocho mil metros, se alzan como murallas de piedra y hielo que parecen inalcanzables. Sin embargo, a diferencia de otras regiones himaláyicas, el área del Annapurna se muestra sorprendentemente accesible. Los senderos serpentean entre valles fértiles, terrazas de arroz y aldeas tradicionales, creando un contraste poderoso entre la vida cotidiana y la grandiosidad de las montañas. Este equilibrio convierte la región en uno de los grandes destinos de trekking del mundo.

Caminar por el Circuito del Annapurna o por la ruta hacia el Campo Base es adentrarse en un mosaico de paisajes cambiantes. En pocos días, el viajero atraviesa selvas subtropicales, bosques de rododendros, gargantas profundas y paisajes alpinos casi lunares. El aire se vuelve más fino, el silencio más profundo, y la presencia de la montaña más abrumadora. Cada amanecer revela cumbres teñidas de rosa y dorado, y cada atardecer invita a la contemplación, al recogimiento y al asombro.

Pero el Annapurna no es solo naturaleza. Es también un territorio humano profundamente rico. Las aldeas gurung, magar y thakali salpican los senderos y ofrecen una hospitalidad sincera que marca al viajero. Las casas de piedra, los molinos de oración girando con el viento y las banderas tibetanas ondeando en los pasos de montaña recuerdan que aquí la espiritualidad forma parte de la vida diaria. Compartir un té caliente junto al fuego, escuchar historias locales o presenciar un ritual budista convierte el viaje en un intercambio cultural íntimo y auténtico.

La dimensión espiritual del Annapurna es inseparable de su atractivo turístico. Para muchas culturas, estas montañas son sagradas, morada de dioses y fuerzas ancestrales. El propio nombre “Annapurna” significa “diosa de la abundancia”, y recorrer sus dominios transmite una sensación de respeto casi reverencial. El viajero no se siente conquistador del paisaje, sino invitado, consciente de su pequeñez frente a la inmensidad que lo rodea.

A pesar de su popularidad, el Annapurna conserva una capacidad extraordinaria para ofrecer soledad y silencio. Basta alejarse ligeramente de las rutas más transitadas o caminar en temporadas menos concurridas para sentir que la montaña se abre solo para uno. En esos momentos, el viaje deja de ser físico y se vuelve interior: un ejercicio de paciencia, humildad y presencia.

Visitar el Annapurna es aceptar el esfuerzo, el cansancio y la incomodidad como parte del premio. No es un destino de consumo rápido, sino un lugar que exige tiempo, respeto y entrega. A cambio, ofrece algo que pocos destinos pueden prometer: una sensación de plenitud difícil de explicar, la certeza de haber estado en uno de los grandes escenarios del planeta y de haber regresado distinto. El Annapurna no se visita; se vive, y una vez vivido, permanece para siempre en la memoria del viajero.

Mónaco-Ville, el corazón histórico del Principado

Redacción (Madrid)
Encaramado sobre el promontorio rocoso conocido como Le Rocher, Mónaco-Ville es mucho más que un barrio administrativo del Principado: es un auténtico pueblo con alma medieval que resiste, orgulloso, al vértigo del lujo contemporáneo que define a Mónaco. Sus callejuelas estrechas, empedradas y silenciosas contrastan con el bullicio del puerto y los rascacielos que se extienden a sus pies, ofreciendo una imagen casi detenida en el tiempo.


Fundado en 1215, Mónaco-Ville fue el núcleo original desde el que la familia Grimaldi consolidó su poder. Hoy, su historia se palpa en cada esquina: desde las murallas defensivas hasta las fachadas ocres de las casas tradicionales, muchas de ellas habitadas por familias monegascas desde hace generaciones. Aquí, el pasado no es un reclamo turístico artificial, sino una forma de vida cuidadosamente preservada.


El gran emblema del pueblo es el Palacio del Príncipe, residencia oficial de los Grimaldi desde el siglo XIII. Cada día, el ritual del cambio de guardia atrae a visitantes de todo el mundo, pero basta alejarse unos metros para recuperar la calma. Pequeñas plazas, balcones llenos de flores y restaurantes familiares configuran un entorno donde la vida transcurre a un ritmo sorprendentemente humano para uno de los países más densamente poblados del planeta.


A pesar de su reducido tamaño, Mónaco-Ville concentra buena parte del peso institucional del Estado. Aquí se encuentran la Catedral de San Nicolás, donde reposan Rainiero III y Grace Kelly, así como el Museo Oceanográfico, una joya científica y arquitectónica asomada al Mediterráneo. Esta combinación de tradición, poder político y cultura refuerza su carácter de núcleo identitario del Principado.


En un país sin pueblos en el sentido clásico, Mónaco-Ville se erige como la excepción que confirma la regla: un lugar donde todavía se saluda al vecino, donde los niños juegan en las plazas y donde el lujo queda relegado a un segundo plano frente al valor de la memoria colectiva. En el corazón de uno de los estados más exclusivos del mundo, este pequeño pueblo demuestra que la historia sigue teniendo un lugar privilegiado.

Un recorrido nintendero por las mejores tiendas de Japón

Redacción (Madrid)

Viajar a Japón es, para muchos, sumergirse en un universo donde la tradición milenaria convive con la cultura pop más influyente del planeta. Dentro de ese paisaje urbano vibrante y lleno de estímulos, las tiendas oficiales de Nintendo se han convertido en auténticos destinos turísticos por derecho propio. No son simples espacios comerciales, sino templos contemporáneos dedicados a una de las compañías que mejor ha sabido transformar el juego en identidad cultural.

La experiencia comienza inevitablemente en Tokio, donde la Nintendo Tokyo, ubicada en el distrito de Shibuya, se presenta como un punto de peregrinación para aficionados de todas las edades. Al cruzar sus puertas, el visitante entra en un mundo cuidadosamente diseñado para despertar la nostalgia y la curiosidad. Las estanterías no solo exhiben videojuegos y consolas, sino una extensa colección de productos exclusivos que convierten a los personajes de Nintendo en objetos de diseño. Mario, Link, Pikachu o Kirby aparecen reinterpretados en ropa, accesorios y artículos cotidianos que reflejan la atención japonesa al detalle y al concepto estético.

Lo que hace especialmente atractivas estas tiendas es su capacidad para crear una experiencia inmersiva. El espacio está concebido como un recorrido narrativo, donde cada sección evoca una saga distinta. No hay sensación de prisa ni de consumo agresivo; más bien, el visitante se siente invitado a explorar, a tocar, a fotografiar y a recordar. Familias, jóvenes y viajeros solitarios comparten el mismo asombro, confirmando que Nintendo no pertenece a una sola generación, sino a varias.

Fuera de Tokio, otras ciudades ofrecen versiones igualmente cautivadoras. En Osaka, cuna histórica de Nintendo, la tienda se vive casi como un regreso a los orígenes. Aquí el ambiente es ligeramente más relajado, pero no menos emocionante. Para muchos viajeros, visitar esta ciudad y su tienda oficial añade una capa simbólica al viaje, al recorrer los mismos espacios donde una pequeña empresa de naipes terminó convirtiéndose en un gigante global del entretenimiento.

Las tiendas de Nintendo también funcionan como una ventana privilegiada para comprender la relación de Japón con su cultura pop. A diferencia de otros países, donde el merchandising suele ser secundario, en Japón se valora como una extensión del universo creativo. Cada producto cuenta una historia y mantiene coherencia con el espíritu de la marca. Para el turista, esto se traduce en un recuerdo tangible que va más allá del souvenir tradicional: una pieza de un imaginario compartido a escala mundial.

Además, estos espacios reflejan un rasgo esencial del turismo contemporáneo en Japón: la capacidad de convertir lo cotidiano en experiencia. Comprar una camiseta o una figura se transforma en un acto cultural, casi ritual, gracias al diseño del espacio, la atención del personal y la atmósfera cuidadosamente construida. Incluso quienes no se consideran grandes jugadores terminan disfrutando de la visita como parte del recorrido urbano.

Las tiendas de Nintendo en Japón representan, en definitiva, una nueva forma de turismo cultural. Son lugares donde el viajero no solo observa, sino participa emocionalmente, reconectando con recuerdos de infancia o descubriendo por primera vez universos que han marcado a millones de personas. Visitar estos espacios es entender que, en Japón, el juego también es una forma de arte, de memoria colectiva y de identidad.