Redacción (Madrid)

En un país famoso por sus playas de postal, donde Varadero, Cayo Coco o Playa Ancón acaparan los titulares, existen rincones aún vírgenes que escapan del turismo masivo. Entre ellos, Cala Bonita, en el extremo occidental de Cuba, es una joya escondida donde la naturaleza se expresa en estado puro.

Ubicada dentro de la Reserva de la Biosfera de Guanahacabibes, en la provincia de Pinar del Río, Cala Bonita no aparece en mapas comerciales ni en circuitos habituales. Acceder a ella implica aventurarse por senderos naturales, cruzar manglares y dejarse guiar por pescadores o guías locales. Pero el esfuerzo se ve recompensado: lo que espera al final del camino es un pequeño tramo de costa con arena dorada, agua cristalina y un silencio solo roto por el vaivén del mar.

Lo que hace especial a Cala Bonita no es solo su belleza —que la tiene en abundancia— sino su sensación de aislamiento y autenticidad. No hay hoteles, ni bares, ni alquileres de sombrillas. Solo el visitante y el paisaje: arrecifes poco explorados, formaciones de coral, y la posibilidad de avistar aves migratorias o tortugas marinas si se tiene la suerte de coincidir con sus rutas.

Además de su atractivo visual, esta cala forma parte de un ecosistema altamente protegido. La península de Guanahacabibes es una de las áreas mejor conservadas de Cuba, con una biodiversidad que asombra incluso a los más expertos: iguanas, manatíes, mariposas endémicas y hasta los restos de antiguos asentamientos indígenas en cuevas cercanas.

Para los turistas que buscan más que una simple playa, Cala Bonita ofrece una experiencia de conexión con la tierra. Puede ser un lugar para practicar snorkel entre peces multicolores, para leer bajo una palma inclinada o simplemente para mirar el horizonte sin interrupciones. Aquí, la idea de desconectar adquiere su significado más pleno.

En un mundo cada vez más globalizado, encontrar sitios donde el tiempo parece detenerse es un lujo. Cala Bonita es uno de esos raros parajes donde Cuba se revela tal como fue: salvaje, cálida y profundamente humana. No es un destino para quienes buscan comodidad, sino para quienes buscan verdad.

  • Cómo llegar: Desde Sandino o María la Gorda, se puede acceder a pie o en transporte local con guía. Requiere permisos si se accede por zonas protegidas.
  • Qué llevar: Agua potable, protección solar, comida ligera, calzado para caminar por roca y respeto por el entorno natural.
  • Mejor época: Entre noviembre y abril, cuando las lluvias son escasas y el calor no es extremo.
  • Importante: No dejar basura. No extraer flora ni fauna. No acampar fuera de zonas permitidas.

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