Redacción (Madrid)

En el interior de la provincia de Alicante, donde la vegetación mediterránea se entrelaza con antiguos caminos de piedra y el aire huele a hierbas silvestres, se alza la Sierra de Mariola, uno de los espacios naturales más encantadores y menos explorados del levante español. Declarada Parque Natural en 2002, esta sierra no solo es un pulmón verde de biodiversidad, sino también un refugio cultural cargado de historia, leyendas y silencio.

La Sierra de Mariola es uno de esos destinos que no se visitan por casualidad: se elige ir. Y una vez que se entra en su ritmo pausado, en sus senderos flanqueados por carrascas, fuentes y masías olvidadas, es fácil entender por qué ha inspirado a poetas, botánicos y viajeros durante siglos.

Uno de los mayores tesoros de Mariola es su riqueza botánica. Conocida desde tiempos antiguos por la abundancia de plantas medicinales y aromáticas, esta sierra da nombre incluso a la famosa infusión digestiva valenciana: el “herbero de Mariola”. Pasear por sus laderas es un deleite para los sentidos: romero, tomillo, espliego, manzanilla, ajedrea… El olor cambia con el viento y la estación.

Sus múltiples senderos, bien señalizados, conectan antiguos molinos, neveros (pozos de nieve) y fuentes naturales. Rutas como la subida al Montcabrer, su pico más alto (1.390 m), ofrecen panorámicas espectaculares de los valles del interior alicantino y valenciano.

En torno a la sierra se encuentran pueblos con un fuerte carácter y tradición. Bocairent, con su casco histórico medieval esculpido en piedra, es quizás el más famoso. Sus cuevas moriscas, su plaza de toros tallada en roca y sus calles estrechas parecen detenidas en el tiempo.

Otros pueblos como Agres, Alfafara o Muro de Alcoy son menos conocidos pero igualmente encantadores, ideales para perderse entre calles tranquilas, probar la gastronomía local y escuchar a los mayores contar historias de nieves eternas y contrabandistas de montaña.

Más allá de su belleza natural, Mariola guarda un patrimonio escondido. Entre sus montañas se encuentran antiguos neveros o «cavas», como la impresionante Cava Arquejada, construida entre los siglos XVI y XVIII para almacenar nieve y venderla durante el verano en ciudades costeras como Valencia o Alicante.

También abundan las ermitas solitarias, como la de la Virgen de Agres, lugar de peregrinación desde el siglo XV, y vestigios de antiguos caminos de trashumancia y torres de vigilancia de la época islámica.

Visitar la Sierra de Mariola es un acto de desaceleración. Aquí no hay grandes hoteles ni masificaciones. La mayoría de alojamientos son casas rurales, hospederías y pequeños hoteles familiares que invitan al descanso, a la lectura o a contemplar las estrellas en noches claras.

Es un destino ideal para el turismo de bienestar, la fotografía de naturaleza, el senderismo, las rutas en bici o simplemente para reconectar con uno mismo.

La Sierra de Mariola no necesita artificios para enamorar. Su encanto radica en la autenticidad, en la armonía entre paisaje y tradición, en la sensación de caminar por caminos antiguos sabiendo que otros lo hicieron siglos atrás. Es un lugar donde el tiempo no se detiene, pero sí se suaviza.

Quien descubre Mariola no solo encuentra un destino, sino también una forma de viajar más consciente, más íntima y más respetuosa.

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