Redacción (Madrid)
En la costa oriental de República Dominicana, donde el sol parece eterno y el mar canta con voz de esmeralda, se encuentra Playa Arena Gorda, un rincón que, aunque menos mencionado que otros destinos, guarda un encanto difícil de ignorar. Esta playa, ubicada al norte de Punta Cana, deslumbra por su amplitud, sus arenas blancas y su oleaje sereno que invita al descanso y la contemplación.

Arena Gorda debe su nombre a la textura firme y densa de su arena, ideal para largas caminatas junto al mar sin hundirse con cada paso. A diferencia de otras playas más conocidas de la región, aquí se respira un aire de calma y autenticidad. Aunque cuenta con presencia hotelera, el ambiente conserva un equilibrio entre lo natural y lo acogedor, sin excesos que opaquen el paisaje.

El agua turquesa de la playa es perfecta tanto para nadar como para practicar deportes acuáticos como el esnórquel o el kayak. La visibilidad bajo el agua sorprende, permitiendo apreciar bancos de peces y la vegetación marina que bordea la costa. Para quienes prefieren simplemente relajarse, las palmeras brindan sombra y el viento cálido acuna el cuerpo y la mente.

Uno de los mayores atractivos de Playa Arena Gorda es su capacidad para hacer sentir al visitante como si estuviera descubriendo un secreto bien guardado. No tiene la masificación de otras zonas cercanas, lo que le permite conservar una atmósfera más íntima. Esto la convierte en una opción ideal tanto para parejas que buscan tranquilidad como para familias que desean un entorno seguro y espacioso.

En los alrededores, pequeños comercios y restaurantes ofrecen una probada de la cocina dominicana con sabores caseros, lejos del circuito turístico habitual. Comer un pescado frito recién salido del mar o un mangú preparado al momento mientras se contempla el atardecer es una experiencia que conecta al viajero con lo esencial.

Escaparse a Playa Arena Gorda es reencontrarse con la esencia del Caribe: un lugar donde la naturaleza todavía dicta el ritmo y donde cada detalle parece diseñado para el disfrute sin artificios. Es una joya discreta, pero luminosa, que espera a quienes se atreven a mirar más allá de lo obvio.