Redacción (Madrid)

Cuando pensamos en la República Dominicana, lo primero que suele venir a la mente son sus playas de arena blanca, las aguas turquesas del Caribe y el ritmo contagioso del merengue. Pero más allá del turismo de sol y playa, el país esconde un tesoro natural que muchos visitantes pasan por alto: su fauna. Rica, diversa y, en muchos casos, única en el mundo, la biodiversidad dominicana convierte a la isla en un destino perfecto para los amantes de la naturaleza.

Situada en la isla de La Española, que comparte con Haití, la República Dominicana alberga una sorprendente variedad de ecosistemas: desde bosques húmedos y manglares hasta zonas semiáridas, montañas y costas coralinas. Esta variedad de paisajes se traduce en una increíble riqueza animal, que se puede explorar en parques nacionales, reservas ecológicas y hasta en las inmediaciones de las zonas turísticas más conocidas.

Uno de los grandes protagonistas de la fauna dominicana es el manatí antillano, un apacible mamífero marino que habita en aguas costeras y estuarios. Aunque es una especie en peligro de extinción, todavía se puede ver en zonas protegidas como la Bahía de Samaná, donde también tiene lugar uno de los espectáculos naturales más impresionantes del Caribe: el avistamiento de ballenas jorobadas. Cada año, entre enero y marzo, cientos de estos gigantes del océano llegan desde el Atlántico Norte para aparearse y dar a luz en las cálidas aguas dominicanas. Verlas saltar, cantar o nadar junto a sus crías es una experiencia inolvidable.

Pero no todo ocurre en el mar. En tierra firme, la República Dominicana es hogar de aves endémicas como el cigua palmera (el ave nacional), el gavilán de la Hispaniola o el pico cruzado, que solo se encuentran en esta isla. Los amantes del birdwatching pueden disfrutar de verdaderos santuarios naturales en lugares como la Sierra de Bahoruco, la Reserva Científica Ébano Verde o el Parque Nacional Los Haitises, donde además de aves se pueden observar murciélagos, cangrejos terrestres y hasta manatíes si se visita por vía fluvial.

Otro habitante curioso es el solenodonte, un mamífero nocturno, insectívoro y muy antiguo, que parece salido de otra era. Es endémico de la isla y extremadamente raro de ver, aunque los esfuerzos de conservación lo protegen en lugares como el Parque Nacional Jaragua, al suroeste del país, una región también rica en reptiles, como la iguana rinoceronte y varias especies de lagartijas únicas del Caribe.

En las zonas costeras y marinas, los arrecifes de coral albergan cientos de especies de peces, tortugas marinas y moluscos. Lugares como el Parque Nacional Submarino La Caleta, cerca de Santo Domingo, o la isla Saona, son ideales para hacer snorkel o buceo y conocer esta vida marina de cerca.

En definitiva, la fauna de la República Dominicana es tan vibrante como su cultura. Es un país donde se puede pasar de observar ballenas a fotografiar aves raras, nadar junto a peces tropicales o explorar cuevas habitadas por miles de murciélagos. Para el turista curioso, dispuesto a ir más allá de los resorts, la isla ofrece una experiencia rica en biodiversidad y emoción natural. Un viaje a lo salvaje, en el corazón del Caribe.

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