Música en cada esquina: explorando el alma sonora de Cuba

Redacción (Madrid)

En Cuba, la música no es solo una manifestación artística: es una forma de respirar. Basta con pasear por La Habana Vieja para que los oídos descubran lo que los ojos aún no han registrado. Desde un balcón colonial resuena el son cubano con su inseparable tres, en una esquina un dúo improvisa boleros con voz y guitarra, mientras que en el Malecón, los tambores afrocubanos se funden con el murmullo del mar. La isla vibra a ritmo propio, y esa vibración es su alma sonora.

La historia musical de Cuba es, en esencia, la historia de su pueblo. Forjada en el crisol de culturas africanas, españolas y caribeñas, la música ha sido lenguaje de resistencia, celebración y memoria colectiva. No se trata sólo de géneros mundialmente reconocidos como el son, la rumba o el mambo. En la actualidad, esa riqueza se ha multiplicado: se escucha jazz afrocubano en los clubes de Vedado, timba en las fiestas populares y reguetón en los altavoces de los barrios humildes. Cada ritmo tiene su espacio, su público, y sobre todo, su historia.

Caminar por Santiago de Cuba, cuna de muchos de estos géneros, es encontrarse con la raíz africana más profunda. Aquí la rumba no es espectáculo, sino ceremonia. En los solares —espacios comunitarios abiertos— los tambores batá aún se tocan como ofrenda, en vínculo directo con la santería, religión sincrética que también canta y baila. En esta ciudad, las agrupaciones tradicionales como Los Muñequitos de Matanzas o el Septeto Santiaguero son tan veneradas como cualquier estrella del pop internacional.

Y sin embargo, no es sólo el pasado el que resuena. Cuba ha sabido renovar su identidad sonora. Jóvenes músicos como Cimafunk, con su explosiva mezcla de funk, soul y sabor cubano, están reescribiendo las reglas desde dentro. Mientras tanto, en pequeños estudios caseros de barrios como Marianao o Centro Habana, productores independientes graban a artistas emergentes que fusionan trap con trova, electrónica con guaguancó.

La música en Cuba no necesita escenarios para existir. En cada esquina —literalmente— hay una canción esperando a nacer. Un niño improvisa versos repentistas en una cola, un anciano canta décimas sentado en un portal, una familia entera baila en la azotea al ritmo de una vieja grabación. El país entero parece vibrar con una frecuencia melódica constante, como si su tierra misma estuviera hecha de claves, cuerdas y voces.

En un mundo donde la música tiende cada vez más a la uniformidad, Cuba sigue siendo un bastión de autenticidad. Su alma sonora es su mayor patrimonio, uno que no está en los museos ni en las vitrinas, sino en la piel de su gente, en el ritmo de su caminar, en la cadencia de su hablar. Porque en Cuba, como reza un viejo dicho popular, “si no hay música, no hay vida”.

República Dominicana se reinventa en verde, auge del turismo ecológico en el Caribe

Redacción (Madrid)

Por mucho tiempo, República Dominicana fue sinónimo de playas de arena blanca, grandes resorts y vacaciones todo incluido. Pero lejos de las zonas hoteleras de Punta Cana y Bávaro, se está gestando otra narrativa turística: una apuesta por el turismo ecológico, responsable y sostenible, que conecta al viajero con la riqueza natural y cultural del país más allá del cliché caribeño.

Desde los picos de la Cordillera Central hasta las costas vírgenes del suroeste, el ecoturismo dominicano ha dejado de ser una alternativa marginal para convertirse en una de las principales tendencias del sector. Hoy, cada vez más viajeros buscan experiencias auténticas, alojamiento en armonía con el entorno y un contacto real con las comunidades locales.

Naturaleza como protagonista

República Dominicana alberga más de 128 áreas protegidas, entre parques nacionales, reservas científicas y monumentos naturales. Entre los más destacados están el Parque Nacional Los Haitises, un ecosistema de manglares y mogotes en la bahía de Samaná, ideal para el avistamiento de aves y manatíes; y el Parque Nacional Jaragua, en el suroeste, que incluye playas vírgenes, lagunas saladas y uno de los santuarios de flamencos más importantes del Caribe.

En el centro del país, la región de Jarabacoa y Constanza se ha consolidado como el corazón del ecoturismo de montaña. Allí, los visitantes pueden realizar actividades como senderismo, rafting, ciclismo de montaña o incluso ascender al Pico Duarte, el más alto de las Antillas. Estos destinos no solo ofrecen paisajes de postal, sino una auténtica inmersión en la vida rural dominicana.

Turismo con impacto social

Uno de los pilares del turismo ecológico es su compromiso con las comunidades locales. Proyectos de turismo comunitario en zonas como Barahona, Bahoruco o Monte Plata permiten a los visitantes alojarse en casas rurales, participar en talleres de artesanía, y aprender sobre la agricultura tradicional y la medicina natural.

Este modelo no solo distribuye de manera más equitativa los ingresos del turismo, sino que fomenta el orgullo cultural y la conservación del entorno, al convertir a los propios habitantes en guardianes de su territorio.

Sostenibilidad en crecimiento

Si bien queda mucho camino por recorrer en términos de regulación ambiental y responsabilidad empresarial, el crecimiento del turismo ecológico ha impulsado iniciativas interesantes: eco-lodges, fincas agroecológicas, operadores turísticos verdes y proyectos educativos que buscan equilibrar desarrollo económico y conservación.

Además, el país ha comenzado a implementar políticas públicas orientadas al turismo sostenible, apoyado por organizaciones internacionales que reconocen el potencial ecológico y cultural de la isla.

La República Dominicana se está redescubriendo a sí misma. En tiempos en que el planeta exige mayor conciencia ambiental, el país caribeño responde con una oferta turística que no solo seduce por su belleza, sino que enseña, transforma y deja huella. Porque viajar también puede ser una forma de cuidar.

La Habana, historia viva, encanto infinito y confort moderno

David Agüera (La Habana)

La Habana es mucho más que una ciudad; es una experiencia sensorial completa. Con su arquitectura colonial, autos clásicos, ritmos envolventes y un legado cultural que se respira en cada esquina, la capital de Cuba ha sabido conquistar a viajeros de todo el mundo. Pero para disfrutar verdaderamente de todo lo que ofrece, hay algo fundamental: elegir bien dónde alojarse.

Pasear por el Malecón mientras el sol cae sobre el mar Caribe, explorar las calles empedradas de La Habana Vieja (Patrimonio de la Humanidad), visitar el Museo de la Revolución, o simplemente sentarse en una plaza y dejarse envolver por la música cubana… La ciudad invita a descubrirla sin prisa.

Cada rincón cuenta una historia: desde los murales que honran a grandes como Martí y Ché, hasta las fortalezas que protegieron la ciudad de corsarios y piratas. La Habana es historia viva, pero también modernidad emergente, gastronomía sorprendente y arte en constante evolución.

Cuando visitas un destino tan vibrante como La Habana, el alojamiento no es solo un lugar para dormir: es parte esencial de tu experiencia. Por eso, alojarse en un hotel cinco estrellas garantiza no solo comodidad, sino también acceso a servicios de calidad, atención personalizada y una ubicación privilegiada para explorar.

Terraza y piscina del Hotel Gran Muthu Habana

Si buscas la combinación perfecta entre elegancia, confort y vistas inigualables, el Hotel Gran Muthu Habana es tu mejor elección. Ubicado en el corazón del Miramar moderno, este hotel cinco estrellas ofrece una experiencia única: habitaciones con vista al mar, una espectacular piscina infinita, restaurantes con cocina internacional y cubana, spa, gimnasio y todas las comodidades que un viajero actual exige.

Diseñado para viajeros exigentes, el Gran Muthu Habana te permite relajarte en un entorno exclusivo después de un día lleno de exploración. Su arquitectura contemporánea y decoración caribeña se mezclan con un servicio atento que refleja lo mejor de la hospitalidad cubana.

Además, su cercanía a embajadas, centros comerciales, galerías de arte y zonas culturales, lo convierten en el punto de partida ideal para conocer la ciudad sin sacrificar el confort.

Visitar La Habana es entrar en una dimensión donde el tiempo se detiene y la emoción fluye. Y si quieres vivirlo todo con intensidad, tu experiencia debe comenzar y terminar en un lugar que esté a la altura. Elige un hotel cinco estrellas. Elige el Gran Muthu Habana.

Tu viaje a La Habana merece lo mejor.

Buceo en República Dominicana: Un paraíso submarino en el corazón del Caribe

Redacción (Madrid)

La República Dominicana, conocida por sus playas de arena blanca y vibrante cultura caribeña, es también uno de los destinos de buceo más sorprendentes y diversos del hemisferio occidental. Con más de 1,500 kilómetros de costa bañada por el mar Caribe y el océano Atlántico, el país ofrece una asombrosa variedad de sitios submarinos para explorar: desde arrecifes de coral y naufragios históricos, hasta cuevas submarinas y jardines de esponjas que parecen sacados de otro mundo.

Un tesoro natural bajo el mar

El buceo en República Dominicana es una invitación a descubrir ecosistemas marinos vírgenes y una biodiversidad envidiable. Las aguas cálidas y cristalinas ofrecen una visibilidad que a menudo supera los 30 metros, ideal tanto para principiantes como para buzos técnicos. Zonas como Bayahíbe, Sosúa, y Samaná han ganado fama internacional por sus coloridos arrecifes y abundante vida marina, donde se pueden observar tortugas carey, morenas, rayas águila, tiburones nodriza y una infinidad de peces tropicales.

Bayahíbe: Capital del buceo dominicano

Ubicado en la costa sureste del país, Bayahíbe es considerado el epicentro del buceo dominicano. En sus aguas se encuentra el Parque Nacional del Este, un área protegida con más de 20 sitios de buceo. Uno de los más icónicos es el naufragio del St. George, un barco mercante hundido en 1999 que hoy sirve de arrecife artificial y refugio para cientos de especies.

Cueva, naufragio y coral: Una trilogía submarina

Quienes buscan una experiencia más aventurera pueden explorar las cuevas submarinas de la región de La Caleta, cerca de Santo Domingo. Aquí, el Parque Submarino La Caleta es un santuario marino que alberga el famoso naufragio del Hickory, una goleta hundida intencionalmente para fomentar el buceo y preservar la vida marina.

Al norte, la costa de Sosúa y Puerto Plata ofrece impresionantes formaciones coralinas y túneles submarinos. Y en Samaná, durante los meses de enero a marzo, es posible combinar el buceo con avistamiento de ballenas jorobadas, una experiencia verdaderamente única.

Un destino para todo el año

Gracias a su clima tropical, la República Dominicana permite bucear durante todo el año. La temperatura del agua rara vez baja de los 26 °C, lo que garantiza condiciones agradables y estables. Además, una amplia red de centros de buceo certificados por PADI y SSI ofrece servicios de calidad, desde cursos de iniciación hasta expediciones para buzos experimentados.

Conservación y turismo sostenible

En los últimos años, el país ha redoblado esfuerzos en conservación marina. Organizaciones locales y operadores turísticos colaboran para proteger los arrecifes, reducir la contaminación y promover el turismo responsable. Gracias a estas iniciativas, el buceo en República Dominicana no solo es una experiencia memorable, sino también una forma de contribuir a la preservación de uno de los ecosistemas más valiosos del Caribe.

Un viaje a través de la historia de República Dominicana

Redacción (Madrid)

La República Dominicana no solo es famosa por sus playas paradisíacas y su vibrante vida tropical, sino también por ser el corazón histórico del Nuevo Mundo en América. Un recorrido por este país es un viaje en el tiempo, desde las huellas taínas precolombinas hasta las construcciones coloniales que marcan el inicio de la presencia europea en el continente. Este destino caribeño ofrece una experiencia cultural única que ningún amante de la historia debería perderse.

El recorrido comienza en Santo Domingo, la primera ciudad fundada en el Nuevo Mundo por los europeos. Su Zona Colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un verdadero museo al aire libre. Aquí se encuentra la Primera Catedral de América, la Calle Las Damas –la más antigua del continente– y el Alcázar de Colón, antiguo palacio del hijo de Cristóbal Colón. Cada rincón cuenta una historia, y caminar por sus calles empedradas es sentir el eco del siglo XVI bajo los pies.

Continuando hacia el norte, llegamos a Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad más importante del país. Esta ciudad fue clave durante la Guerra de la Restauración, en la que los dominicanos recuperaron su independencia de España en 1865. El Monumento a los Héroes de la Restauración domina el paisaje urbano y rinde tributo a esa gesta patriótica. En sus alrededores, museos y centros culturales narran con orgullo la historia reciente del país.

La historia dominicana también está profundamente marcada por la presencia africana y el auge de las plantaciones coloniales. En regiones como San Pedro de Macorís y La Romana, puedes recorrer antiguas ingenios azucareros, muchos de los cuales ahora funcionan como museos vivos que muestran la vida de los esclavos africanos y los obreros de los bateyes. Aquí se experimenta el legado de la diáspora africana, presente en la música, la religión y la identidad nacional.

Antes de la llegada de los europeos, los taínos habitaban estas tierras. En La Cueva de las Maravillas, entre San Pedro y La Romana, se pueden observar pinturas rupestres originales que reflejan su cosmovisión. Otros sitios arqueológicos, como el Parque Nacional del Este o el Centro Cultural Indígena Caonabo, permiten conocer más sobre esta cultura originaria que dejó una huella profunda en el idioma, la gastronomía y las creencias populares dominicanas.

A diferencia de otros destinos donde la historia se conserva solo en libros y monumentos, en la República Dominicana la historia se vive en el presente: en las tradiciones, en las fiestas patronales, en el merengue que suena en las calles y en la hospitalidad de su gente. Cada región tiene su relato, cada pueblo su héroe, y cada turista la oportunidad de formar parte de esta narración.

República Dominicana no solo se visita, se descubre. Y en ese descubrimiento, se aprende, se conecta y se recuerda. Un recorrido histórico por este país es una experiencia transformadora que muestra que el Caribe tiene mucho más que sol y arena: tiene alma, memoria y legado.

Vive la experiencia más completa de Holguín en el Gran Muthu Almirante

Tamara Cotero (Cuba)

Holguín, un paraíso por descubrir en el Oriente Cubano

Si estás buscando un destino que combine playas de ensueño, historia vibrante y hospitalidad caribeña, Holguín, en el oriente de Cuba, es una elección inmejorable. Conocida como «la ciudad de los parques», Holguín ofrece una mezcla única de cultura, naturaleza y tradiciones que cautivan a cada visitante.

Las playas de Guardalavaca, con sus aguas cristalinas y arenas blancas, son ideales para el descanso y la aventura. Además, la cercanía a sitios históricos como Cayo Bariay, donde Cristóbal Colón desembarcó por primera vez en Cuba, añade un toque cultural a tu viaje. La región también es famosa por su música tradicional, su gastronomía criolla y la calidez de su gente.

Gran Muthu Almirante Beach Hotel, lujo y confort frente al mar

Para disfrutar plenamente de lo que Holguín tiene para ofrecer, el Gran Muthu Almirante Beach Hotel es una opción excepcional. Ubicado a solo 100 metros de la playa de Guardalavaca, este hotel de cinco estrellas ofrece una experiencia «Todo Incluido» que combina lujo, confort y una atención al detalle inigualable.

El hotel cuenta con 514 habitaciones elegantes, incluyendo una sección VIP solo para adultos con servicios personalizados como mayordomía, piscinas exclusivas y restaurantes gourmet. Las instalaciones incluyen cinco piscinas de agua dulce, un parque acuático infantil, gimnasio, spa con circuito hidrotermal, teatro con capacidad para 500 personas y múltiples opciones gastronómicas que van desde buffets internacionales hasta restaurantes especializados en cocina india y cubana.

Parque acuático infantil de El HotelGran Muthu Almirante, Lugares y Más

Además, el Gran Muthu Almirante ha sido reconocido con múltiples premios internacionales, incluyendo el «Mejor Hotel de Lujo Frente a la Playa en Cuba» por los Luxury Lifestyle Awards, y cuenta con la certificación ambiental BREEAM por su compromiso con la sostenibilidad.

Holguín no es solo un destino, es una experiencia que combina naturaleza, cultura y descanso. Y para vivirla al máximo, el Gran Muthu Almirante Beach Hotel te ofrece el entorno perfecto. Ya sea que viajes en familia, en pareja o con amigos, aquí encontrarás todo lo que necesitas para unas vacaciones inolvidables.

Descubriendo la Ruta Cultural de la República Dominicana, un viaje por la historia, el arte y la identidad caribeña

Redacción (Madrid)

En el corazón del Caribe, la República Dominicana despliega una riqueza cultural que va mucho más allá de sus famosas playas. Desde la arquitectura colonial de Santo Domingo hasta los tambores de los palos en San Juan de la Maguana, el país ofrece una ruta cultural vibrante que permite al viajero sumergirse en siglos de historia, arte y tradiciones vivas.

Santo Domingo: El Comienzo de todo

El recorrido inicia en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Caminar por la Calle El Conde o visitar la majestuosa Catedral Primada de América es retroceder al siglo XVI, cuando la ciudad fue el primer asentamiento europeo permanente en el Nuevo Mundo. Museos como el de las Casas Reales y el Alcázar de Colón relatan historias de conquistadores, rebeliones y encuentros culturales que forjaron la identidad dominicana.

Museo Alcázar de Colón, historia y arte, Lugares y Más

Cibao: Cuna del folclore y la identidad nacional

Siguiendo hacia el norte, la región del Cibao —especialmente Santiago— late al ritmo del merengue típico, con instrumentos como el güiro y el acordeón. Aquí se encuentra el Monumento a los Héroes de la Restauración, un símbolo del orgullo nacional. Además, en localidades como Moca o La Vega, el carnaval cobra vida con coloridos «diablos cojuelos», una expresión artística que mezcla lo indígena, lo africano y lo europeo.

Sur profundo: Ecos ancestrales

En el sur, San Juan de la Maguana y Barahona conservan expresiones espirituales de origen africano como el gagá y los palos. Estas manifestaciones no solo son religiosas, sino también sociales, transmitidas de generación en generación. Lugares como el Centro Cultural María Montez rinden homenaje a figuras clave del arte dominicano, mientras que los petroglifos taínos en cuevas como Pomier en San Cristóbal nos recuerdan el legado precolombino del país.

El arte contemporáneo y la creatividad viva

La ruta cultural no estaría completa sin una mirada al presente. En Puerto Plata y Punta Cana florecen galerías y talleres de artistas locales que reinterpretan la herencia dominicana desde una óptica moderna. Festivales como el Santo Domingo Jazz Festival o la Bienal Nacional de Artes Visuales consolidan a la República Dominicana como un epicentro creativo en el Caribe.

Una ruta para todos los sentidos

La experiencia cultural dominicana no es solo visual o histórica: también se saborea. Desde un sancocho cocinado a leña en el campo hasta una copa de ron artesanal, la gastronomía es parte inseparable del recorrido. Cada región tiene su sazón, su ritmo y su voz.

Descubriendo el Arte Contemporáneo, una visita al Museo de Arte Moderno de Santo Domingo

Redacción (Madrid)

Ubicado en el corazón de la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte, el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo se erige como un bastión del arte contemporáneo en la República Dominicana. Fundado en 1976, este museo no solo conserva y exhibe una rica colección de obras modernas, sino que también actúa como un puente entre el pasado artístico del país y su vibrante presente creativo. Para el turista ávido de cultura, una visita a este espacio representa una experiencia reveladora y profundamente inspiradora.

Desde su arquitectura sobria y geométrica hasta sus amplias salas llenas de luz natural, el museo ofrece un ambiente ideal para la contemplación artística. En su interior, se pueden apreciar obras de importantes artistas dominicanos como Cándido Bidó, Elsa Núñez, Clara Ledesma y Fernando Peña Defilló. Cada sala está cuidadosamente curada para mostrar la evolución del arte dominicano desde el siglo XX hasta la actualidad, permitiendo al visitante entender los contextos históricos, sociales y políticos que influyeron en estas expresiones.

Una de las grandes virtudes del Museo de Arte Moderno es su compromiso con la educación y la difusión del arte. Además de las exposiciones permanentes, el museo organiza frecuentemente muestras temporales, charlas, talleres y actividades interactivas que lo convierten en un espacio dinámico, donde el arte se vive y se discute. La Bienal Nacional de Artes Visuales, uno de los eventos más esperados del calendario cultural dominicano, tiene lugar aquí, atrayendo a artistas de todo el país y del extranjero.

Para el turista, la visita al museo es mucho más que una simple actividad cultural; es una oportunidad para sumergirse en el alma creativa de la República Dominicana. Al recorrer sus salas, uno puede sentir el pulso de una nación que, a través del arte, expresa sus luchas, sueños y diversidad. Además, su ubicación estratégica permite combinar el recorrido con otros puntos de interés como el Teatro Nacional o el Museo del Hombre Dominicano, completando una jornada rica en conocimiento y belleza.

En resumen, el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo es una parada obligatoria para cualquier visitante que desee entender la esencia contemporánea del país. Su valioso acervo artístico, su apertura al diálogo cultural y su entorno acogedor lo convierten en un verdadero tesoro del turismo cultural dominicano.

Cuba Colonial, un viaje al corazón del tiempo detenido

Redacción (Madrid)

Mientras el mundo avanza a velocidades vertiginosas, hay rincones en el Caribe donde el tiempo parece haberse detenido. Cuba, más allá de su música vibrante, su política compleja y su eterno Malecón, es también un museo vivo de la arquitectura y la cultura colonial española. Recorrer la llamada Ruta Cuba Colonial es sumergirse en siglos de historia, callejones adoquinados, fortalezas centenarias y plazas donde el pasado susurra en cada esquina.

Camagüey: el laberinto barroco

La travesía comienza en el corazón de la isla, en Camagüey, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Fundada en 1514 como Santa María del Puerto del Príncipe, se distingue por su insólita disposición urbana: un laberinto de calles enredadas, diseñado originalmente para confundir a los piratas. Caminar por sus plazas —como la del Carmen o la de San Juan de Dios— es entrar en una escenografía barroca, acompañada de iglesias coloniales, casas con techos de tejas rojas y tinajones gigantes que antaño servían para almacenar agua de lluvia.

Trinidad: la joya detenida en el siglo XIX

A pocas horas hacia el oeste se encuentra Trinidad, quizá el ejemplo más intacto del esplendor colonial cubano. Fundada en 1514 y también Patrimonio Mundial, la ciudad fue un próspero centro azucarero durante el siglo XIX. Su casco histórico está casi congelado en el tiempo: balcones de hierro forjado, calles de piedra, palacios de antiguos hacendados y el sonido lejano de un tres tocando un son cubano completan la postal. A pocos kilómetros, el Valle de los Ingenios conserva los restos de los antiguos ingenios azucareros que sostuvieron la economía esclavista de la época.

Cienfuegos: el esplendor neoclásico

Continuando la ruta hacia el mar Caribe, aparece Cienfuegos, la «Perla del Sur». Aunque fundada en el siglo XIX, su trazado urbano y su arquitectura neoclásica merecen su lugar en esta ruta. Fue edificada por colonos franceses, lo que le da un aire singular entre las ciudades cubanas. El Parque José Martí, el Teatro Tomás Terry y el majestuoso Palacio de Valle son hitos que muestran la riqueza cultural y arquitectónica que floreció en esta ciudad portuaria.

Sancti Spíritus: la olvidada que resiste

Menos conocida pero no menos encantadora es Sancti Spíritus, una de las primeras villas fundadas por los españoles. Su puente sobre el río Yayabo —el más antiguo de Cuba aún en uso—, su iglesia parroquial y sus casas coloniales ofrecen una parada serena y auténtica en la ruta.

La Habana: el broche dorado

Finalmente, la ruta colonial culmina en La Habana Vieja, donde los contrastes son más evidentes: la decadencia romántica de sus edificios se mezcla con los esfuerzos restauradores que la han devuelto al esplendor. Las plazas fundacionales —de Armas, de la Catedral, Vieja y de San Francisco— cuentan, sin palabras, la historia de una ciudad que fue uno de los puertos más estratégicos del Imperio español en América.

Dormir en las alturas, la experiencia mágica de una casa del árbol en Jarabacoa

Redacción (Madrid)

En el corazón de la Cordillera Central, donde el frescor de la montaña acaricia la piel y el verde parece no tener fin, Jarabacoa ofrece una experiencia turística que va más allá del descanso: dormir en una casa del árbol, suspendida entre los susurros del bosque y el murmullo de un río cercano.

En los últimos años, el ecoturismo ha tomado fuerza en República Dominicana, y Jarabacoa —con su clima primaveral todo el año, sus montañas imponentes y su espíritu de aventura— se ha posicionado como el destino ideal para quienes buscan conexión con la naturaleza sin renunciar al confort. Entre las propuestas más originales, destacan los alojamientos tipo «treehouse», una mezcla de retiro rústico y lujo minimalista.

Una noche entre ramas y estrellas

Al llegar al alojamiento, ubicado a pocos kilómetros del centro de Jarabacoa, uno se encuentra con estructuras de madera elevadas entre los árboles, muchas de ellas accesibles por puentes colgantes o escaleras de troncos. No se trata de simples refugios improvisados: estas casas están equipadas con camas cómodas, baños privados, electricidad, y algunas incluso con terrazas panorámicas y jacuzzis al aire libre.

Desde lo alto, la vista es inigualable. Al atardecer, el cielo se tiñe de naranja mientras se escucha el canto lejano de aves y el rumor de los pinares. De noche, el espectáculo se traslada al firmamento, donde las estrellas brillan con una intensidad que la ciudad ha olvidado.

El encanto de lo simple

Alojarse en una casa del árbol en Jarabacoa no es solo una elección estética, es un compromiso con un turismo más consciente. Muchos de estos proyectos promueven la sostenibilidad, el uso de energías renovables, el respeto al entorno natural y el trabajo con comunidades locales.

Las actividades que rodean esta experiencia son tan diversas como el paisaje: rafting en el río Yaque del Norte, caminatas hacia el Salto de Jimenoa o el Pico Duarte, baños en pozas naturales, parapente, paseos a caballo, o simplemente contemplar la neblina descender desde el balcón de tu habitación.

Para quién es esta experiencia

Ideal para parejas que buscan una escapada romántica, viajeros solitarios en búsqueda de introspección o familias que desean enseñar a los más pequeños el valor de lo simple. Dormir en una casa del árbol en Jarabacoa no es solo alojarse: es una vivencia, una historia que se cuenta sola, entre hojas, cielos abiertos y silencios que curan.