Redacción (Madrid)

Ubicado en el corazón de Transilvania, Viscri es un pequeño pueblo rumano que parece haberse detenido en el tiempo. Con apenas unos cientos de habitantes, sus casas de colores pastel, calles empedradas y colinas verdes han cautivado tanto a locales como a visitantes. Este rincón apartado del mundo ha ganado notoriedad en los últimos años gracias a la atención del rey Carlos III del Reino Unido, quien adquirió y restauró una propiedad en el lugar, impulsando así el turismo sostenible y la conservación del patrimonio.


La joya del pueblo es, sin duda, su iglesia fortificada, una construcción sajona del siglo XII que forma parte del patrimonio mundial de la UNESCO. Esta estructura imponente, rodeada por gruesos muros defensivos, fue clave para proteger a los habitantes durante siglos de invasiones otomanas. Hoy, se mantiene impecable y funciona como un museo viviente, testimonio del legado sajón que aún persiste en la región.


Más allá de su arquitectura, Viscri es un ejemplo de cómo las comunidades rurales pueden preservar sus tradiciones sin renunciar al desarrollo. Los habitantes siguen dedicándose a la agricultura, la elaboración de productos artesanales y la ganadería, mientras cooperan con fundaciones que promueven el ecoturismo. Muchos visitantes optan por alojarse en casas tradicionales convertidas en pensiones, donde se sirven comidas caseras a base de ingredientes locales.


La vida en Viscri transcurre con una calma que contrasta con el ritmo acelerado de las ciudades. No hay grandes comercios, ni supermercados, ni tráfico; solo el sonido de las campanas de la iglesia, el paso de algún carro tirado por caballos y el saludo amable de sus vecinos. Esta autenticidad ha hecho del pueblo un refugio para viajeros que buscan experiencias genuinas, lejos de los circuitos turísticos convencionales.


A medida que más personas descubren este rincón encantador de Rumanía, surge también el desafío de mantener intacto su carácter. Las autoridades locales, en colaboración con organizaciones internacionales, trabajan para equilibrar el crecimiento turístico con la preservación cultural y ambiental. Viscri no es solo un destino, sino un modelo vivo de cómo la historia, la naturaleza y la comunidad pueden convivir en armonía.


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