Pico Turquino: El techo de Cuba y su eterna niebla de leyenda

Redacción (Madrid)

En lo profundo de la Sierra Maestra, donde las nubes se enredan con las montañas y la humedad se aferra a cada hoja, se alza el Pico Turquino, la cima más alta de Cuba, con sus imponentes 1,974 metros sobre el nivel del mar. Llegar hasta aquí no es solo un reto físico: es un viaje a través del tiempo, la geografía y el mito.

Quien se atreve a emprender la ruta hacia el Turquino descubre que el ascenso no es un camino rápido, sino una experiencia inmersiva. Los senderos serpentean entre helechos gigantes, orquídeas silvestres y riachuelos que parecen inventados para refrescar al viajero justo cuando el cansancio aprieta. A medida que se sube, el aire se enfría y una neblina constante envuelve la montaña, como si quisiera proteger un secreto ancestral.

Un símbolo geográfico y cultural

Más allá de su altura, el Turquino es un referente cultural. Desde su cumbre, en los días despejados, la vista abarca tanto la costa sur como el azul profundo del Caribe. Pero son pocas las jornadas en que el cielo concede tal espectáculo: la mayoría de las veces, el horizonte se esconde tras un velo de nubes que, lejos de decepcionar, intensifica el aura mística del lugar.

En la cima, un busto de José Martí, erigido en 1953, vigila silenciosamente el paisaje. Muchos excursionistas confiesan que, al llegar, sienten que la estatua no solo observa la isla, sino también a ellos, como si midiera el esfuerzo invertido en conquistar la montaña.

Una travesía que exige respeto

Subir el Turquino no es una excursión ligera. Dependiendo de la ruta elegida —la de Las Cuevas o la de Santo Domingo— el recorrido puede tomar entre uno y tres días, con noches en campamentos rústicos y un clima que cambia sin previo aviso. Las lluvias pueden transformar el sendero en un lodazal, y la humedad constante exige tanto resistencia física como mental.

No obstante, cada paso se recompensa con la sensación de estar atravesando uno de los últimos territorios vírgenes del país. Aquí, el sonido de la ciudad no llega. Solo se escucha el canto de aves endémicas, el crujir de ramas y, de vez en cuando, el rumor lejano de un río.

Más que una cumbre

El Pico Turquino no es solo un punto geográfico; es un desafío personal y un recordatorio de que la naturaleza cubana todavía guarda rincones salvajes y majestuosos. Llegar a su cima no significa solo alcanzar la altura máxima de la isla: es tocar un pedazo de su historia natural, impregnarse de su misterio y, para muchos, reconectar con una Cuba que todavía late en silencio bajo su verde manto.

24 horas en Punta Perdiz: el Caribe sin filtros

Redacción (Madrid)

En el corazón de la Ciénaga de Zapata, alejado de los clichés turísticos y del ruido del mundo moderno, se esconde Punta Perdiz: un rincón del Caribe donde el tiempo parece estirarse y el mar se convierte en el único lenguaje necesario. Con una costa virgen, aguas cristalinas y una biodiversidad marina asombrosa, este enclave cubano ofrece una experiencia sensorial tan honesta como inolvidable.

El día comienza temprano, con el sol asomando tímido entre las ramas de uvas caletas y palmas costeras. La brisa llega salada y cálida, arrastrando el murmullo de las olas que rompen suaves sobre las rocas coralinas. No hay hoteles, solo algunas cabañas rústicas, una cafetería modesta y silencio. A esa hora, los primeros visitantes se preparan para sumergirse en aguas que parecen de cristal tallado. Punta Perdiz es, sobre todo, un santuario para el buceo y el snorkel: corales vivos, peces tropicales y cavernas submarinas a pocos metros de la orilla.

A mediodía, el calor del trópico invita a refugiarse bajo la sombra. La única opción gastronómica, sencilla pero suficiente, ofrece pescado fresco a la plancha, arroz con coco y jugos naturales servidos en vasos de plástico. La comida no es un lujo, pero sí un placer. A pocos pasos, locales y visitantes comparten bancos de madera frente al mar. Las conversaciones son lentas, entrecortadas por pausas contemplativas. Aquí nadie parece tener prisa.

Por la tarde, cuando el sol baja ligeramente, es el momento ideal para caminar por la costa o flotar en el mar sin destino. Algunos aprovechan para tomar una siesta en hamacas improvisadas. Otros exploran pequeños senderos entre la vegetación baja, donde se pueden ver aves autóctonas, cangrejos y mariposas. La luz se vuelve dorada y el paisaje se transforma en una postal que no necesita filtros. Punta Perdiz no busca impresionar, simplemente existe con una belleza que no se anuncia.

Al llegar la noche, la calma se intensifica. La mayoría de los visitantes ya se han ido, y el silencio regresa con fuerza. Si uno se queda, descubre la verdadera esencia del lugar: el crujido de las ramas, el vaivén constante del mar y un cielo limpio lleno de estrellas. Punta Perdiz no es un destino para quienes buscan lujos ni entretenimiento. Es un refugio para quien necesita recordar cómo suena el mundo cuando no hay nadie hablando. Un rincón del Caribe donde 24 horas bastan para desconectar… o para quedarse mucho más.

Las Galeras, Samaná: El secreto sin prisa del Caribe dominicano

Redacción (Madrid)

En el extremo noreste de la República Dominicana, más allá del bullicio de los destinos turísticos tradicionales, Las Galeras guarda celosamente su autenticidad. Este pequeño poblado costero en la península de Samaná ofrece una versión sin filtros del Caribe: cocoteros que se inclinan sobre arenas vírgenes, caminos de tierra, pescadores madrugadores y una calma que desconcierta. A diferencia de sus vecinas más comerciales, Las Galeras ha aprendido a resistirse al turismo masivo sin renunciar a su encanto natural.

El amanecer en Playa Grande marca el inicio de una jornada distinta. Los primeros rayos de sol iluminan barcas ancladas en la orilla y gallinas que deambulan entre casas de madera. Más tarde, el desayuno criollo —mangú, salami y café colado— se disfruta en porches abiertos mientras los locales saludan sin premura. Aquí, la rutina diaria parece haber pactado con la naturaleza: se vive al ritmo del mar, del calor y del viento.

Uno de los tesoros mejor guardados del área es Playa Rincón, una extensión de arena blanca rodeada de palmas y montañas, donde el océano Atlántico se encuentra con el río Caño Frío. A diferencia de otras playas dominicanas, no hay hoteles ni sombrillas alineadas; solo vendedores locales ofreciendo pescado frito y turistas esporádicos que llegan tras media hora de motoconcho. El aislamiento ha preservado su belleza casi intacta.

Por la tarde, los viajeros más curiosos se aventuran a pie hacia La Boca del Diablo, una caverna natural donde las olas se cuelan con fuerza y escapan por una abertura con un sonido estruendoso. Desde allí, el camino de regreso al pueblo invita a ver el atardecer desde algún mirador improvisado: una colina, una roca, o el techo de una guagua abandonada. La luz cae lentamente, dorando todo a su paso.

Al caer la noche, la comunidad se reúne frente al mar. Una fogata, una bocina modesta y guitarras desafinadas bastan para crear una atmósfera íntima. No hay fiestas organizadas ni luces artificiales, solo la sensación compartida de estar en un lugar que todavía se siente real. Las Galeras no necesita anunciarse: quienes lo descubren lo recuerdan como un refugio, no como un destino. Una joya escondida del Caribe que, quizás, prefiere seguir siéndolo.

República Dominicana nocturna: un viaje por sus mejores bares

Redacción (Madrid)


La República Dominicana es conocida por sus playas paradisíacas, su música contagiosa y su hospitalidad caribeña. Pero cuando el sol se esconde tras el mar, el país revela otro de sus encantos: una vida nocturna vibrante, llena de bares donde se mezclan la cultura local, la coctelería creativa y la alegría tropical. Recorrer los mejores bares de la isla es una experiencia turística que combina sabor, ritmo y vistas inolvidables.

La capital dominicana es un epicentro de cultura, historia y entretenimiento.
Onno’s Bar (Zona Colonial): Ubicado en el corazón histórico de Santo Domingo, este bar combina música en vivo, cócteles creativos y un ambiente bohemio ideal para empezar la noche. Lulu Tasting Bar: Es uno de los bares más elegantes de la ciudad, famoso por sus cocteles de autor y su terraza que invita a disfrutar del clima caribeño.La Alpargatería: Un bar alternativo en la Zona Colonial, rodeado de arte y ambiente relajado, perfecto para quienes buscan experiencias auténticas.


El paraíso turístico de Punta Cana no solo es playa y resorts; también ofrece bares ideales para quienes quieren disfrutar del Caribe de noche.
Drink Point Bávaro: Popular entre locales y turistas, ofrece un ambiente animado, música urbana y caribeña, y es un clásico para empezar la fiesta en Bávaro.Imagine Punta Cana: Un bar-discoteca único, ubicado en cuevas naturales, donde la experiencia combina naturaleza y música electrónica.Coco Bongo: Aunque mezcla espectáculo y bar, es uno de los puntos imperdibles para vivir la noche dominicana con shows acrobáticos y coctelería.

En el norte de la isla, Puerto Plata y su cercana Cabarete ofrecen una vida nocturna relajada, perfecta para los amantes del surf y el ambiente playero.
Kahuna Beach Bar (Cabarete): Ideal para disfrutar de un cóctel al atardecer frente al mar, con música chill y un público internacional. Voy Voy: Otro bar icónico de Cabarete, donde la playa se convierte en pista de baile por las noches. Senor Rock Bar & Grill (Puerto Plata): Mezcla buena música, comida y tragos en un ambiente acogedor, ideal para los que buscan un plan más relajado.


En Samaná, el turismo nocturno tiene un aire más íntimo y romántico, rodeado de naturaleza.
La Bodeguita: Un bar tropical donde predominan los ritmos latinos y los cocteles a base de ron dominicano.El Mosquito Art Bar (Las Terrenas): Famoso por su fusión de arte, música y mixología, es un lugar donde el Caribe se vive de manera auténtica y creativa.


Hacer turismo en los bares de la República Dominicana es sumergirse en la esencia caribeña: música, hospitalidad y sabores que cuentan historias. Desde las cuevas iluminadas de Punta Cana hasta las terrazas coloniales de Santo Domingo y los bares playeros de Cabarete, cada rincón invita a disfrutar la noche tropical de una forma única.

Cuba Literaria: un viaje por la isla de los escritores

Redacción (Madrid)

Cuba, conocida por sus playas turquesas, su música vibrante y su arquitectura colonial, también es un destino para los amantes de la literatura. Numerosos escritores nacionales e internacionales han encontrado en esta isla caribeña un lugar de inspiración, dejando tras de sí espacios, casas y paisajes que hoy forman parte de un recorrido turístico-literario.

La capital cubana es un museo al aire libre y, para los literatos, un escenario de historias.

  • Ernest Hemingway, el célebre novelista estadounidense, vivió en Finca Vigía, ubicada en San Francisco de Paula, a las afueras de La Habana. Allí escribió algunas de sus obras más conocidas y disfrutó de la vida caribeña. Hoy, la finca es un museo abierto al público, donde se conservan su biblioteca, su barco El Pilar y numerosos objetos personales.
  • Sus pasos también se pueden seguir por bares y hoteles emblemáticos, como El Floridita y La Bodeguita del Medio, que forman parte de las rutas turísticas literarias de la ciudad.

Pasear por el Malecón, recorrer las callejuelas de La Habana Vieja y visitar librerías coloniales es como entrar en las páginas de un libro que mezcla historia y poesía.

En el centro de la isla, el viajero encuentra ciudades donde el tiempo parece detenido:

  • Camagüey, con su laberinto de calles y plazas escondidas, fue el lugar de nacimiento de Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las figuras más importantes del Romanticismo hispanoamericano.
  • Trinidad, con su centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad, ofrece el escenario perfecto para imaginar relatos coloniales y paseos inspiradores por sus adoquines y balcones floridos.

En el oriente cubano, Santiago de Cuba combina montañas, mar y un ambiente cultural único. La ciudad ha sido cuna e inspiración para poetas y narradores que encontraron en su paisaje caribeño una fuente inagotable de creatividad.

Sus callejones coloridos, su bahía y la calidez de su gente convierten a esta ciudad en un destino literario que invita a perderse con un cuaderno de notas o un buen libro.

Hacer turismo literario en Cuba es recorrer no solo una isla, sino también un universo de historias, casas-museo, paisajes poéticos y cafés que fueron refugio de inspiración para escritores. Cada ciudad, desde La Habana hasta Santiago, ofrece al viajero la posibilidad de caminar por las mismas calles donde alguna vez nacieron versos y novelas que hoy forman parte del legado cultural del Caribe.

Los 5 destinos más visitados de República Dominicana: paraíso caribeño entre historia, playa y aventura

Redacción (Madrid)

República Dominicana, corazón del Caribe y cuna del Nuevo Mundo, se consolida cada año como uno de los destinos turísticos más atractivos de América Latina. Desde playas de ensueño hasta paisajes montañosos y ciudades coloniales llenas de historia, el país ofrece una diversidad inigualable. A continuación, presentamos los cinco lugares más turísticos que cautivan a miles de visitantes nacionales e internacionales.

1. Punta Cana: el paraíso de sol y arena

Con más de 60 kilómetros de playas de arena blanca y aguas turquesas, Punta Cana, ubicada en la provincia La Altagracia, lidera la lista como el destino más visitado del país. Es hogar de decenas de resorts todo incluido, campos de golf de clase mundial y actividades acuáticas como snorkeling, buceo y paseos en catamarán.

El Aeropuerto Internacional de Punta Cana recibe cerca del 60% del turismo extranjero, haciendo de esta zona el motor principal del turismo dominicano. Entre sus playas más destacadas están Playa Bávaro, Macao y Juanillo.

2. Santo Domingo: historia viva en la ciudad primada de América

La capital dominicana no solo es centro político y económico del país, sino también un importante destino cultural. La Zona Colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, alberga joyas arquitectónicas como la Catedral Primada de América, el Alcázar de Colón y la Fortaleza Ozama.

Más allá del casco antiguo, Santo Domingo ofrece vida nocturna vibrante, gastronomía de alto nivel y modernos centros comerciales, lo que la convierte en un punto imperdible tanto para turistas como para locales.

3. Samaná: naturaleza, playas y ballenas

La península de Samaná es un tesoro natural donde convergen playas vírgenes, cascadas y selvas tropicales. Uno de sus mayores atractivos ocurre entre enero y marzo, cuando miles de ballenas jorobadas migran a sus cálidas aguas para aparearse y dar a luz, un espectáculo natural único en el Caribe.

Destinos como Las Terrenas, Las Galeras, Playa Rincón y el Salto El Limón ofrecen al visitante una experiencia más rústica, tranquila y conectada con la naturaleza.

4. Puerto Plata: entre historia, playa y montaña

En la costa norte del país, Puerto Plata combina historia colonial, turismo de playa y aventuras en la montaña. Su famoso teleférico, el único del Caribe, lleva a los visitantes hasta la cima del Pico Isabel de Torres, donde una estatua del Cristo Redentor domina el paisaje.

El casco histórico, con casas victorianas y museos, y playas como Playa Dorada y Sosúa, hacen de esta ciudad una opción versátil para todo tipo de viajero.

5. Jarabacoa y Constanza: el alma verde del Caribe

En el corazón de la Cordillera Central, Jarabacoa y Constanza ofrecen una experiencia completamente distinta al típico turismo caribeño. Con temperaturas frescas durante todo el año, ríos cristalinos, cascadas imponentes como el Salto de Jimenoa y el Salto de Aguas Blancas, y rutas para senderismo o rafting, son destinos ideales para los amantes del ecoturismo y la aventura.

Además, su producción agrícola, especialmente de fresas, flores y vegetales, les ha ganado el título de «el jardín del Caribe».

Colores del alma: Un recorrido turístico por los artistas plásticos cubanos

Redacción (Madrid)

Cuba no solo es sinónimo de música, playas y arquitectura colonial; también lo es del arte visual, una expresión que vibra en sus calles, galerías y talleres. Viajar por la isla es también recorrer el imaginario de sus artistas plásticos, creadores que han transformado sus vivencias, paisajes y tradiciones en obras universales. Explorar el arte cubano es adentrarse en un mundo donde la forma y el color dialogan con la historia, la identidad y la imaginación.

Uno de los nombres imprescindibles es Wifredo Lam, cuya obra fusiona el cubismo, el surrealismo y las raíces afrocubanas. Su famoso cuadro La jungla es una parada obligatoria en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Lam es reconocido internacionalmente y su legado ha influido en generaciones posteriores.

En el siglo XX, Amelia Peláez destacó por su estilo único, lleno de vitrales, colores vivos y formas ondulantes que evocan el barroco cubano. Sus obras, presentes en numerosas galerías cubanas, permiten al visitante comprender el alma doméstica y femenina de la tradición plástica de la isla.

Otro exponente clave es René Portocarrero, conocido por sus retratos urbanos llenos de fantasía y color. Sus representaciones de La Habana, con rostros simbólicos y arquitectura vibrante, ofrecen una experiencia visual muy ligada al paisaje urbano que el turista puede reconocer al pasear por la ciudad.

En la escena contemporánea, artistas como Manuel Mendive conectan lo ancestral con lo actual. Sus obras, llenas de cuerpos, texturas y símbolos afrocubanos, muchas veces traspasan los lienzos para convertirse en performances o esculturas públicas. Mendive es, sin duda, una figura imperdible para quienes buscan arte con espiritualidad.

También destacan Roberto Fabelo, con sus figuras fantásticas, animales humanizados y escenas surrealistas que desafían la lógica; y Alexis Leyva Machado (Kcho), conocido por sus esculturas inspiradas en la vida cotidiana, el mar y los materiales reciclados. Sus obras pueden encontrarse en espacios públicos y museos tanto en La Habana como en otras ciudades del país.

Los visitantes pueden disfrutar de este vibrante legado en lugares como el Museo Nacional de Bellas Artes, la Fábrica de Arte Cubano, el Centro Wifredo Lam, o en galerías más pequeñas que abundan en La Habana Vieja, Trinidad y Santiago de Cuba. Estos espacios no solo muestran las obras, sino que a menudo permiten al turista conversar directamente con los artistas.

En conclusión, los artistas plásticos cubanos han convertido la isla en un auténtico museo al aire libre, donde el arte se fusiona con la vida cotidiana. Para el viajero sensible, recorrer Cuba a través de sus creadores es una experiencia enriquecedora, que despierta los sentidos y abre nuevas formas de comprender una cultura vibrante, profunda y eternamente creativa.

24 Horas en La Vega, República Dominicana: Un día inolvidable de cultura, naturaleza y tradición

Redacción (Madrid)

Ubicada en el corazón del Cibao, La Vega es una de las provincias más vibrantes y culturalmente ricas de la República Dominicana. Pasar 24 horas en esta ciudad ofrece una mezcla única de historia, gastronomía, naturaleza y calor humano que deja huella en cualquier visitante. Desde las primeras horas del día, La Vega recibe al viajero con un aire fresco de montaña y un ritmo de vida que combina lo tradicional con lo moderno.

La jornada puede comenzar con un desayuno típico en uno de los comedores locales, donde se sirven mangú con salami, queso frito y huevos. Luego, una visita al centro histórico revela el legado colonial y religioso de la ciudad, incluyendo la emblemática Catedral Inmaculada Concepción y el Parque Duarte. También es imprescindible conocer el Museo del Carnaval Vegano, donde se celebra la tradición más famosa de la región: el colorido y bullicioso Carnaval de La Vega.

Al mediodía, el recorrido continúa hacia las afueras de la ciudad, donde se encuentran joyas naturales como el Santo Cerro, un sitio sagrado con vistas panorámicas impresionantes, y el ecoparque Jima, ideal para conectar con la naturaleza. La Vega también está rodeada de campos agrícolas que muestran la importancia del cultivo del arroz y otros productos esenciales del país.

Durante la tarde, nada mejor que probar la gastronomía local en alguno de sus restaurantes típicos, donde se sirve el tradicional «chivo guisado» o una bandera dominicana con sazón cibaeño. La amabilidad de los veganos hace que cualquier comida se convierta en una experiencia acogedora y auténtica. Para los amantes de las compras, el mercado municipal ofrece artesanías, frutas frescas y productos locales que capturan el espíritu del lugar.

Al caer la noche, la ciudad cobra vida con su vibrante ambiente social. Bares, cafés y centros culturales ofrecen música en vivo y un ambiente relajado para cerrar el día. Ya sea por su historia, sus paisajes o su gente, La Vega en 24 horas deja una impresión duradera y una invitación abierta a volver. Es una muestra viva de la riqueza cultural dominicana, condensada en un solo día.

Ajedrez en Cuba: turismo entre tableros, tradición y maestría

Redacción (Madrid)

Viajar a Cuba es sumergirse en una riqueza cultural que abarca música, arquitectura y deporte. Entre sus tesoros menos conocidos pero profundamente arraigados está el ajedrez, un juego que en la isla se vive con pasión, respeto y amplia participación social. Para los aficionados, el turismo ajedrecístico en Cuba es una experiencia única: une historia, educación y juego en un entorno cálido y acogedor.

La figura central de esta tradición es José Raúl Capablanca, nacido en La Habana en 1888, considerado uno de los mayores talentos naturales en la historia del ajedrez. Su estilo claro y elegante sigue siendo referencia mundial, y su legado se celebra cada dos años en el prestigioso Torneo Capablanca In Memoriam, que atrae a maestros y seguidores de todo el mundo.

La Habana, epicentro de esta pasión, ofrece lugares como el Club Capablanca o el Parque del Ajedrez, donde tanto locales como visitantes pueden jugar, observar partidas o simplemente respirar el ambiente ajedrecístico en espacios al aire libre. En varias plazas del país, es común ver tableros improvisados y partidas entre jóvenes, mayores y turistas, unidos por un lenguaje común: el ajedrez.

Además, academias y escuelas especializadas ofrecen talleres y exhibiciones para quienes buscan mejorar su juego o conocer más sobre la tradición cubana. Algunos hoteles también incorporan actividades relacionadas, desde torneos amistosos hasta clases introductorias.

El ajedrez en Cuba se vive en las calles, en los centros culturales y en la vida diaria. Hacer turismo en torno a este juego es descubrir una faceta distinta del país, donde estrategia y cultura se unen para ofrecer al viajero una experiencia intelectual y profundamente humana. Aquí, el ajedrez no es solo un pasatiempo, sino una puerta a la convivencia, el aprendizaje y la admiración compartida por el arte del juego.

24 Horas en Santo Domingo: Un día en el corazón colonial del Caribe

Redacción (Madrid)

Santo Domingo, la vibrante capital de la República Dominicana, ofrece una experiencia única donde la historia colonial se mezcla con el ritmo moderno del Caribe. En solo 24 horas, es posible recorrer siglos de historia, disfrutar de una gastronomía exquisita y contagiarse con la energía cálida de su gente. Desde el amanecer en el Malecón hasta el bullicio nocturno en la Zona Colonial, cada rincón de esta ciudad encierra una historia que contar.

El día comienza temprano con un paseo por el Malecón, bordeado por el Mar Caribe y decorado con esculturas y palmeras que se mecen con la brisa marina. Muchos locales salen a caminar o correr, mientras los vendedores ambulantes ofrecen café fuerte y empanadas calientes. Desde aquí, se puede tomar un corto trayecto hasta la Zona Colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, para explorar la primera ciudad europea del Nuevo Mundo. La Catedral Primada de América, el Alcázar de Colón y la calle El Conde son paradas obligatorias para los amantes de la historia.

Al mediodía, el calor invita a refugiarse en uno de los restaurantes con patios sombreados. Lugares como Buche Perico o El Mesón de Bari ofrecen platos típicos como el mofongo, el sancocho y pescado al coco, acompañados de jugos tropicales o una fría Presidente, la cerveza nacional. En estos espacios, la hospitalidad dominicana se vive con cada gesto y cada bocado. También es el momento perfecto para visitar museos como el Museo de las Casas Reales, que profundizan en el pasado colonial de la isla.

Por la tarde, vale la pena cruzar al otro lado de la ciudad para descubrir barrios como Gazcue o el moderno sector de Piantini, donde tiendas de diseñadores locales, galerías de arte y cafés boutique muestran la cara contemporánea de Santo Domingo. Al caer el sol, muchos regresan a la Zona Colonial para disfrutar de sus bares y terrazas. Música en vivo, desde merengue hasta jazz, suena en cada esquina, mientras turistas y locales se mezclan con naturalidad.

La noche termina con una copa en la azotea de El Museo del Ron, con vistas al río Ozama y las luces titilantes de la ciudad. En solo un día, Santo Domingo logra encantar con su mezcla de tradición, calidez y modernidad. Es una ciudad que no se recorre, se vive. Y aunque 24 horas apenas basten para rozar su esencia, son suficientes para enamorarse de ella.