
Redacción (Madrid)
Galicia guarda en su costa noroeste un territorio que combina la belleza salvaje del paisaje con una carga histórica y simbólica que ha atravesado los siglos. La Costa da Morte —literalmente, “Costa de la Muerte”— es más que un rincón escarpado del mapa español; es un escenario donde la naturaleza impone sus propias leyes, y donde cada ola parece contar una historia de naufragios, peregrinaciones y tradiciones inmemoriales.
Un nombre con ecos de tragedia
El nombre Costa da Morte no es fruto del marketing turístico, sino del legado de siglos de accidentes marítimos. La bravura del océano Atlántico, unida a la geografía abrupta de acantilados y bajos rocosos, ha sido testigo de incontables naufragios desde tiempos antiguos. Barcos mercantes, pesqueros e incluso embarcaciones militares han sucumbido ante las tormentas y las corrientes traicioneras. Uno de los más recordados es el del petrolero Prestige en 2002, que tiñó de negro esta costa y la conciencia ecológica de toda Europa.
Naturaleza indómita y sobrecogedora
Desde Malpica hasta Finisterre, la Costa da Morte ofrece un espectáculo natural que combina playas solitarias, faros centenarios y acantilados que parecen no tener fin. El Cabo Vilán, por ejemplo, se alza desafiante frente al océano con uno de los faros más emblemáticos de España. Camariñas, Laxe, Muxía y Carnota son solo algunas de las paradas obligatorias para quien desee sumergirse en un paisaje de luces cambiantes, viento perpetuo y mar en constante batalla.
Misticismo y peregrinación
Finisterre, considerado por los romanos el «fin del mundo conocido», es también una de las prolongaciones del Camino de Santiago. Muchos peregrinos continúan hasta aquí su andadura tras llegar a Compostela, en busca del ritual de quemar sus botas o ver morir el sol en el horizonte atlántico, como símbolo de renacimiento.
En Muxía, el santuario da Virxe da Barca combina la devoción mariana con la mitología celta. Las piedras sagradas que rodean el templo evocan milagros, leyendas de gigantes y embarcaciones de piedra que desafiaron la lógica.
Una cultura marcada por el mar
La Costa da Morte es también un espacio de identidad. El mar no solo es peligro; es sustento, idioma, música y forma de vida. El gallego se habla aquí con la cadencia del viento, y la gastronomía es un homenaje a la frescura marina: percebeiros que arriesgan la vida por el marisco más codiciado, pulpos cocinados con mimo, y empanadas que resumen siglos de tradición campesina y marinera.