Viajar para aprender oficios en peligro de extinción: el turismo que preserva la memoria

Redacción (Madrid)

En una era dominada por la automatización y la inmediatez, hay quienes deciden detenerse y mirar hacia atrás. No como nostalgia, sino como acto consciente de preservación. Nace así una forma de viajar que trasciende el placer y la foto: el turismo de oficios en extinción. Se trata de sumergirse en comunidades donde aún se practican saberes ancestrales, aprender con las manos, y contribuir a que lo que está por desaparecer, viva un día más.

1. Italia – El arte del calzado a medida en Toscana

En pequeños talleres familiares de Florencia y Lucca, aún se puede aprender de artesanos que fabrican zapatos como hace un siglo: sin plantillas industriales, sin prisas. Algunos aceptan aprendices viajeros por semanas o meses, enseñando desde el corte de la piel hasta el cosido con hilo encerado. Más que un souvenir, uno se lleva a casa la experiencia de haber creado algo con sus propias manos.

2. Japón – El kintsugi: reparar para sanar

En Tokio o en las montañas de Kanazawa, maestros del kintsugi —la técnica de reparar cerámica rota con polvo de oro— ofrecen talleres a visitantes. Esta práctica, más que un oficio, es una filosofía: lo roto no se oculta, se embellece. Aprender kintsugi es también una forma de reflexión, una meditación activa sobre la imperfección y la resiliencia.

3. España – Teñido natural y telares en Galicia

En aldeas del norte de Galicia, algunas mujeres mayores todavía trabajan con telares manuales y tintes hechos de plantas locales. Proyectos cooperativos han comenzado a recibir viajeros que quieren aprender el proceso completo: desde recolectar la materia prima hasta crear una bufanda o un tapiz. Lo que parecía olvidado, cobra nueva vida con cada viajero que decide aprender.

4. Marruecos – Curtido tradicional en Fez

Entre los olores intensos y los colores vibrantes de las curtidurías de Fez, hay artesanos que trabajan el cuero como se hacía en la Edad Media. Algunos talleres han empezado a abrir sus puertas a viajeros interesados en conocer y practicar el proceso: selección de pieles, teñido natural, secado al sol. No es fácil, no es limpio, pero es profundamente humano.

5. México – El arte del barro negro en Oaxaca

En San Bartolo Coyotepec, al sur de Oaxaca, la tradición del barro negro sigue viva gracias a unas pocas familias. Viajeros pueden convivir con ellas, participar en el proceso de modelado y cocción, y comprender cómo este oficio no solo construye vasijas, sino identidad cultural.

Las artesanías de Cuba: el alma de una isla hecha a mano

Redacción (Madrid)

Viajar a Cuba es sumergirse en un país donde la historia se entrelaza con la creatividad, y donde las artesanías se convierten en un lenguaje cotidiano. Más allá de las playas turquesas y los ritmos del son, la isla guarda un tesoro menos evidente, pero profundamente auténtico: su artesanía tradicional, una manifestación de identidad que sobrevive al tiempo y las circunstancias.

Las artesanías cubanas no son meros objetos decorativos: son testimonios vivos de la cultura popular. Desde los bordados finos de las abuelas en Camagüey hasta las máscaras vibrantes del carnaval santiaguero, cada pieza refleja la riqueza étnica y la diversidad cultural del país. La tradición africana, española e indígena se funden en tejidos, tallas, cerámicas y objetos reciclados que hablan del ingenio de un pueblo.

La variedad de materiales empleados en la artesanía cubana es tan amplia como su geografía: madera, cuero, fibras vegetales, conchas marinas, barro y metales reciclados. La cerámica de Trinidad, por ejemplo, destaca por sus formas elegantes y colores suaves, mientras que en Baracoa se elaboran figuras con coco seco y bambú. En las calles de La Habana Vieja, no es raro encontrar joyería hecha con elementos reutilizados o instrumentos musicales tallados artesanalmente.

Más que recuerdos turísticos, los objetos artesanales cubanos son pedacitos del alma isleña. Los sombreros guajiros, las cestas trenzadas, las maracas, o las figuras de Santería pintadas a mano son verdaderas expresiones de una tradición que se resiste al olvido y sigue viva gracias al trabajo de los artesanos locales. Muchos de ellos venden directamente en mercados como el Almacenes de San José en La Habana o en pequeñas ferias de pueblos costeros.

Comprar artesanía en Cuba es también una forma de turismo sostenible y responsable. Apoyar a los artistas locales no solo ayuda a conservar la tradición, sino que también impulsa la economía comunitaria en una isla donde lo hecho a mano sigue siendo un acto de resistencia creativa.

Recorrer Cuba a través de sus artesanías es conocer su corazón desde lo cotidiano: una muñeca de trapo, una pintura sobre hoja de palma o una talla de madera son puertas abiertas a un mundo que late entre ritmo, historia y belleza. Porque en Cuba, incluso el arte más pequeño cuenta una gran historia.

Viajar sin contratiempos: un recorrido por los objetos prohibidos en avión

Redacción (Madrid)

El turismo moderno ha democratizado los viajes aéreos, haciendo del avión uno de los medios más comunes para explorar el mundo. Sin embargo, la seguridad aeroportuaria se ha convertido en una prioridad global, lo que ha dado lugar a una larga lista de objetos prohibidos a bordo. Conocerlos no solo evita contratiempos en el control de seguridad, sino que también garantiza una experiencia de viaje fluida y segura para todos los pasajeros.

Los aeropuertos, regidos por normativas internacionales, prohíben una serie de objetos considerados peligrosos para la seguridad del vuelo. Entre ellos se encuentran:

  • Armas de fuego, réplicas y municiones, incluso si son decorativas o de colección.
  • Objetos punzocortantes como cuchillos, navajas, tijeras de gran tamaño, jeringas sin justificación médica, y herramientas como destornilladores o alicates.
  • Sustancias explosivas o inflamables, como fuegos artificiales, combustibles, encendedores tipo soplete o pinturas en spray.

Estos artículos deben ser despachados si están permitidos en bodega, o en muchos casos, simplemente están prohibidos del todo.

Una de las restricciones más comunes, y a menudo olvidadas, es la relacionada con los líquidos. En cabina, solo se permite transportar envases de hasta 100 ml, y todos deben ir en una bolsa transparente con cierre hermético. Perfumes, cremas, geles, pastas dentales o bebidas deben cumplir esta regla estricta, que busca evitar sustancias peligrosas disfrazadas de productos cotidianos.

Aunque los dispositivos electrónicos están permitidos, algunos accesorios pueden levantar alertas. Las baterías de litio, por ejemplo, deben viajar en el equipaje de mano y nunca en bodega si son externas. Drones, power banks, cigarrillos electrónicos y ciertos tipos de pilas están sujetos a normativas específicas.

Es importante recordar que el equipaje de mano no es un segundo armario. Objetos como palos de selfie extensibles, equipos deportivos, martillos de escalada, bastones de senderismo, y hasta algunos instrumentos musicales grandes están prohibidos en cabina. Muchos deben facturarse con condiciones especiales.

Planear un viaje va más allá de elegir un destino o reservar alojamiento: comienza por preparar bien la maleta. Estar informado sobre los objetos prohibidos para viajar en avión es esencial para evitar la frustración de tener que abandonar pertenencias en el control o, peor aún, enfrentarse a sanciones.

La seguridad aérea es una responsabilidad compartida, y cada viajero, con un equipaje adecuado y consciente, contribuye a que volar siga siendo una experiencia segura, rápida y placentera. Porque el mejor viaje es aquel que empieza… sin problemas en la puerta de embarque.

Santo Domingo: un recorrido artístico por la capital caribeña del arte y la historia

Redacción (Madrid)

Santo Domingo, la vibrante capital de la República Dominicana, no solo es la ciudad más antigua del Nuevo Mundo fundada por europeos, sino también un epicentro artístico donde la historia, la arquitectura, la pintura, la escultura y la cultura contemporánea conviven en un mismo latido urbano. Hacer un recorrido artístico por Santo Domingo es adentrarse en un crisol de influencias coloniales, caribeñas y modernas que le dan una identidad única en el continente.

El recorrido debe comenzar en la Zona Colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Aquí, el arte se manifiesta primero en la arquitectura: calles empedradas, casas coloniales con portones tallados, patios llenos de bugambilias y el arte del tiempo impreso en cada fachada.

Monumentos como la Catedral Primada de América, el Alcázar de Colón o el Museo de las Casas Reales no solo son joyas arquitectónicas, sino también contenedores de arte sacro, mobiliario de época, retratos coloniales y una estética que narra la llegada y expansión del mundo europeo en el Caribe. Pasear por estos espacios es contemplar la pintura y escultura dominicana en sus primeras etapas: marcada por lo religioso, lo simbólico y lo ornamental.

Fuera del casco antiguo, Santo Domingo acoge varios museos fundamentales para comprender la evolución artística del país. El Museo de Arte Moderno (MAM), ubicado en la Plaza de la Cultura, es la institución más importante dedicada a la creación contemporánea. Aquí se encuentran obras de grandes artistas dominicanos como Cándido Bidó, Paul Giudicelli o Ada Balcácer, que exploran el color, la identidad afrocaribeña, la abstracción y el sincretismo.

Muy cerca, el Museo del Hombre Dominicano combina arte con antropología, mostrando la riqueza estética de los taínos, los esclavos africanos y la cultura mestiza que se formó en la isla. Las esculturas, máscaras, textiles y objetos rituales son verdaderas obras de arte que revelan una herencia visual profundamente diversa y espiritual.

En los últimos años, Santo Domingo ha vivido un florecimiento del arte urbano. Barrios como Villa Francisca, Gazcue o la misma Zona Colonial exhiben coloridos murales que retratan desde figuras históricas hasta motivos sociales y culturales contemporáneos.

El colectivo Transitando y festivales como Arte Público han transformado muros en lienzos, acercando el arte a todos los ciudadanos. Este arte callejero, efímero y directo, expresa la vitalidad creativa de la juventud dominicana y su forma de reinterpretar el pasado desde una mirada contemporánea.

Además de los museos, Santo Domingo está salpicada de galerías privadas y centros culturales como Casa Quien, Centro León (en Santiago, pero con sede en la capital) o Espacio 401, que impulsan la creación emergente y ofrecen residencias, exposiciones y encuentros artísticos. Estas instituciones tejen puentes entre el arte local y el internacional, promoviendo un diálogo creativo sin fronteras.

Santo Domingo no es solo un destino turístico de sol y playas; es también una ciudad donde el arte se respira en cada esquina. Su riqueza artística está en sus iglesias centenarias, en sus museos modernos, en sus calles pintadas y en su gente creativa.

Hacer un recorrido artístico por Santo Domingo es una experiencia completa: sensorial, intelectual y emocional. Es descubrir cómo el arte puede ser resistencia, identidad, historia y esperanza. En esta ciudad, el pasado y el presente dialogan en colores caribeños, trazos modernos y piedras centenarias que cuentan, una y otra vez, la historia viva de una nación.

Asturias, viaje a los paisajes más bellos del paraíso natural

Redacción (Madrid)

Asturias, situada en el norte de España, es una de las regiones más bellas y sorprendentes del país. Conocida como el «Paraíso Natural», su geografía única concentra una increíble variedad de paisajes en un espacio reducido: desde imponentes cordilleras hasta playas escondidas, valles verdes, acantilados salvajes y ríos que serpentean entre bosques frondosos. Su belleza no es solo visual, sino también emocional: cada rincón invita al asombro, la reflexión y la conexión con la naturaleza.

Uno de los paisajes más espectaculares de Asturias es el Parque Nacional de los Picos de Europa. Esta cadena montañosa, compartida con León y Cantabria, ofrece vistas impresionantes, como los Lagos de Covadonga, un conjunto de lagos glaciares rodeados de cumbres verdes y nieblas que parecen de cuento. Subir en coche por la carretera que serpentea desde Cangas de Onís es una experiencia inolvidable.

El desfiladero del Cares, conocido como «La Garganta Divina», ofrece una de las rutas de senderismo más populares y sobrecogedoras de Europa. Caminando entre paredes verticales de roca, uno se siente pequeño ante la grandeza de la naturaleza. Las altas cumbres de los Picos, como el Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), son también un símbolo de aventura y belleza alpina.

El litoral asturiano, de más de 300 km, es un mosaico de acantilados, playas vírgenes y pueblos marineros con encanto. Playas como Gulpiyuri, una playa interior declarada Monumento Natural, sorprende por su tamaño y su extraña ubicación tierra adentro. La Playa del Silencio, en Cudillero, con su forma de concha y sus acantilados esculpidos por el viento, es ideal para quienes buscan tranquilidad y belleza sin artificios.

Otros puntos costeros destacados son los Bufones de Pría, donde el mar entra con fuerza por grietas en la roca y sale disparado en forma de géiseres marinos. Allí, el sonido gutural del mar rugiendo bajo tierra añade una dimensión sonora al espectáculo visual.

En el interior, Asturias se vuelve aún más verde. El Parque Natural de Somiedo, con sus brañas y lagos, es un espacio protegido donde habita el oso pardo y donde los hórreos conviven con prados infinitos. En otoño, los bosques de castaños y hayas se tiñen de tonos cálidos que recuerdan a un cuadro impresionista.

Los Oscos, en el occidente asturiano, ofrecen una experiencia rural auténtica: caseríos de piedra, molinos tradicionales, y rutas entre ríos y cascadas. Es una región ideal para desconectar del ritmo urbano y sumergirse en una naturaleza acogedora y sin prisas.

Asturias no solo se visita: se siente. Cada paisaje habla con voz propia. Las montañas impresionan, el mar calma, los valles abrazan. Es un lugar donde la naturaleza ha conservado su protagonismo frente al turismo masivo. Y eso se nota en cada sendero, en cada mirador y en la amabilidad de sus gentes.

Pasar por Asturias es descubrir que en tan solo unas horas puedes ir del silencio de una playa escondida al rugido de un río de montaña; del bullicio de una villa marinera al susurro de un hayedo profundo. Es un destino para todos los sentidos, pero sobre todo, para el alma.

Chicago: La metrópolis que moldea el horizonte y el alma urbana

Redacción (Madrid)

Chicago no es solo una ciudad, es una declaración de intenciones. Ubicada a orillas del lago Míchigan, en el corazón del medio oeste estadounidense, esta urbe es una cuna de arquitectura moderna, jazz de alma profunda, historia obrera y creatividad desbordante. Conocida como “la ciudad del viento”, Chicago ofrece una experiencia turística intensa, donde lo monumental convive con lo íntimo, y el pasado industrial late bajo una piel urbana vibrante y sofisticada.

La historia de Chicago es una historia de reinvención. Tras el gran incendio de 1871, la ciudad se reconstruyó con una ambición que desafió la gravedad. De ahí surgió la arquitectura moderna, los primeros rascacielos y un legado que hoy se puede contemplar a través de un paseo en barco por el Chicago River, considerado uno de los recorridos arquitectónicos más impactantes del mundo.

Torres diseñadas por Frank Lloyd Wright, Ludwig Mies van der Rohe o Jeanne Gang conviven con edificios históricos y puentes mecánicos que transforman el paisaje urbano en una especie de escultura viva. Visitar Chicago es mirar hacia arriba y encontrar belleza vertical, pero también caminar sus calles y sentir la huella de siglos de movimiento social y diversidad.

El Loop, centro histórico y financiero, es el corazón palpitante de la ciudad. Aquí se encuentran el Millennium Park, con su emblemática escultura “The Bean” (Cloud Gate), y el Art Institute of Chicago, uno de los museos más prestigiosos de Estados Unidos, con obras maestras de Monet, Hopper y Van Gogh.

Pero para conocer la ciudad auténtica hay que cruzar al norte y sur, a barrios como Wicker Park, lleno de librerías, cafés independientes y cultura alternativa; Hyde Park, hogar de la Universidad de Chicago y de Barack Obama; o Pilsen, tradicionalmente mexicano, donde los murales callejeros narran una historia de migración, lucha y orgullo cultural. Cada barrio es un microcosmos, una identidad propia que aporta matices a la gran narrativa urbana.

Chicago es también un lugar donde la música no se escucha, se siente. Fue cuna del blues urbano, del jazz eléctrico y del house. En clubes como el Green Mill Cocktail Lounge —antiguo refugio de Al Capone— o el Kingston Mines, los sonidos fluyen con la fuerza de una tradición que sigue viva, improvisada, nocturna.

Asistir a un concierto en la ciudad es más que una actividad turística: es una inmersión en una cultura que ha sabido convertir el dolor y la esperanza en arte sonoro. Incluso los festivales al aire libre, como el Chicago Blues Festival o el Lollapalooza, reflejan esa pasión colectiva por la música como forma de vida.

La comida en Chicago es tan diversa como su gente. Desde la famosa deep dish pizza (una tarta-pizza de queso y tomate que desafía las leyes del apetito) hasta los hot dogs estilo Chicago, sin kétchup pero con encurtidos y mostaza, la ciudad ha convertido sus platos populares en símbolos.

Al mismo tiempo, la escena culinaria contemporánea es de primer nivel, con chefs innovadores que mezclan tradición e inventiva en barrios como West Loop o River North. Comer en Chicago es viajar sin salir de la mesa, desde la cocina polaca o italiana hasta propuestas veganas, afroamericanas o asiáticas.

A pesar de su escala, Chicago no abruma. El lago Míchigan, con sus playas urbanas, caminos para ciclistas y zonas de relax, ofrece un respiro permanente. El Grant Park y el Lincoln Park son auténticos jardines urbanos donde conviven museos, conciertos y naturaleza.

El contraste entre el concreto y el agua, entre los edificios y el cielo abierto, le da a Chicago una sensación de amplitud que pocas grandes ciudades pueden ofrecer. Aquí se respira el ritmo urbano, pero también una cierta ligereza existencial: el espacio invita a contemplar tanto como a explorar.

Chicago es una ciudad para los que buscan una experiencia urbana completa: cultura, arquitectura, historia, diversidad, comida y arte, todo con carácter y profundidad. No es una ciudad que se entregue de inmediato: hay que caminarla, vivirla, escucharla. Pero quien lo hace, descubre un lugar que no solo moldea el horizonte con sus edificios, sino también el espíritu con su autenticidad y resiliencia.

En Chicago, el viento no solo sopla: empuja. Y el viajero, si se deja llevar, encuentra una ciudad que inspira tanto como fascina.