Redacción (Madrid)

República Dominicana es mucho más que Punta Cana, playas all inclusive y palmeras inclinadas sobre aguas turquesas. Más allá del turismo de masas, el país guarda un mapa íntimo de pueblos que conservan su alma: montañas verdes, callejuelas coloniales, ríos de aguas frías y costas tranquilas donde el tiempo se ha detenido. En este recorrido, nos adentramos en los pueblos más bonitos de República Dominicana, aquellos que revelan la verdadera identidad caribeña del país.

Jarabacoa: La Suiza caribeña

En el corazón de la Cordillera Central, Jarabacoa florece como un oasis de frescura y aventura. A casi 600 metros sobre el nivel del mar, este pueblo ofrece temperaturas templadas, montañas cubiertas de pinos y ríos cristalinos que bajan con fuerza entre cañones. Aquí el turismo es verde: rafting en el Yaque del Norte, caminatas al Salto de Jimenoa y parapente con vistas de ensueño. Es fácil entender por qué muchos dominicanos la consideran la “tierra de la eterna primavera”.

Constanza: El valle encantado

Aún más alto, entre nieblas y sembradíos de fresas, se encuentra Constanza. Su aire puro y el silencio de sus campos contrastan con el bullicio tropical habitual. Este pueblo agrícola es una mezcla perfecta entre lo rural y lo romántico. Sus amaneceres rosados entre montañas, sus mercados de vegetales recién cosechados y sus cabañas rústicas lo convierten en un destino ideal para quienes buscan una desconexión total.

Las Terrenas: Bohemia entre olas

En la costa norte, Las Terrenas representa una fusión perfecta entre el Caribe salvaje y la sofisticación europea. Lo que antes fue un pequeño pueblo de pescadores, hoy es un crisol cultural lleno de franceses, italianos y dominicanos que comparten cafés al aire libre, galerías de arte y playas con nombres tan sugerentes como Playa Bonita o Playa Cosón. Las Terrenas vibra con espíritu libre, y eso se nota en su gente, en su música, en su cocina.

Altos de Chavón: Una aldea mediterránea en el Caribe

Construido en piedra coralina sobre un acantilado que mira al río Chavón, Altos de Chavón parece sacado de una postal europea. Este centro cultural en La Romana es un homenaje a la arquitectura mediterránea del siglo XVI, pero con el alma artística dominicana: talleres de artesanía, museos, boutiques y hasta un anfiteatro que ha recibido a artistas como Frank Sinatra y Juan Luis Guerra. Es un pueblo escenográfico, sí, pero con una autenticidad que lo vuelve inolvidable.

Boca de Yuma: Donde el mar cuenta historias

En la provincia La Altagracia, Boca de Yuma es un secreto bien guardado. Este tranquilo pueblo pesquero ofrece acantilados espectaculares, vistas abiertas al mar Caribe y relatos de piratas que alguna vez navegaron sus aguas. Sentarse en un restaurante rústico con vistas al océano y un plato de mariscos frescos es más que una comida: es una postal viviente de la sencillez y la belleza.

Samaná y sus alrededores: Naturaleza en estado puro

La provincia de Samaná es una joya sin explotar del turismo masivo. Desde su colorido malecón en Santa Bárbara hasta los caminos rurales que llevan al Salto El Limón o al majestuoso Parque Nacional Los Haitises, la región está llena de sorpresas. Entre enero y marzo, las ballenas jorobadas llenan sus bahías, convirtiendo el espectáculo natural en un ritual anual de admiración y respeto.

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