Descubrimos las 10 ciudades más visitadas del mundo: un recorrido por los destinos que marcan tendencia

Redacción (Madrid)

En un mundo cada vez más interconectado, viajar se ha transformado en una experiencia esencial para millones de personas. Ya sea por placer, negocios o cultura, algunas ciudades destacan por atraer a una cantidad impresionante de visitantes cada año. En esta edición, te llevamos a descubrir las 10 ciudades más visitadas del planeta, según los últimos datos internacionales de turismo. Estas urbes no solo destacan por su belleza y oferta turística, sino por la manera en que seducen al mundo entero.

1. Bangkok, Tailandia
La vibrante capital tailandesa lidera el ranking con su combinación única de tradición y modernidad. Sus templos dorados, mercados flotantes y su vida nocturna convierten a Bangkok en un imán turístico que atrae a más de 20 millones de visitantes anuales.

2. París, Francia
La Ciudad de la Luz no pierde su brillo. París sigue siendo un destino soñado gracias a su riqueza cultural, sus museos de renombre como el Louvre y sus icónicos monumentos como la Torre Eiffel. El romanticismo y la elegancia parisina siguen cautivando al mundo.

París, la ciudad del amor, Lugares y Más

3. Londres, Reino Unido
Multicultural, cosmopolita y profundamente histórica, Londres es el corazón de Europa. Desde el Palacio de Buckingham hasta el bullicioso Camden Market, la ciudad ofrece una diversidad que encanta a visitantes de todas partes.

4. Dubái, Emiratos Árabes Unidos
Un oasis futurista en medio del desierto. Dubái se ha consolidado como una ciudad del lujo y el espectáculo. Sus rascacielos impresionantes, como el Burj Khalifa, y sus experiencias únicas, como esquiar en un centro comercial, la hacen inolvidable.

5. Singapur
Pequeña en tamaño, pero gigante en innovación. Singapur es un modelo de ciudad moderna, limpia y verde. Su Jardín de la Bahía y Marina Bay Sands atraen tanto a curiosos tecnológicos como a amantes de la arquitectura.

6. Kuala Lumpur, Malasia
La capital malaya ha ganado terreno en el turismo mundial gracias a su accesibilidad, gastronomía diversa y la impactante silueta de las Torres Petronas. Es una puerta de entrada al Sudeste Asiático cada vez más valorada.

7. Nueva York, Estados Unidos
La ciudad que nunca duerme mantiene su estatus global. Con Broadway, Central Park, la Estatua de la Libertad y una oferta cultural sin rival, Nueva York continúa siendo un símbolo del dinamismo y la diversidad.

8. Estambul, Turquía
Una joya entre dos continentes. Estambul mezcla lo oriental y lo occidental con una naturalidad hipnótica. Su Gran Bazar, Santa Sofía y el Bósforo convierten cada visita en una experiencia única en el tiempo.

9. Tokio, Japón
La capital nipona combina tradición milenaria con tecnología de vanguardia. Tokio fascina con su orden, su seguridad, su exquisita gastronomía y barrios tan emblemáticos como Shibuya o Akihabara.

10. Antalya, Turquía
La gran sorpresa del ranking. Esta ciudad costera en el sur de Turquía ha capturado el interés internacional por sus playas mediterráneas, sus resorts de lujo y su historia milenaria, convirtiéndose en un nuevo favorito para el turismo de descanso.

Los 10 restaurantes más exclusivos de España

Redacción (Madrid)
España, tierra de tradiciones culinarias profundas y de vanguardia, alberga algunos de los restaurantes más exclusivos y codiciados del mundo. Lugares donde la gastronomía se convierte en arte y la experiencia trasciende lo meramente alimenticio. Reservar en ellos suele ser un desafío, y vivir la experiencia, un lujo reservado para unos pocos. Cada uno de estos espacios representa lo mejor de la cocina española contemporánea y clásica, siempre con una puesta en escena impecable.

El Celler de Can Roca, en Girona, liderado por los hermanos Roca, es un templo gastronómico que combina innovación, memoria y técnica impecable. DiverXO, en Madrid, con David Muñoz a la cabeza, ofrece un viaje irreverente y sorprendente por sabores globales en un entorno rompedor. Azurmendi, de Eneko Atxa en Larrabetzu, es una oda a la sostenibilidad, la naturaleza y la cocina vasca reinterpretada con elegancia extrema. Martín Berasategui, en Lasarte-Oria, brilla con luz propia gracias a la precisión y pasión de uno de los chefs más laureados del país.

Entre los destinos más exclusivos se encuentra también ABaC, en Barcelona, donde Jordi Cruz construye universos sensoriales a través de menús que rozan la perfección técnica y estética. Arzak, en San Sebastián, mantiene viva la llama de la cocina de autor gracias a Juan Mari y Elena Arzak, fusionando tradición y vanguardia. Quique Dacosta Restaurante, en Dénia, se erige como un laboratorio de creatividad donde la esencia mediterránea se transforma en experiencias únicas para el paladar.

Atrio, en Cáceres, combina alta gastronomía y enología en un marco arquitectónico impresionante, de la mano de Toño Pérez y José Polo. Noor, en Córdoba, liderado por Paco Morales, transporta a los comensales a la época de Al-Ándalus, reinterpretando recetas ancestrales con una sofisticación que roza lo sublime. Aponiente, en El Puerto de Santa María, donde Ángel León, el “chef del mar”, convierte ingredientes marinos inéditos en platos de altísimo nivel, cierra esta selección de espacios que son verdaderos templos del buen gusto.

Acceder a una mesa en cualquiera de estos restaurantes no solo requiere reserva anticipada, sino también una actitud abierta a la experimentación y el asombro. En muchos casos, la experiencia va más allá de los platos, incorporando visitas a bodegas, huertos ecológicos o espectáculos audiovisuales que potencian la narrativa de cada menú. Cada bocado está pensado para emocionar, sorprender y, en ocasiones, provocar al comensal, desafiando su percepción de lo que es la gastronomía.

España continúa consolidándose como una potencia mundial en la alta cocina gracias a estos espacios exclusivos que no dejan de innovar, respetando al mismo tiempo sus raíces. Estos diez restaurantes no son solo lugares donde comer; son escenarios donde la historia, la cultura, la técnica y la pasión se encuentran para ofrecer experiencias memorables. Más que una comida, visitar cualquiera de ellos representa formar parte, durante unas horas, de una obra de arte viva y efímera.

Cuba bajo tierra, historias de las cuevas y túneles secretos del país

Redacción (Madrid)
Cuando se piensa en Cuba, es fácil imaginar playas de arena blanca, calles vibrantes y autos clásicos que parecen suspendidos en el tiempo. Sin embargo, bajo la superficie, existe un mundo desconocido lleno de misterio: las cuevas y túneles secretos que atraviesan el subsuelo de la isla. Desde formaciones naturales hasta pasajes construidos por el hombre, Cuba guarda en sus entrañas historias fascinantes que merecen ser contadas.

La Cueva de Santo Tomás, en la provincia de Pinar del Río, es uno de los sistemas cavernarios más impresionantes de América Latina. Con más de 46 kilómetros de galerías exploradas, esta maravilla natural esconde pinturas rupestres que datan de tiempos precolombinos. A lo largo de sus niveles y pasajes, se percibe una atmósfera casi mística, como si cada piedra conservara secretos de antiguos habitantes taínos y cimarrones que buscaron refugio en su interior.

Más allá de las maravillas naturales, en La Habana se esconden túneles construidos durante la Guerra Fría. Durante los años sesenta, temiendo una invasión estadounidense, el gobierno cubano ordenó la construcción de una red subterránea destinada a proteger a la población y al liderazgo político. Muchos de estos pasajes, ocultos bajo escuelas, hospitales y edificios gubernamentales, permanecen cerrados al público y solo sobreviven en relatos de quienes trabajaron en su excavación.

En otras ciudades, como Matanzas, las cuevas también tienen un valor histórico y cultural. La Cueva de Bellamar, descubierta accidentalmente en 1861, se ha convertido en una de las principales atracciones turísticas. Con estalactitas y estalagmitas que forman impresionantes figuras, Bellamar es una ventana al pasado geológico de la isla, pero también guarda leyendas locales sobre tesoros ocultos y apariciones fantasmales.

El uso de túneles no se limita al pasado. En épocas más recientes, los cubanos han recurrido al subsuelo como medio de resistencia y supervivencia. Hay testimonios de túneles improvisados para el contrabando o el escape, especialmente en las zonas costeras donde las restricciones políticas y económicas empujaron a algunos a buscar rutas alternativas, lejos de la vigilancia estatal.

Cuba, bajo tierra, revela un rostro menos conocido pero igual de fascinante. Ya sea en las profundidades de una cueva milenaria o en los corredores secretos de una ciudad moderna, cada rincón subterráneo cuenta una historia de resistencia, creatividad y misterio. Adentrarse en este mundo oculto es explorar no solo la geografía de la isla, sino también la profundidad de su espíritu.

La Ruta del Cares, un viaje al corazón de los Picos de Europa

Redacción (Madrid)

Enclavada en uno de los rincones más espectaculares del norte de España, La Ruta del Cares es mucho más que un simple sendero de montaña. Es una experiencia inmersiva en la majestuosa belleza de los Picos de Europa, una travesía que seduce tanto a senderistas experimentados como a caminantes ocasionales por su combinación única de historia, naturaleza salvaje y paisajes sobrecogedores.

Un camino entre abismos

La ruta conecta las localidades de Caín (León) y Poncebos (Asturias), a lo largo de unos 12 kilómetros que serpentean entre desfiladeros vertiginosos, túneles excavados a mano y puentes colgantes sobre el río Cares. A menudo apodado “la Garganta Divina”, este sendero se abre paso por un estrecho cañón que parece haber sido esculpido por los dioses.

La historia de este camino es tan impresionante como su geografía. Originalmente trazado a principios del siglo XX para dar mantenimiento al canal hidráulico de la central eléctrica de Camarmeña, fue ampliado y acondicionado entre 1945 y 1950. La obra, realizada en condiciones extremas, dejó como legado una ruta de senderismo que hoy figura entre las más populares de España.

Naturaleza en estado puro

Recorrer la Ruta del Cares es adentrarse en un ecosistema vibrante. Los cortados de roca caliza albergan una fauna diversa que incluye rebecos, buitres leonados e incluso el esquivo quebrantahuesos, recientemente reintroducido en la zona. La flora, que varía con la altitud, pinta de verdes, ocres y violetas el paisaje a lo largo del año.

En cada curva del sendero, el caminante encuentra vistas panorámicas que desafían la imaginación: paredes verticales de más de 1000 metros, el cauce esmeralda del río varios cientos de metros más abajo y la silueta de las cumbres recortándose contra el cielo. Es un espectáculo natural que impone respeto y a la vez invita a la contemplación.

Consejos para el viajero

Aunque el recorrido no presenta grandes dificultades técnicas, no debe subestimarse. El terreno es irregular, estrecho en algunos tramos y carece de barandillas, por lo que se recomienda precaución, calzado adecuado y evitar los días de mucha afluencia. También es importante llevar agua, algo de comida y consultar la previsión meteorológica antes de iniciar la marcha.

Para quienes no deseen hacer el trayecto completo de ida y vuelta (24 km), una opción habitual es organizar transporte al punto de partida o llegada, o pernoctar en una de las localidades del recorrido para disfrutar con calma del entorno.

Más allá del sendero

La Ruta del Cares es también una puerta de entrada al Parque Nacional de los Picos de Europa, una de las joyas naturales de la península ibérica. A poca distancia, se pueden visitar lugares tan emblemáticos como el Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), el monasterio de Santo Toribio de Liébana o los lagos de Covadonga.

La gastronomía local es otro de los grandes atractivos. Platos como el cabrito guisado, la fabada o los quesos artesanales —en especial el de Cabrales— permiten recuperar fuerzas con sabor y tradición tras la caminata.

Los museos que no te puedes perder en Cuba

Redacción (Madrid)
Viajar a Cuba no solo implica recorrer sus playas idílicas y sus ciudades coloniales, sino también adentrarse en su historia profunda, su arte vibrante y su cultura resiliente. Los museos cubanos son verdaderos guardianes de la memoria colectiva y ofrecen una perspectiva única sobre los momentos que han marcado a la isla. Desde antiguos palacios hasta fortificaciones militares, cada museo cuenta una parte de la compleja y fascinante historia de Cuba.

Uno de los imperdibles es el Museo de la Revolución, ubicado en el antiguo Palacio Presidencial en La Habana. Con su arquitectura imponente y una colección que recorre los acontecimientos desde la lucha independentista hasta la Revolución Cubana de 1959, es un sitio esencial para entender el carácter político de la isla. Entre los objetos más emblemáticos se encuentran piezas pertenecientes a Fidel Castro y el famoso yate Granma, en el que los revolucionarios llegaron a Cuba desde México.

También en La Habana, el Museo Nacional de Bellas Artes se divide en dos sedes: Arte Cubano y Arte Universal. La colección de arte cubano es particularmente notable, abarcando desde la época colonial hasta el arte contemporáneo. Pintores como Wifredo Lam y Amelia Peláez encuentran aquí un espacio destacado, mostrando cómo el arte en Cuba ha sido una expresión constante de identidad, resistencia y evolución social.

Para quienes buscan comprender la historia más temprana de la isla, el Museo de Historia Natural de Santiago de Cuba ofrece un recorrido por la flora, fauna y formación geológica caribeña. Además, en esta ciudad se encuentra el Cuartel Moncada, transformado en museo tras el célebre asalto que marcó el inicio de la Revolución. Cada rincón del edificio conserva huellas de aquella jornada, convirtiéndolo en un sitio de profunda carga simbólica para los cubanos.

En el occidente del país, en Matanzas, el Museo Farmacéutico es una joya menos conocida pero fascinante. Fundado en el siglo XIX, este museo preserva una botica original con frascos, instrumentos y documentos de la época, permitiendo a los visitantes un viaje en el tiempo hacia la vida cotidiana del siglo XIX cubano. Es un ejemplo perfecto de cómo Cuba conserva no solo los grandes hitos políticos, sino también aspectos de la vida cotidiana y del saber popular.

Recorrer los museos de Cuba es asomarse a un mosaico de realidades que va más allá de los estereotipos. Cada institución es una puerta abierta a distintas épocas, pensamientos y expresiones que han dado forma a la identidad cubana. Para el viajero curioso, estos museos son no solo visitas culturales, sino auténticas experiencias de inmersión en el alma de un país que respira historia, arte y pasión en cada rincón.

Costa da Morte, entre la leyenda y la bravura del Atlántico

Redacción (Madrid)

Galicia guarda en su costa noroeste un territorio que combina la belleza salvaje del paisaje con una carga histórica y simbólica que ha atravesado los siglos. La Costa da Morte —literalmente, “Costa de la Muerte”— es más que un rincón escarpado del mapa español; es un escenario donde la naturaleza impone sus propias leyes, y donde cada ola parece contar una historia de naufragios, peregrinaciones y tradiciones inmemoriales.

Un nombre con ecos de tragedia

El nombre Costa da Morte no es fruto del marketing turístico, sino del legado de siglos de accidentes marítimos. La bravura del océano Atlántico, unida a la geografía abrupta de acantilados y bajos rocosos, ha sido testigo de incontables naufragios desde tiempos antiguos. Barcos mercantes, pesqueros e incluso embarcaciones militares han sucumbido ante las tormentas y las corrientes traicioneras. Uno de los más recordados es el del petrolero Prestige en 2002, que tiñó de negro esta costa y la conciencia ecológica de toda Europa.

Naturaleza indómita y sobrecogedora

Desde Malpica hasta Finisterre, la Costa da Morte ofrece un espectáculo natural que combina playas solitarias, faros centenarios y acantilados que parecen no tener fin. El Cabo Vilán, por ejemplo, se alza desafiante frente al océano con uno de los faros más emblemáticos de España. Camariñas, Laxe, Muxía y Carnota son solo algunas de las paradas obligatorias para quien desee sumergirse en un paisaje de luces cambiantes, viento perpetuo y mar en constante batalla.

Misticismo y peregrinación

Finisterre, considerado por los romanos el «fin del mundo conocido», es también una de las prolongaciones del Camino de Santiago. Muchos peregrinos continúan hasta aquí su andadura tras llegar a Compostela, en busca del ritual de quemar sus botas o ver morir el sol en el horizonte atlántico, como símbolo de renacimiento.

En Muxía, el santuario da Virxe da Barca combina la devoción mariana con la mitología celta. Las piedras sagradas que rodean el templo evocan milagros, leyendas de gigantes y embarcaciones de piedra que desafiaron la lógica.

Una cultura marcada por el mar

La Costa da Morte es también un espacio de identidad. El mar no solo es peligro; es sustento, idioma, música y forma de vida. El gallego se habla aquí con la cadencia del viento, y la gastronomía es un homenaje a la frescura marina: percebeiros que arriesgan la vida por el marisco más codiciado, pulpos cocinados con mimo, y empanadas que resumen siglos de tradición campesina y marinera.

Las mejores actividades para disfrutar en pareja en República Dominicana

Redacción (Madrid)
República Dominicana, conocida por sus playas de ensueño y su vibrante cultura caribeña, se ha convertido en uno de los destinos favoritos para parejas que buscan una combinación perfecta de aventura, romance y relajación. Desde el primer momento, la isla ofrece una variedad de experiencias diseñadas para fortalecer la conexión y crear recuerdos inolvidables.

Una de las actividades más recomendadas para parejas es recorrer las playas de Punta Cana en catamarán. Navegar juntos sobre aguas turquesas, disfrutar de la brisa marina y detenerse en piscinas naturales para brindar con un cóctel, convierte un simple paseo en una experiencia mágica. Además, algunas excursiones ofrecen servicios especiales como cenas románticas a bordo o sesiones de snorkel en arrecifes de coral.

Explorar la ciudad colonial de Santo Domingo es otra propuesta imprescindible. Caminar de la mano por calles empedradas llenas de historia, descubrir encantadores cafés y museos, y admirar la arquitectura renacentista crea el ambiente perfecto para una escapada cultural. Muchos optan por culminar el día con una cena en alguno de los restaurantes de la Zona Colonial, donde la gastronomía y la música en vivo completan la experiencia.

Para los amantes de la naturaleza, una excursión a Samaná ofrece momentos de pura conexión. Entre enero y marzo, se puede vivir la experiencia única de avistar ballenas jorobadas, mientras el resto del año invita a descubrir cascadas escondidas como El Limón o playas vírgenes como Playa Rincón. Compartir estas maravillas naturales refuerza el vínculo y añade un toque de aventura al viaje.

Los resorts de lujo en la isla también proponen actividades pensadas para el romance. Desde tratamientos de spa en pareja hasta cenas privadas en la playa iluminadas por antorchas, pasando por clases de baile caribeño o talleres de cocina, las opciones para crear momentos especiales son infinitas. Muchas parejas eligen estos programas para celebrar aniversarios o simplemente para desconectar del mundo.

Finalmente, aventurarse en experiencias más auténticas, como una ruta de cacao en el interior del país o una visita a plantaciones de café en las montañas, ofrece una perspectiva diferente del destino. Compartir el descubrimiento de las tradiciones locales, aprender juntos y degustar los sabores dominicanos en su esencia es una forma de viajar más profunda y enriquecedora para cualquier pareja.

48 horas en Santo Domingo, la capital dominicana que enamora con su centro histórico

Redacción (Madrid)
Apenas aterrizas en el Aeropuerto Las Américas y el calor caribeño te envuelve al bajar del avión. Un taxi te deja en la Zona Colonial, donde las calles empedradas y los balcones coloniales revelan un laberinto de historias. Paseas sin rumbo entre fachadas amarillas y rojas, cada una apuntando a un pasado de conquistas y tesoros perdidos. El primer sorbo de un jugo de chinola te despierta y, al doblar la esquina, descubres una pequeña librería de segunda mano donde un anciano te cuenta que Santo Domingo es la ciudad más antigua de América, fundada en 1498 por Bartolomé Colón.

El sol comienza a ponerse y te encaminas hacia la Puerta del Conde, testigo de la independencia dominicana. Desde allí, los volúmenes se mezclan con el rumor de tambores y maracas que proviene de un colmado cercano. Entran músicos con tambores “palos” anunciando la noche, y el aroma de chicharrón y yaniqueques te guía hasta un puestecito donde la gente conversa animada, riendo con un merengue improvisado de fondo. Te sientas en una banca de madera y, entre bocado y bocado, comprendes que la esencia de Santo Domingo late en lo cotidiano.

Amanece en la plaza de España y el canto de las palomas se cuela por las rendijas de la ventana del hotel boutique. Con un café dominicano y un pan de agua caliente en la mano, atraviesas la Catedral Primada de América, la primera catedral construida en el Nuevo Mundo. La luz que se filtra por los vitrales pinta el suelo de colores y te recuerda la mixtura de culturas que aquí converge. Te detienes junto al mausoleo de Cristóbal Colón, donde los guías hablan con orgullo de la obra arquitectónica y del legado que aún conserva intacto el clasicismo renacentista.

Al mediodía, el Mercado Modelo se convierte en un caleidoscopio de tejidos, artesanías y especias. Caminas por pasillos angostos y saludas a artesanos que tallan figuras de caoba y pintan máscaras carnavalescas. Pruebas un sancocho en un pequeño comedor familiar, servido en un plato hondo, cargado de yuca, plátano y carne de res. Cada cucharada tiene el sabor de la tradición, de familias que han pasado recetas de generación en generación.

Ya con la tarde avanzada, tomas el Malecón, esa amplia vía a orillas del Caribe donde el viento salado te peina el rostro. Motoconchos y ciclistas compiten con el sol que se oculta tras el horizonte. Llegas al Faro a Colón, monumento dedicado al Almirante y convertido hoy en memorial. Desde ahí se ve cómo la ciudad se enciende: luces de neón, anuncios de rumba y bares que ofrecen bachata en vivo. Te demoras un rato observando el mar, pensando en cómo dos días apenas rozan la superficie de este mosaico urbano.

La noche cae de nuevo y tu última jornada concluye en un bar de la Avenida Duarte, donde un saxofonista regala notas de jazz mezcladas con boleros. Las mesas repletas de parejas y grupos de amigos brindan con mamajuana, licor emblemático de la isla. Mientras la música se funde con risas y brindis, comprendes que en 48 horas has vivido siglos de historia y latidos de presente, y que Santo Domingo seguirá resonando en tu memoria mucho después de tu partida.

Un fin de semana lujoso en Mónaco

Redacción (Madrid)
Un fin de semana en el Principado de Mónaco es mucho más que una escapada, es una inmersión en el lujo, el glamour y la elegancia que definen uno de los destinos más exclusivos del mundo. Entre acantilados dorados por el sol y aguas cristalinas del Mediterráneo, todo parece diseñado para el placer de vivir despacio, con clase y sin límites.

El viaje comienza con una llegada espectacular en helicóptero desde Niza, apenas siete minutos de vuelo para aterrizar directamente en el corazón de Monte-Carlo. El Hôtel de Paris Monte-Carlo, símbolo del refinamiento monegasco, recibe a sus huéspedes con un servicio impecable y suites donde los detalles hablan de historia y sofisticación. Desde allí, una cena en Le Louis XV, el restaurante de Alain Ducasse con tres estrellas Michelin, marca el tono de la experiencia. Platos sublimes, maridados con vinos de colección, preparan el escenario para una noche en el Bar Américain, donde los cócteles clásicos y la música en vivo transportan a la Belle Époque con un giro moderno.

La mañana del sábado comienza con un desayuno frente al mar, seguido de una excursión en yate privado por la Riviera Francesa. Navegar junto a Èze, Cap Ferrat y Villefranche-sur-Mer es un espectáculo natural enmarcado por el confort absoluto, champagne incluido. De vuelta en tierra, el almuerzo tiene lugar en La Vigie, club costero donde el Mediterráneo casi toca la mesa. El resto de la tarde se dedica al bienestar en los Thermes Marins Monte-Carlo, donde los tratamientos exclusivos y las vistas al horizonte ofrecen un respiro profundo.

Un paseo por el Carré d’Or abre paso a la tentación del shopping de alta gama, con nombres como Chanel, Hermès y Cartier marcando el paso por calles que son casi pasarelas. Por la noche, una experiencia gastronómica diferente espera en Yoshi, el restaurante japonés de Alain Ducasse, íntimo, preciso y lleno de matices. Luego, la cita con el Casino de Monte-Carlo se convierte en ritual. Ya sea para una partida de ruleta o simplemente para absorber su atmósfera legendaria, el lugar impone. Para quienes desean extender la noche, Jimmy’z Monte-Carlo ofrece un ambiente vibrante, exclusivo y lleno de energía hasta el amanecer.

El domingo se toma con calma, con un brunch en el Café de Paris Monte-Carlo, donde se mezcla la alta cocina con el espectáculo urbano de coches de lujo y personajes elegantes. Un paseo por la roca conduce al casco antiguo, al Palacio del Príncipe y a los jardines de Saint-Martin, rincones donde la historia y el paisaje se funden con armonía. Una última pausa en el Hôtel Hermitage para un café con vistas o un tratamiento exprés en su spa pone el broche final antes del regreso. Ya sea en helicóptero o limusina, la despedida no pierde estilo.

Un fin de semana en Mónaco no se mide en horas, sino en momentos. Y en este rincón donde todo brilla, incluso el tiempo parece detenerse para que uno nunca quiera marcharse.

Disfruta de los trenes más lujosos de España

Redacción (Madrid)
En una época donde la rapidez suele ser sinónimo de eficiencia, todavía existen formas de viajar que desafían el ritmo vertiginoso de la vida moderna. España, con su vasta red ferroviaria y su profunda tradición ferroviaria, es hogar de algunos de los trenes más lujosos de Europa. Lejos de ser simples medios de transporte, estos trenes ofrecen experiencias que combinan historia, confort y alta gastronomía sobre rieles. Subirse a uno de ellos es embarcarse en un viaje al pasado con todas las comodidades del presente.

Conocido como el “Orient Express español”, el Transcantábrico Gran Lujo es posiblemente el tren más prestigioso del país. Recorre la costa norte, desde San Sebastián hasta Santiago de Compostela, atravesando paisajes verdes y montañosos, pueblos pesqueros y joyas patrimoniales. Cada suite del tren es una pequeña obra de arte: amplias, elegantemente decoradas y equipadas con cama matrimonial, sala de estar, baño privado con ducha de hidromasaje y conexión Wi-Fi. La gastronomía a bordo es otro de sus pilares, con menús diseñados por reconocidos chefs que rinden homenaje a la cocina del norte de España. Durante el día, los viajeros disfrutan de excursiones exclusivas y catas privadas, mientras que por la noche el tren se detiene para permitir un descanso absoluto.

El Tren Al Ándalus invita a descubrir el alma del sur de España en un ambiente palaciego. Este tren recorre ciudades emblemáticas como Sevilla, Córdoba, Granada, Ronda y Cádiz, evocando la elegancia de los viajes de la Belle Époque. Sus coches, construidos originalmente en Francia en los años 20 para la realeza británica, han sido restaurados con un gusto exquisito. Cabinas decoradas con maderas nobles, salones climatizados y un servicio impecable acompañan al pasajero en un viaje donde el flamenco, la arquitectura islámica y la cocina andaluza son protagonistas. Todo está pensado para que el trayecto sea tan memorable como los destinos.

Otra joya sobre raíles es el Costa Verde Express, el hermano pequeño del Transcantábrico pero con una propuesta igualmente encantadora. También recorre la cornisa cantábrica, pasando por Oviedo, Santander, Bilbao o Gijón, combinando paisajes de ensueño con una experiencia más íntima y relajada. El diseño del tren mezcla el estilo clásico con toques contemporáneos. Sus cabinas son cómodas y acogedoras, y los vagones salón ofrecen un espacio ideal para socializar o simplemente admirar el paisaje a través de sus ventanales panorámicos. Una propuesta ideal para quienes buscan lujo sin ostentación.

Lo que une a estos trenes no es solo su estética refinada o su servicio de cinco estrellas, sino su capacidad para ofrecer algo que rara vez se encuentra en los medios de transporte modernos: tiempo. Tiempo para contemplar el paisaje, para saborear una copa de vino mientras el tren serpentea entre montañas, para conversar sin prisas o simplemente para dejarse llevar. Los trenes de lujo en España no compiten con la velocidad del AVE; compiten con la prisa de la vida moderna. Son una invitación al viaje lento, sensorial y lleno de matices. Porque, al fin y al cabo, hay trayectos que merecen ser vividos a otro ritmo.