
Redacción (Madrid)
Santo Domingo
Más allá de las postales de Punta Cana y el bullicio de Santo Domingo, la República Dominicana guarda secretos que el tiempo ha envuelto en silencio. Son pueblos fantasmas, fortalezas olvidadas, estaciones ferroviarias oxidadas, balnearios sepultados por el abandono o la naturaleza. Lugares perdidos, sí. Pero también lugares que aún respiran historia, misterio y memoria.
Villa La Isabela: El primer asentamiento europeo de América
Ubicada en la costa norte, en la provincia de Puerto Plata, Villa La Isabela fue fundada por Cristóbal Colón en 1493. Pese a su inmenso valor histórico —fue la primera ciudad europea en el Nuevo Mundo— hoy sus ruinas viven cubiertas por el verdor tropical y la indiferencia institucional.
Una pequeña capilla, restos de muros coloniales y un museo semiabandonado son lo que queda de una ciudad que una vez albergó sueños imperiales. Visitada por pocos, es uno de los puntos más importantes del mapa arqueológico del Caribe… y uno de los más descuidados.
El pueblo sumergido de Sabana Yegua
En la provincia de Azua, bajo las aguas del embalse de Sabana Yegua, yace un pueblo entero. En los años 70, la construcción de la presa obligó a evacuar comunidades enteras. Muchos aún recuerdan, con nostalgia y dolor, cómo sus casas, iglesias y campos quedaron bajo el agua.
En épocas de sequía, emergen fragmentos: una pared, una cruz, un pilar. Como si el pasado no estuviera del todo dispuesto a hundirse.
El Hotel Montaña (Jarabacoa): Fantasma del lujo perdido
En lo alto de Jarabacoa, entre montañas cubiertas de pino, yace el esqueleto del que fue en los 80 uno de los hoteles más lujosos de República Dominicana. El Hotel Montaña, con su arquitectura modernista y sus vistas privilegiadas, albergó artistas, políticos y turistas de alto perfil.
Hoy está en ruinas. Sus pasillos crujen con el viento, las piscinas están secas y los murales son lienzos para el moho. El esplendor se evaporó, dejando un aire cinematográfico de belleza decadente.
La línea férrea Santiago–Puerto Plata: Rieles hacia ninguna parte
A finales del siglo XIX, un ferrocarril conectaba Santiago con el puerto de Puerto Plata. Era símbolo de modernidad y comercio. Hoy, los restos de estaciones oxidadas, durmientes cubiertos de maleza y puentes olvidados sobreviven como fósiles industriales.
Un proyecto que transformó la economía del norte de la isla yace hoy en el abandono, aunque algunos colectivos abogan por su restauración como patrimonio cultural y turístico.