
Redacción (Madrid)
República Dominicana, reconocida por sus playas paradisíacas, su música vibrante y su hospitalidad inigualable, también es tierra de historias que se desvanecen con el tiempo. Más allá de los destinos turísticos y las grandes ciudades, existen lugares que alguna vez florecieron y hoy yacen en el abandono, atrapados entre la nostalgia y el silencio. Estos son cinco de los llamados “pueblos perdidos” del país: fragmentos de la historia nacional que resisten la desaparición total.
1. El Derrumbao (San Juan de la Maguana)
Ubicado a pocos kilómetros del embalse de Sabaneta, El Derrumbao fue una comunidad agrícola activa durante la primera mitad del siglo XX. Su nombre proviene de un deslizamiento de tierra que, según relatos locales, sepultó parte del caserío tras intensas lluvias en los años 40. La construcción de la presa en la década de los 70 obligó al reasentamiento de muchas familias, dejando el lugar como un caserío fantasma. Hoy, ruinas de casas de madera y huellas de caminos polvorientos son todo lo que queda.
2. Bajo Yuna Viejo (Duarte)
Las crecidas del río Yuna durante las décadas de los 60 y 70 forzaron el abandono de este pequeño poblado agrícola, que alguna vez fue un punto neurálgico para el cultivo de arroz. Sus habitantes fueron reubicados tierra adentro, y lo que antes era una comunidad floreciente es ahora un terreno fangoso, cubierto de cañaverales y pantanos. Los pocos que regresan, lo hacen solo para contar historias o rendir homenaje a sus ancestros.
3. La Cucarita (Monte Cristi)
Un pueblo cuyo nombre curiosamente contrasta con su belleza natural. La Cucarita fue fundado a principios del siglo XX por pescadores y comerciantes, y creció con la esperanza de ser un enclave productivo en la línea noroeste. Pero el aislamiento geográfico y la falta de infraestructura lo condenaron al olvido. En la actualidad, solo un par de casas semiderruidas y un cementerio invadido por maleza dan fe de que allí vivió gente.
4. Sabana Clara (Elías Piña)
Enclavado entre las montañas que dividen a Dominicana de Haití, Sabana Clara fue en su tiempo un refugio de campesinos y contrabandistas. Las tensiones en la frontera, la falta de servicios básicos y la migración forzada convirtieron al pueblo en un recuerdo. Hoy es difícil encontrarlo en un mapa; sin embargo, aún se escuchan historias de tesoros escondidos y encuentros místicos narradas por los más viejos de la zona.
5. El Naranjal (Peravia)
Este poblado, ubicado cerca de las faldas de la Sierra de Ocoa, fue destruido casi en su totalidad por un incendio forestal en los años 80, supuestamente originado por una quema agrícola mal controlada. El fuego devoró casas, cultivos y esperanzas. Aunque algunos intentaron reconstruirlo, la falta de apoyo gubernamental y el miedo a nuevos incendios llevaron a su abandono definitivo. Hoy, la naturaleza ha reclamado el espacio: el monte ha cubierto lo que fueron calles y patios.
Más que ruinas: memoria y advertencia
Estos pueblos perdidos no son solo vestigios físicos, sino advertencias silenciosas sobre el abandono rural, los efectos del cambio climático, y la fragilidad de las comunidades ante la desatención del Estado. Cada uno cuenta una historia de resistencia, tragedia y migración. Son, en muchos sentidos, cápsulas del tiempo que merecen ser escuchadas antes de desaparecer por completo.