Colmar: La pequeña ciudad de cuento que muchos pasan por alto

Redacción (Madrid)

En una época donde cada rincón del planeta parece ya fotografiado y compartido mil veces, todavía existen lugares que sorprenden por su belleza discreta. Colmar, en la región francesa de Alsacia, es uno de esos destinos: accesible, acogedor y sorprendentemente subestimado por el turismo masivo.

Ubicada a solo unas horas en tren desde París, Estrasburgo o Zúrich, Colmar es una ciudad pequeña que parece detenida en el tiempo. Fachadas de entramado de madera, canales con cisnes, flores en cada balcón y callejones adoquinados crean una atmósfera de cuento. Y sin embargo, no es un decorado: es una ciudad viva, habitada, tranquila, que se deja recorrer sin prisa.

Un descubrimiento que se saborea con los ojos y el paladar

Más allá de su belleza estética, Colmar ofrece una experiencia sensorial completa. La gastronomía local mezcla lo mejor de la tradición francesa y alemana: vinos blancos aromáticos, tartas saladas, quesos regionales y panaderías que huelen a mantequilla y azúcar.

A diferencia de otras ciudades turísticas, aquí no hay filas interminables ni itinerarios apretados. Uno puede pasar la tarde en una terraza frente al canal, perderse en una librería antigua o visitar una bodega sin necesidad de reserva.

Arte y color, sin multitudes

El Museo Unterlinden, uno de los secretos mejor guardados del arte europeo, alberga obras del Renacimiento en un antiguo convento dominico. También hay pequeñas galerías independientes, talleres de artesanos y espacios de diseño repartidos en antiguos edificios medievales que mantienen su estructura original.

Durante el año, Colmar celebra festivales discretos pero encantadores, como su mercado navideño, uno de los más bellos y menos abarrotados de Europa, o el Festival Internacional de Música Clásica.

Accesible, cercano, inolvidable

Colmar no requiere conexiones complicadas ni grandes presupuestos. Se puede llegar fácilmente en tren desde Basilea (Suiza), Estrasburgo o incluso París. Todo está a escala humana: las distancias se recorren a pie, la naturaleza está a pocos minutos, y el ritmo es lento, casi terapéutico.

Cuba alternativa: el renacer del turismo sostenible y comunitario

Redacción (Madrid)

Más allá de las ciudades coloniales y las playas de postal, Cuba guarda rincones donde el turismo adopta otra forma: más pausada, más cercana a la tierra, más consciente del entorno y de las personas. Es la Cuba alternativa, la que se encuentra en valles, montañas y pequeñas comunidades que abren sus puertas a los viajeros desde una lógica diferente: la del intercambio auténtico y el respeto por lo local.

Entre mogotes, cafetales y caminos de tierra

El Valle de Viñales, con sus formaciones rocosas únicas y paisajes rurales, es uno de los escenarios más representativos de este tipo de experiencia. Allí, proyectos de turismo sostenible invitan a los visitantes a conocer el proceso agrícola tradicional, caminar entre cultivos de tabaco y frutas tropicales, y convivir con entornos donde el tiempo parece ir más despacio.

En lugar de hoteles, predominan las casas rurales adaptadas para el hospedaje, muchas de ellas integradas en redes locales que ofrecen actividades como senderismo ecológico, talleres de cocina campesina o rutas en bicicleta por caminos interiores.

La otra orilla: Baracoa y el turismo comunitario

En el extremo oriental de la isla, la ciudad de Baracoa ofrece una conexión profunda con la naturaleza tropical. Su geografía, marcada por ríos, montañas y selva, permite rutas a pie o en cayuca por paisajes poco intervenidos. A través de iniciativas comunitarias, los viajeros pueden acceder a experiencias que incluyen visitas a cacaotales, preparación de alimentos típicos y observación de flora endémica.

Este tipo de turismo no solo se centra en la belleza natural, sino en la preservación de tradiciones regionales: desde la elaboración artesanal de dulces hasta la interpretación de danzas locales o el uso de plantas medicinales.

Rutas verdes en el corazón de la isla

Al sur, en zonas como la Sierra Maestra, los caminos de montaña se abren a quienes buscan explorar la biodiversidad cubana desde un enfoque respetuoso. Existen recorridos organizados por comunidades rurales que combinan naturaleza, cultura y aprendizaje, a través de paseos por cafetales, baños en ríos cristalinos y avistamiento de aves.

La infraestructura suele ser sencilla pero funcional, y se basa en una economía local que reinvierte directamente en la comunidad. Este modelo prioriza la participación activa de los habitantes, el uso responsable de los recursos y una oferta de bajo impacto ambiental.

Viajar diferente: una oportunidad para conectar

Este nuevo rostro del turismo en Cuba representa una forma de viajar que valora la autenticidad y el equilibrio. Más allá de las guías turísticas tradicionales, ofrece la posibilidad de conocer una isla que vive, cultiva, crea y acoge desde sus raíces.

Cada experiencia se convierte en un puente entre el visitante y el entorno, fomentando la comprensión cultural, el cuidado ambiental y la conexión humana.

Lugares de fe en el corazón de Europa

Redacción (Madrid)

Europa, con su vasta historia espiritual, es el escenario de algunos de los destinos religiosos más conmovedores y significativos del mundo. Desde catedrales imponentes hasta humildes ermitas en lo alto de las montañas, el continente ofrece a peregrinos, creyentes y curiosos la oportunidad de explorar la fe a través del arte, la arquitectura y las tradiciones ancestrales.

En el noroeste de España, la ciudad de Santiago de Compostela recibe cada año a miles de peregrinos que recorren el Camino de Santiago. La tradición sostiene que allí descansan los restos del apóstol Santiago, y su majestuosa catedral, declarada Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en símbolo de superación personal y búsqueda espiritual. Más allá de la fe, el camino es también una experiencia cultural única que atraviesa paisajes rurales, pueblos medievales y una calidez humana difícil de igualar.

En Italia, Roma se erige como el corazón del catolicismo. La Ciudad del Vaticano, sede de la Santa Sede, alberga la Basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina, dos joyas de la cristiandad que combinan fe y arte de forma sublime. Cada rincón de la ciudad eterna respira historia sagrada: desde las catacumbas de los primeros cristianos hasta las iglesias barrocas que salpican sus calles. Asistir a una misa papal o recorrer el Vaticano durante la Semana Santa son experiencias que marcan a cualquier visitante.

Estos destinos, aunque diversos en cultura, idioma y tradición, comparten un mismo hilo conductor: el deseo humano de trascendencia. Ya sea por fe, curiosidad o necesidad de reconexión interior, recorrer estos lugares ofrece mucho más que un viaje geográfico: es una travesía hacia lo sagrado, lo simbólico y lo eterno.

En Polonia, el Santuario de la Divina Misericordia, en Cracovia, atrae a fieles de todo el mundo. Allí se venera a Santa Faustina Kowalska, una monja que afirmó haber recibido revelaciones de Jesucristo. La devoción a la Divina Misericordia se ha expandido globalmente, y el santuario se ha transformado en un lugar de oración intensa y reflexión sobre la compasión y la redención.

Más al norte, en Francia, Lourdes se ha convertido en un lugar de peregrinación de renombre mundial desde que, en 1858, la joven Bernadette Soubirous afirmó haber presenciado apariciones de la Virgen María. Hoy en día, millones de personas acuden a este pequeño pueblo en busca de consuelo espiritual y curación, sumergiéndose en un ambiente de recogimiento y devoción que trasciende fronteras.


Viajar con propósito: experiencias de voluntariado que transforman tu forma de ver el mundo

Redacción (Madrid)

En una época en la que el turismo masivo ha desdibujado los límites entre la aventura y la comodidad, cada vez más personas buscan una forma de viajar que no solo las conecte con nuevos paisajes, sino también con realidades distintas a la suya. Así nace el concepto de viajar con propósito, una tendencia en auge que encuentra en el voluntariado una vía transformadora tanto para quienes ayudan como para quienes reciben la ayuda.

Más allá del selfie: el viaje con sentido

Mientras algunos viajeros aún se centran en acumular sellos en el pasaporte o capturar la mejor foto para redes sociales, otros optan por detenerse, escuchar y colaborar. Proyectos de enseñanza de idiomas en comunidades rurales, conservación ambiental en selvas amenazadas o apoyo en centros de salud en zonas remotas son solo algunos de los caminos posibles para aquellos que quieren dejar huella, no solo huellas.

Lo que define a este tipo de viaje no es el destino, sino la intención. El propósito es aprender desde la empatía, compartir habilidades, cuestionar privilegios y construir puentes culturales. Y, aunque suene idealista, las cifras respaldan el fenómeno: organizaciones como Workaway, WWOOF o Peace Corps han visto un crecimiento sostenido en solicitudes de voluntarios internacionales en la última década.

Desafíos éticos y responsabilidad

No todo es idílico en el mundo del voluntariado internacional. Existen dilemas éticos sobre el impacto real de ciertos programas, especialmente aquellos que comercializan la ayuda como un producto turístico. El llamado “volunturismo” ha sido duramente criticado por perpetuar relaciones de poder desiguales y por priorizar la experiencia del viajero sobre las necesidades de las comunidades locales.

Por eso, los expertos recomiendan informarse a fondo antes de embarcarse en este tipo de experiencias: elegir organizaciones con trayectoria, asegurarse de que los proyectos respondan a necesidades reales y evitar aquellos que prometen soluciones rápidas o superficiales.

Una mirada hacia adentro

Viajar con propósito no significa salvar el mundo. Significa, en todo caso, observarlo con ojos nuevos y comprender que cada cultura, cada idioma y cada gesto tiene valor. En ese encuentro entre el dar y el recibir, el viajero se convierte en aprendiz, y el viaje, en una herramienta de transformación.

Dulce herencia: la apicultura artesanal como legado vivo en el campo cubano

Redacción (Madrid)

En las primeras horas del día, cuando el rocío aún descansa sobre las hojas del monte, Félix González se calza sus botas de yarey y toma rumbo hacia las colmenas que guarda como si fueran parte de su familia. En un claro de la provincia de Sancti Spíritus, este apicultor de 68 años cuida de sus abejas con la misma paciencia con que su abuelo le enseñó, décadas atrás, los secretos de este oficio ancestral.

La apicultura artesanal en Cuba no es solo una fuente de miel: es una tradición profundamente enraizada en la identidad campesina, una práctica que se transmite de generación en generación, sostenida por la observación de la naturaleza y la sabiduría popular.

Más allá del negocio, un arte heredado

A diferencia de la apicultura industrial, donde la producción masiva es el objetivo, los apicultores artesanales del interior de la isla valoran la relación armónica con el medio ambiente. Usan cajas de madera hechas a mano, cuidan a las abejas sin el uso de químicos, y recolectan la miel solo en los momentos adecuados, respetando los ciclos de floración locales.

“Las abejas te enseñan a tener paciencia y a mirar el campo de otra manera”, dice González mientras destapa con cuidado uno de sus panales. “No es solo por la miel. Es por lo que ellas significan para la vida”.

Diversidad de sabores y saberes

La miel artesanal cubana varía en color, textura y sabor según la región. En Pinar del Río, por ejemplo, predomina una miel clara y floral, influida por la majagua y el guayabo silvestre. En cambio, en el oriente, donde abundan plantas como la campanilla azul o el azahar, la miel tiende a ser más densa y aromática.

Estas diferencias no son casuales. Muchos apicultores, sin haber estudiado botánica formalmente, conocen el calendario floral de su zona como si lo llevaran tatuado en la piel. Así deciden cuándo trasladar sus colmenas, cómo evitar el estrés de las abejas, o cuándo es mejor dejar de cosechar para preservar la salud de la colonia.

Sostenibilidad desde el campo

En un contexto donde la seguridad alimentaria y el cambio climático son retos constantes, la apicultura artesanal ofrece una vía sostenible y resiliente. Las abejas no solo producen miel; también polinizan cultivos esenciales y contribuyen al equilibrio ecológico.

Algunos proyectos comunitarios y cooperativas rurales han comenzado a valorar esta práctica como parte de un enfoque ecológico integral. Iniciativas locales, como talleres de formación en técnicas tradicionales o el intercambio de colmenas entre vecinos, fortalecen este saber popular sin necesidad de grandes tecnologías.

Educación y futuro

Aunque la modernidad avanza, muchos jóvenes del campo cubano están redescubriendo la apicultura como una opción de vida conectada con sus raíces. Y es que, en un mundo donde el ruido digital a menudo ahoga lo esencial, las colmenas siguen siendo una escuela silenciosa de constancia, respeto y observación.

Viajar para aprender oficios en peligro de extinción: el turismo que preserva la memoria

Redacción (Madrid)

En una era dominada por la automatización y la inmediatez, hay quienes deciden detenerse y mirar hacia atrás. No como nostalgia, sino como acto consciente de preservación. Nace así una forma de viajar que trasciende el placer y la foto: el turismo de oficios en extinción. Se trata de sumergirse en comunidades donde aún se practican saberes ancestrales, aprender con las manos, y contribuir a que lo que está por desaparecer, viva un día más.

1. Italia – El arte del calzado a medida en Toscana

En pequeños talleres familiares de Florencia y Lucca, aún se puede aprender de artesanos que fabrican zapatos como hace un siglo: sin plantillas industriales, sin prisas. Algunos aceptan aprendices viajeros por semanas o meses, enseñando desde el corte de la piel hasta el cosido con hilo encerado. Más que un souvenir, uno se lleva a casa la experiencia de haber creado algo con sus propias manos.

2. Japón – El kintsugi: reparar para sanar

En Tokio o en las montañas de Kanazawa, maestros del kintsugi —la técnica de reparar cerámica rota con polvo de oro— ofrecen talleres a visitantes. Esta práctica, más que un oficio, es una filosofía: lo roto no se oculta, se embellece. Aprender kintsugi es también una forma de reflexión, una meditación activa sobre la imperfección y la resiliencia.

3. España – Teñido natural y telares en Galicia

En aldeas del norte de Galicia, algunas mujeres mayores todavía trabajan con telares manuales y tintes hechos de plantas locales. Proyectos cooperativos han comenzado a recibir viajeros que quieren aprender el proceso completo: desde recolectar la materia prima hasta crear una bufanda o un tapiz. Lo que parecía olvidado, cobra nueva vida con cada viajero que decide aprender.

4. Marruecos – Curtido tradicional en Fez

Entre los olores intensos y los colores vibrantes de las curtidurías de Fez, hay artesanos que trabajan el cuero como se hacía en la Edad Media. Algunos talleres han empezado a abrir sus puertas a viajeros interesados en conocer y practicar el proceso: selección de pieles, teñido natural, secado al sol. No es fácil, no es limpio, pero es profundamente humano.

5. México – El arte del barro negro en Oaxaca

En San Bartolo Coyotepec, al sur de Oaxaca, la tradición del barro negro sigue viva gracias a unas pocas familias. Viajeros pueden convivir con ellas, participar en el proceso de modelado y cocción, y comprender cómo este oficio no solo construye vasijas, sino identidad cultural.

Polinesia Francesa, el paraíso donde el tiempo se detiene y la tradición respira

Redacción (Madrid)
La Polinesia Francesa, situada en medio del vasto océano Pacífico, es un paraíso que desafía cualquier descripción sencilla. Compuesta por 118 islas y atolones repartidos en cinco archipiélagos, esta colectividad de ultramar de Francia es mucho más que un destino turístico. Es un universo de contrastes, donde la naturaleza salvaje, la cultura ancestral y la sofisticación contemporánea conviven en equilibrio casi perfecto.

La isla más conocida, Tahití, actúa como puerta de entrada a este mundo insular. Su capital, Papeete, es una ciudad pequeña pero vibrante, donde se mezclan mercados tradicionales, puestos de comida callejera y boutiques de lujo. Sin embargo, basta alejarse unos kilómetros para encontrarse con paisajes exuberantes: montañas cubiertas de selva, cascadas ocultas y playas de arena negra moldeadas por la actividad volcánica. En cada rincón se percibe una conexión profunda con la tierra y el mar.

Más allá de Tahití, Bora Bora se alza como el símbolo máximo del lujo tropical. Sus aguas turquesas, sus bungalós flotantes y sus arrecifes de coral la han convertido en uno de los destinos más deseados del planeta. Sin embargo, detrás de la postal perfecta hay una vida insular compleja y auténtica. Los habitantes locales mantienen vivas sus tradiciones a través de danzas, cantos, tatuajes y una cocina rica en productos del mar, coco y fruta fresca.

Las Islas Marquesas, menos visitadas y más remotas, ofrecen una experiencia completamente distinta. Aquí el paisaje es más agreste, con acantilados imponentes y una vegetación densa. Estas islas han inspirado a artistas como Paul Gauguin y Jacques Brel, quienes encontraron en su aislamiento y belleza salvaje una fuente de creación inagotable. Hoy, la influencia europea convive con una identidad maorí firme, expresada en ceremonias, esculturas y leyendas transmitidas oralmente.

El estilo de vida en la Polinesia Francesa sigue los ritmos del océano y del sol. La pesca, la agricultura y la navegación siguen siendo prácticas esenciales, mientras que la hospitalidad polinesia convierte cada encuentro en una muestra de calidez y respeto. Aunque el turismo ha traído desarrollo económico, también ha planteado desafíos de sostenibilidad, especialmente en cuanto a la protección de sus frágiles ecosistemas marinos y culturales.

Viajar a la Polinesia Francesa es más que disfrutar de paisajes idílicos; es sumergirse en un modo de vida donde la naturaleza dicta el tempo y la tradición moldea el presente. Es un lugar que despierta los sentidos y deja una huella imborrable en quienes lo visitan. Un mundo suspendido entre el cielo y el mar, donde lo esencial cobra un nuevo sentido.

Descubrimos las 10 ciudades más visitadas del mundo: un recorrido por los destinos que marcan tendencia

Redacción (Madrid)

En un mundo cada vez más interconectado, viajar se ha transformado en una experiencia esencial para millones de personas. Ya sea por placer, negocios o cultura, algunas ciudades destacan por atraer a una cantidad impresionante de visitantes cada año. En esta edición, te llevamos a descubrir las 10 ciudades más visitadas del planeta, según los últimos datos internacionales de turismo. Estas urbes no solo destacan por su belleza y oferta turística, sino por la manera en que seducen al mundo entero.

1. Bangkok, Tailandia
La vibrante capital tailandesa lidera el ranking con su combinación única de tradición y modernidad. Sus templos dorados, mercados flotantes y su vida nocturna convierten a Bangkok en un imán turístico que atrae a más de 20 millones de visitantes anuales.

2. París, Francia
La Ciudad de la Luz no pierde su brillo. París sigue siendo un destino soñado gracias a su riqueza cultural, sus museos de renombre como el Louvre y sus icónicos monumentos como la Torre Eiffel. El romanticismo y la elegancia parisina siguen cautivando al mundo.

París, la ciudad del amor, Lugares y Más

3. Londres, Reino Unido
Multicultural, cosmopolita y profundamente histórica, Londres es el corazón de Europa. Desde el Palacio de Buckingham hasta el bullicioso Camden Market, la ciudad ofrece una diversidad que encanta a visitantes de todas partes.

4. Dubái, Emiratos Árabes Unidos
Un oasis futurista en medio del desierto. Dubái se ha consolidado como una ciudad del lujo y el espectáculo. Sus rascacielos impresionantes, como el Burj Khalifa, y sus experiencias únicas, como esquiar en un centro comercial, la hacen inolvidable.

5. Singapur
Pequeña en tamaño, pero gigante en innovación. Singapur es un modelo de ciudad moderna, limpia y verde. Su Jardín de la Bahía y Marina Bay Sands atraen tanto a curiosos tecnológicos como a amantes de la arquitectura.

6. Kuala Lumpur, Malasia
La capital malaya ha ganado terreno en el turismo mundial gracias a su accesibilidad, gastronomía diversa y la impactante silueta de las Torres Petronas. Es una puerta de entrada al Sudeste Asiático cada vez más valorada.

7. Nueva York, Estados Unidos
La ciudad que nunca duerme mantiene su estatus global. Con Broadway, Central Park, la Estatua de la Libertad y una oferta cultural sin rival, Nueva York continúa siendo un símbolo del dinamismo y la diversidad.

8. Estambul, Turquía
Una joya entre dos continentes. Estambul mezcla lo oriental y lo occidental con una naturalidad hipnótica. Su Gran Bazar, Santa Sofía y el Bósforo convierten cada visita en una experiencia única en el tiempo.

9. Tokio, Japón
La capital nipona combina tradición milenaria con tecnología de vanguardia. Tokio fascina con su orden, su seguridad, su exquisita gastronomía y barrios tan emblemáticos como Shibuya o Akihabara.

10. Antalya, Turquía
La gran sorpresa del ranking. Esta ciudad costera en el sur de Turquía ha capturado el interés internacional por sus playas mediterráneas, sus resorts de lujo y su historia milenaria, convirtiéndose en un nuevo favorito para el turismo de descanso.

Los 10 restaurantes más exclusivos de España

Redacción (Madrid)
España, tierra de tradiciones culinarias profundas y de vanguardia, alberga algunos de los restaurantes más exclusivos y codiciados del mundo. Lugares donde la gastronomía se convierte en arte y la experiencia trasciende lo meramente alimenticio. Reservar en ellos suele ser un desafío, y vivir la experiencia, un lujo reservado para unos pocos. Cada uno de estos espacios representa lo mejor de la cocina española contemporánea y clásica, siempre con una puesta en escena impecable.

El Celler de Can Roca, en Girona, liderado por los hermanos Roca, es un templo gastronómico que combina innovación, memoria y técnica impecable. DiverXO, en Madrid, con David Muñoz a la cabeza, ofrece un viaje irreverente y sorprendente por sabores globales en un entorno rompedor. Azurmendi, de Eneko Atxa en Larrabetzu, es una oda a la sostenibilidad, la naturaleza y la cocina vasca reinterpretada con elegancia extrema. Martín Berasategui, en Lasarte-Oria, brilla con luz propia gracias a la precisión y pasión de uno de los chefs más laureados del país.

Entre los destinos más exclusivos se encuentra también ABaC, en Barcelona, donde Jordi Cruz construye universos sensoriales a través de menús que rozan la perfección técnica y estética. Arzak, en San Sebastián, mantiene viva la llama de la cocina de autor gracias a Juan Mari y Elena Arzak, fusionando tradición y vanguardia. Quique Dacosta Restaurante, en Dénia, se erige como un laboratorio de creatividad donde la esencia mediterránea se transforma en experiencias únicas para el paladar.

Atrio, en Cáceres, combina alta gastronomía y enología en un marco arquitectónico impresionante, de la mano de Toño Pérez y José Polo. Noor, en Córdoba, liderado por Paco Morales, transporta a los comensales a la época de Al-Ándalus, reinterpretando recetas ancestrales con una sofisticación que roza lo sublime. Aponiente, en El Puerto de Santa María, donde Ángel León, el “chef del mar”, convierte ingredientes marinos inéditos en platos de altísimo nivel, cierra esta selección de espacios que son verdaderos templos del buen gusto.

Acceder a una mesa en cualquiera de estos restaurantes no solo requiere reserva anticipada, sino también una actitud abierta a la experimentación y el asombro. En muchos casos, la experiencia va más allá de los platos, incorporando visitas a bodegas, huertos ecológicos o espectáculos audiovisuales que potencian la narrativa de cada menú. Cada bocado está pensado para emocionar, sorprender y, en ocasiones, provocar al comensal, desafiando su percepción de lo que es la gastronomía.

España continúa consolidándose como una potencia mundial en la alta cocina gracias a estos espacios exclusivos que no dejan de innovar, respetando al mismo tiempo sus raíces. Estos diez restaurantes no son solo lugares donde comer; son escenarios donde la historia, la cultura, la técnica y la pasión se encuentran para ofrecer experiencias memorables. Más que una comida, visitar cualquiera de ellos representa formar parte, durante unas horas, de una obra de arte viva y efímera.

Cuba bajo tierra, historias de las cuevas y túneles secretos del país

Redacción (Madrid)
Cuando se piensa en Cuba, es fácil imaginar playas de arena blanca, calles vibrantes y autos clásicos que parecen suspendidos en el tiempo. Sin embargo, bajo la superficie, existe un mundo desconocido lleno de misterio: las cuevas y túneles secretos que atraviesan el subsuelo de la isla. Desde formaciones naturales hasta pasajes construidos por el hombre, Cuba guarda en sus entrañas historias fascinantes que merecen ser contadas.

La Cueva de Santo Tomás, en la provincia de Pinar del Río, es uno de los sistemas cavernarios más impresionantes de América Latina. Con más de 46 kilómetros de galerías exploradas, esta maravilla natural esconde pinturas rupestres que datan de tiempos precolombinos. A lo largo de sus niveles y pasajes, se percibe una atmósfera casi mística, como si cada piedra conservara secretos de antiguos habitantes taínos y cimarrones que buscaron refugio en su interior.

Más allá de las maravillas naturales, en La Habana se esconden túneles construidos durante la Guerra Fría. Durante los años sesenta, temiendo una invasión estadounidense, el gobierno cubano ordenó la construcción de una red subterránea destinada a proteger a la población y al liderazgo político. Muchos de estos pasajes, ocultos bajo escuelas, hospitales y edificios gubernamentales, permanecen cerrados al público y solo sobreviven en relatos de quienes trabajaron en su excavación.

En otras ciudades, como Matanzas, las cuevas también tienen un valor histórico y cultural. La Cueva de Bellamar, descubierta accidentalmente en 1861, se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas. Con estalactitas y estalagmitas que forman impresionantes figuras, Bellamar es una ventana al pasado geológico de la isla, pero también guarda leyendas locales sobre tesoros ocultos y apariciones fantasmales.

El uso de túneles no se limita al pasado. En épocas más recientes, los cubanos han recurrido al subsuelo como medio de resistencia y supervivencia. Hay testimonios de túneles improvisados para el contrabando o el escape, especialmente en las zonas costeras donde las restricciones políticas y económicas empujaron a algunos a buscar rutas alternativas, lejos de la vigilancia estatal.

Cuba, bajo tierra, revela un rostro menos conocido pero igual de fascinante. Ya sea en las profundidades de una cueva milenaria o en los corredores secretos de una ciudad moderna, cada rincón subterráneo cuenta una historia de resistencia, creatividad y misterio. Adentrarse en este mundo oculto es explorar no solo la geografía de la isla, sino también la profundidad de su espíritu.