
Redacción (Madrid)
Al sureste del archipiélago cubano, donde la Sierra Maestra besa el mar Caribe y el sol parece rendirse con reverencia sobre los tejados coloniales, se encuentra una ciudad que no solo vive la historia, sino que la encarna: Santiago de Cuba.
Fundada en 1515 por el conquistador Diego Velázquez, Santiago es la segunda ciudad más importante de la isla y, para muchos, su corazón más rebelde. Aquí comenzó el camino de la independencia, con gestas heroicas que han marcado para siempre el espíritu indomable de sus habitantes. No por gusto se le conoce como la “cuna de la Revolución”.
Caminar por sus calles es sumergirse en una mezcla vibrante de tradición y resistencia. Desde el Parque Céspedes, centro neurálgico de la ciudad, hasta la majestuosa Catedral Metropolitana, cada rincón guarda memorias del pasado colonial, del auge del comercio marítimo y del fervor revolucionario. A unos pocos kilómetros, en el Cementerio de Santa Ifigenia, reposan los restos de figuras claves de la historia cubana como José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y Fidel Castro, cuyas tumbas son visitadas a diario con una solemnidad que trasciende lo político para convertirse en culto a la identidad nacional.
Pero Santiago no es solo historia. Es tambor, es son, es carnaval. Aquí, la música no se escucha, se respira. El legendario Septeto Santiaguero y el espíritu del son cubano se encuentran en cada esquina, y las noches se iluminan con el ritmo pegajoso de los tambores afrocubanos que brotan desde el corazón del barrio Tivolí o del patio de la Casa de la Trova. Las influencias caribeñas, haitianas y españolas han dado lugar a una de las culturas más ricas y diversas del país.
A nivel geográfico, Santiago destaca por su compleja topografía: colinas que se elevan abruptamente, calles empinadas y miradores naturales que regalan vistas espectaculares del puerto natural, uno de los más profundos de América. Todo esto enmarcado por una vegetación tropical que hace de la ciudad un paraíso de contrastes visuales.
El calor de su clima solo es superado por el de su gente: hospitalaria, orgullosa, resiliente. En Santiago, la cubanía se vive con intensidad y sin adornos. Aquí no hay espacio para la indiferencia; todo es pasión, color y carácter.